Malvinas: Thatcher y la revista Gente

Por Miguel Auzoberría, docente investigador UNPA



 



 



Por esta fecha la prensa argentina, dedica espacio y realiza homenajes a quienes combatieron durante la Guerra de Malvinas en 1982. Resulta llamativo como eluden reflexionar sobre el rol que el periodismo tuvo en aquel momento.



Aún hoy no podemos dejar de preguntarnos de dónde sacaba la información la revista Gente durante el conflicto, para anunciar en la tapa de su edición número 879, del 27 de mayo de 1982, “SEGUIMOS GANANDO”.



Con un lenguaje amarillista y sobre todo triunfalista gran parte de la prensa argentina informaba sobre el desarrollo bélico. Lástima que detrás de ese mensaje optimista cargado de diatribas nacionalistas nos encontrábamos con la cruda realidad y posteriormente el fin de la contienda con la rendición del General Menéndez.



Luego con su cinismo habitual Gente dio vuelta de página y continúo como si nada. Era su versión número dos del célebre “Gente se equivoco”.



Aunque en realidad sabemos, que Gente nunca se equivoca, siempre trabajo en un mismo sentido, lo que pasa es que muchas veces los que leían la publicación no le prestaban atención e



internalizaban ese sentido común de sus lectores promedios. Por lo cual propongo este ejercicio de memoria.



Unos años antes de la guerra, cuando Gente cumplía con su primer arrepentimiento y en un acto de constricción por no haber denunciado debidamente los peligros del populismo, publicaba en su edición del 10 de mayo de 1979, con gran algarabía sobre la suerte del Reino Unido por elegir a Margaret Thatcher como primer ministra.



El título del artículo: “Misión: salvar a Inglaterra”, en la bajada decían “La victoria de Margaret Thatcher es más que la victoria política de una mujer: es la opción inteligente de asumir una realidad difícil antes que un populismo facilista que estuvo a punto de destruir su país”. Luego venia una larga retahíla de elogios a la “dama de hierro” y sus hombres.



Claro está, inmediatamente llegaba la asociación libre con la realidad argentina: “Inglaterra iba camino a ser un país pobre. ¿Qué es un país pobre? Un país con inflación, un país con su aparato productivo dañado, con huelgas porque si y huelguistas porque no, con un estándar de vida que va cayendo día a día, con una debilidad política que lo pone como barco a la deriva. No, no hay error. Aunque los datos nos lleven a una interpretación errónea, no hay error. No estamos hablando de la Argentina en el periodo 73 – 76. Estamos hablando de Inglaterra. De una nación a la que la política laborista llevó en pocos años a ese peligroso cuadro de situación.”



La idea central sencilla: el laborismo y sus políticas populistas estaban llevando a Inglaterra a la ruina, casi como en nuestro país hacia el peronismo. Por lo que la nota apuntaba a los cambios necesarios: “Poner al individuo por encima del estado: limitar el sobredimensionamiento del Estado; promover la actividad privada; fomentar la competencia; colocar al sindicalismo en su



área específica y terminar con el chantaje sentimental; es decir aquel que trabaje más y se esfuerce más, gane más”.



Un mensaje meritocrático que recorrerá décadas hasta llegar a nuestros días. Por supuesto que para que el programa funciones se requería de una gran cuota de paciencia y esfuerzo. Un discurso bastante repetido en los últimos 60 años en nuestro país; con aquellas frases hechas como “hay que agrandar la torta, para luego repartirla”, “esperar que la copa se llene para que derrame” o el más reciente “esperar que la luz aparecerá al final del túnel”; no sé si les suena eso.



Ese proyecto era el ejemplo a imitar: “Y la señora Margaret Thatcher gana la elecciones derrotando al “facilismo” laborista. El propio pueblo Ingles vota y derriba con su voto al “populismo” Ingles. Una verdadera lección para argentina que aún dudan entre el “populismo” que hace todo fácil y la realidad que suele ser más difícil pero más seria y segura. (…) Una lección para todos los que todavía creen que el consenso se logra con dar razón a todos y no a los que realmente la tienen. Una lección, la de Margaret, que los argentinos debemos tener muy en cuenta.”



No obstante dedicar tres páginas del semanario plenos de loas por el camino emprendido por los conservadores ingleses y con ejemplos tan útiles para imitar.



Necesitaban una opinión importante y por ello requirieron de la pluma de la escritora Silvina Bullrich, que en la edición del 17 de mayo 1979 publico dos páginas memorables bajo el titulo: “Dios la bendiga, señora Thatcher”.



La señora Bullrich, desde una visión femenina tenía la misión de poner en valor el rol de esa mujer tan admirable, y de paso dejar en claro con un discurso “cuasi feminista” que la mujer podía



desempeñar ese rol importante en la política de un país; no se les escaba a los responsables de la publicación que pocos años atrás objetaban a María Estela Martínez de Perón (Isabelita) sobre su capacidad para ejercer la presidencia de argentina. Claro está que Margaret era otra cosa.



