Hay inflación alta y dólar inestable para rato

Desde el fin de la Convertibilidad hasta ahora el tipo de cambio de pesos por dólar se multiplicó por 38 y los precios … por 38 también.

¿Es una casualidad, o un fuerte indicio de que el crónico problema de la inflación en la Argentina tiene estrechísima relación con la inestabilidad cambiaria y los factores que la provocan?



Desde la gran devaluación de 2002 que limpió el fenomenal atraso cambiario con el que explotó la Convertibilidad, hubo un primer largo período en que el peso se mantuvo depreciado, hasta mediados de 2008: el recordado tipo de cambio alto y competitivo del que hacía gala Néstor Kirchner junto con los superávits gemelos.



A eso le siguió una etapa de abaratamiento del dólar, que llevó en 2012 y 2013 al tipo de cambio real multilateral (la relación entre el peso y las monedas de los principales países con los que la Argentina comercia, considerando los respectivos costos) a niveles mucho más bajos que cuando comenzó el kirchnerismo. Después vino la devaluación de Axel Kicillof a comienzos de 2014, pero a los pocos meses ya se había vuelto al punto previo.



Mauricio Macri asumió la presidencia con un atraso cambiario bastante parecido al de finales de la Convertibilidad, e inmediatamente provocó una enorme devaluación mediante la liberación del mercado cambiario. La situación se mantuvo relativamente estable casi todo 2016 pero el peso volvió a apreciarse bastante en 2017.



La historia reciente del 2018 está fresca en la memoria y dolorosa en los bolsillos de la mayoría. El dólar comenzó a subir lentamente, aceleró a partir de abril/mayo y explotó en setiembre.



El torniquete monetario y las tasas de interés estratosféricas lo fueron moderando a partir de octubre y lograron mantenerlo desde entonces más o menos estable. El actual tipo de cambio real multilateral está en el nivel que tenía tras la devaluación de Kicillof en 2014.



Obviamente que los precios no acompañaron permanentemente las oscilaciones del dólar, pero es más causal que casual que en estos últimos 18 años la inflación y la devaluación estén empatadas.



La relación se ve confirmada por una encuesta que el Centro de Economía Regional y Experimental realizó a mediados del año pasado a 300 empresarios. El 62% respondió que el dólar tiene una alta incidencia en la manera en que ellos forman los precios y un 23% consideró que tienen una incidencia media.



El dólar no es el único factor inflacionario



En alguna medida imposible de cuantificar –salvo para los fundamentalistas del monetarismo- el déficit fiscal y la emisión también aportan lo suyo. Y en la Argentina no puede omitirse la influencia de la memoria inflacionaria, el efecto de la inflación inercial, y los comportamientos oligopólicos en una  economía muy concentrada en sectores claves.



Y toda esa ensalada de causas alimentada y retroalimentando la puja distributiva que existe en cualquier país y en cualquier momento de la historia, pero que en la Argentina es especialmente intensa por la sencilla razón de que sufre de inflación crónica.



Pero el empate 38 a 38 (inflación y dólar desde 2002, no al de la vergonzosa y ridícula votación en la AFA), abona la idea de que el dólar resulta el factor clave. En otras palabras, si la economía no estuviera tan enfermamente dolarizada no tendría dolores de inflación tan agudos.



La enfermedad tiene diversas causas que terminan confluyendo en las recurrentes crisis del sector externo por faltante de dólares. Por empezar, una matriz productiva con escasísimo poder exportador y muy dependiente de insumos y bienes de capital importados, que tienden a desequilibrar la balanza de pagos cada vez que la economía hilvana algunos años de crecimiento.



A eso se agrega una muy arraigada cultura de fuga de capitales por parte de quienes logran excedentes. Según algunas estimaciones las divisas fuera del sistema equivalen a un Producto Bruto Interno. Alcanzarían para duplicar lo que se invierte durante cinco años consecutivos. De lo que se desprende que la baja competitividad internacional de la producción argentina está íntimamente ligada con la escasez de dólares para invertir.



 La baja competitividad internacional de la producción argentina está íntimamente ligada con la escasez de dólares para invertir

La historia enseña que las grandes crisis argentinas han sido detonadas por el sector externo, y que las consecuentes devaluaciones con que se las han "superado" provocaron la casi permanente inestabilidad de precios, y una conducta dolarizadora que perpetúa el problema. Así como la fortaleza de una cadena la marca su eslabón más débil, la debilidad del sector externo de la economía argentina es el punto de ruptura de la normalidad económica.



Durante el kirchnerismo se generó una fugaz ilusión de que el país podía dejar atrás la restricción externa, si aprovechaba un contexto internacional muy favorable para la coyuntura, y para, al menos, suavizar algunas de las causas estructurales del problema. No pudo, no quiso o no supo. Tampoco lo logró el actual Gobierno. Repitiendo lo que ha sido casi una constante de los últimos 40 años, apeló al endeudamiento externo para tapar el agujero, con el ineludible costo de prolongar el problema e hipotecar aún más el futuro. (infobae.com)



 


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