“Margaret Thatcher es la imagen verdadera de la mujer actual, la que tiene una capacidad ilimitada de adaptación y por tanto de eficiencia; la que después de haber puesto el pollo al horno sigue leyendo el libro que le permite prepararse para afrontar la vida o para ganar elecciones. ¿Qué vieron los ingleses en Margaret Thatcher? Según Harold Wilson, “El país quería un cambio”. ¿No habrán visto en ella justamente esa posibilidad de cambio? El elector siempre ha necesitado creer en una imagen. De ahí graves errores como los que permitieron llegar a la cúspide a un dictador esquizofrénico como Hitler o un anciano que volvía al país para repetir errores comprobados, a una edad en que los gobernantes se retiran o mueren antes de cumplir su mandato. Sin embargo el personalismo no siempre conduce a la equivocación del elector, pues esto nos llevaría a negar los valores singulares que conforman a un individuo. El inglés medio, que tiene un sentido común muy desarrollado comprendió que por muy conservadora que fuera una mujer no podía ser retrograda, pues en ese caso no hubiera militado en las filas de un partido político.”



Una retorica plagada de los lugares comunes tan propios del antiperonismo, desde la clásica comparación de Hitler con Perón, aunque sin nombrar a este último, supongo en cumplimiento del decreto de la libertadora que prohibía nombrar al “tirano prófugo”, hasta llegar a la crítica al “personalismo”, haciendo la salvedad claro que como el inglés tiene “un sentido común muy desarrollado” puede elegir a personas fuerte y con autoridad para ejercer el gobierno, los argentino en cambio no, tenemos que aprender.



Repasar aquel artículo de Silvina Bullrich a 41 años de distancia, no deja de sorprender como aquellas máximas propias de “señoras gordas”, como satirizara el humorista Landrú sobre cierto tipo de pensamiento conservador, reaccionario y antipopular. Todavía persistan aún hoy amplificados por las voces de Mirtha Legrand o Susana Giménez en la televisión argentina.



Cerraba aquel memorable artículo Bullrich, prometiendo a sus nietas que “seguiré defendiendo el derecho de la mujer al acceso de los deberes y honores (…) como lo hizo Margaret Thacher, a las que todas las mujeres del mundo te decimos hoy junto a las mujeres de Inglaterra: God Bless You (Dios la Bendiga).”



Para Silvina Bullrich y para revista Gente, esa mujer, “la dama de hierro” era digna de admiración, porque hacía en Inglaterra lo que aquí se debía hacer, es decir privatizar empresas del estado, cerrar minas de carbón por obsoletas, achicar el estado a la mínima expresión.



Cuando en 1982, la señora Thatcher se enfrentaba muchos problemas debido a sus políticas, protestas y movilizaciones obreras, se encontró con que el gobierno militar argentino, asistido por el justo reclamo sobre la soberanía de las Islas Malvinas las recuperaba para el patrimonio nacional. Para Thatcher ir a la guerra fue una tabla de salvación para su gobierno, la opinión



pública británica olvido pronto sus problemas internos y su crisis económica, y se enfoco en el atlántico sur.



Para el gobierno de Leopoldo Galtieri, y la junta militar, ya cercada por movilización popular que cada día ganaba las calles, a través de las madres de plaza de mayo, organismos de derechos humanos, la CGT y el arco político nucleado en la multipartidaria; junto a un creciente desprestigio internacional. La guerra no fue lo mismo que para Thatcher. Y la resolución de la guerra fue otro componente dramático al final de la dictadura.



1982, tendría que ser el punto de inflexión, que nos enseñe definitivamente quienes son nuestros enemigos y quienes nuestros amigos; la revista Gente nos decía que debíamos admirar a Thatcher e Inglaterra, y Latinoamérica a la que siempre miramos de costado, fue la que nos acompaño durante la guerra. El colonialismo mental de varios sectores dominantes de argentina y en especial de los que llevaron la conducción política y militar de la Guerra de Malvinas hacían imposible otro desenlace que no sea el que ocurrió. Mientras soldados argentinos daban su vida por la patria en las islas, Galtieri no reemplazaba a su ministro de economía Roberto Alemann, un representante de la Unión de Bancos Suizos en argentina y al cual el político e historiador Jorge Abelardo Ramos había pedido su reemplazo en una reunión de Galtieri con representantes de partidos políticos, allí Ramos le dijo al general: “Si ya echamos a los Ingleses de las Islas, porque no echamos al Alemann de la economía”, esto no sucedió. Como tampoco el Ministro de Relaciones Exteriores Nicanor Costa Méndez, abogado de empresas británicas en argentina dejo su cargo, al contrario corrió presuroso en busca de apoyo de los países no alienados algo que siempre había abominado.



La deuda externa se siguió pagando aún en medio del conflicto bélico, las empresas de capital británico en argentina siguieron su vida normal; así era imposible llevar adelante una guerra anticolonial, aunque revista Gente nos diga: ¡Seguimos Ganando!


Esta nota habla de:
Más de Locales