Una mujer mató a su bebé recién nacido y se sentó a tomar mate

La joven dio a luz en el baño y asesinó a la criatura con un cuchillo, sin que nadie se diera cuenta. Después intentó ocultar sus restos. “No me voy a cagar la vida”, dijo, cuando la descubrieron. Sucedió en 1998 y la condenaron a perpetua.

Algo le pasaba, que cada tanto entraba al baño a asearse y a cambiarse de ropa. El pretexto de la chica era que estaba estreñida y menstruando. Nada que fuese grave, decía. A su mamá, en cambio, le inquietaba la situación porque la joven tomaba unos mates, charlaba un poco y de a ratos volvía al baño para ausentarse por minutos.



La muchacha después se levantó de la mesa y fue recostarse con la excusa de que se encontraba cansada. Su madre se quedó con la intriga y su corazonada de mujer mayor les despertó aún más la curiosidad, entonces caminó rumbo el baño para ver qué había estado haciendo ahí adentro su hija. Lo primero que vio fueron dos bolsas de nylon tiradas al costado del inodoro. Levantó uno de los envoltorios y notó que tenía sangre, además estaba algo pesada. No parecían apósitos.  Y entonces se le cruzó inmediatamente por la cabeza que su hija había sufrido una pérdida y que eso que contenían las bolsas eran los restos de un feto.



Más tarde constató que no se equivocaba en sospechar que algo malo había pasado. Peor aún, confirmó que todo era más grave, que lo estaba dentro de las bolsas no se trataba de un feto. Que en realidad, los restos pertenecían a un bebé recién nacido y había sido degollado.



Aquella tarde del 25 de noviembre de 1998, el horror se apoderó de esa casa de la Villa Mariano Moreno, en Chimbas. La propia familia llamó a la Policía y no tardó en conocerse la terrible verdad. Y era que Leonor O., en ese entonces de 25 años, había asesinado brutalmente a su bebé casi en el instante de nacer.



En el baño



Fue uno de los crímenes más desalmado y sorprendió la frialdad de esta joven que tenía claras intenciones de ocultar todo. Ya venía escondiendo el embarazo. La chica estaba de novia y tanto ella como su novio, con el que salía desde hace un año, sabían que estaba esperando un hijo. Ese muchacho, de apellido Navarro, alguna vez contó que no andaba bien la relación sentimental y tiempo atrás intentó dejar a Leonor, pero ésta le confesó que se encontraba embarazada y por eso continuaron juntos. Él aseguró que le pidió reiteradas veces que contara a su familia sobre el embarazo, pero ella se negaba.



María González, la mamá de la chica, ni siquiera sospechaba que ella estaba esperando un niño. Leonor se encargó de cuidarse en los más mínimos detalles para disimular la panza y no ponerse en evidencia con los síntomas. Pero los meses transcurrían, la criatura que llevaba en su vientre crecía y era inevitable que tarde o temprano iba a nacer. Y eso sucedió la tarde del 25 de noviembre de 1998. Leonor, que tomaba mate con su madre en la galería de su casa, empezó a sentir cada vez más fuerte las contracciones. Era señal de que su bebé venía al mundo.



La joven trató de fingir que todo estaba bien y le siguió dando charla a su madre, pero en un momento no resistió más los dolores y corrió al baño. Desesperada, se sentó en una silla y sola entre esas cuatro paredes dio a luz a la criatura, un varón que nació en término y sano.



No se sabe si ya lo tenía planeado o reaccionó en ese momento, pero convencida de que ese niño no debía vivir, la joven tomó un filoso cuchillo marca Ghinsu que estaba dentro del baño y cortó el cordón umbilical. A continuación llegó lo más terrible. Con esa misma hoja de acero atacó a la criatura a puntazos hasta que lo degolló. Todo esto en silencio, sabiendo que su madre y sus hermanos se hallaban en la casa.



Segura de que nadie podía enterarse, levantó con sus manos la placenta y el cuerpo mutilado del niño y los metió en dos bolsas plásticas, las cuales ató. Su cuerpo y parte de su ropa tenía sangre. El piso del baño estaba teñido de rojo. Frente a eso no había margen para dejar rastros, de modo que llamó a su hermano menor para que le pasara la manguera. También pidió que le trajera ropa, pues necesitaba cambiarse. Fue así que limpió todo, se bañó y se puso otras prendas.



A los minutos salió disimulando que no pasaba nada y volvió a la galería para seguir tomando mate con su madre. La hemorragia igual no se detenía, así que de a ratos regresaba al baño para asearse. Su mamá preguntó qué sucedía y ella lo único que respondió fue que estaba “constreñida” y no se sentía bien por la menstruación. Cuando la joven se retiró a su habitación para acostarse, la mujer mayor entró al baño y encontró las dos bolsas con esos restos humanos. Ahí empezó a descubrirse la dolorosa verdad.



El horror



La dueña de casa llamó a uno de sus hijos y le comentó sobre el hallazgo de esas bolsas con sangre. Le confesó que sospechaba que su hermana había tenido una “pérdida” y que aquello era un feto. Más tarde llegó el novio de Leonor y sus cuñados lo increparon. Luego de la discusión, el muchacho se encargó de sacar las bolsas del baño, mientras que los otros miembros de la familia llamaron a la Policía.



Cuando arribaron los uniformados, observaron el contenido de los envoltorios y llegaron a la conclusión de que eso no era un feto, que la criatura muerta era un recién nacido y estaba degollado. El alboroto fue grande, también la desazón para la mamá de Leonor, quien le preguntó dolida por qué. La joven, que subía a una ambulancia acompañada por policías, respondió con vergüenza: “no me voy a cagar la vida…”, según la causa judicial. Esa calurosa tarde de miércoles, los investigadores encontraron el cuchillo utilizado en el crimen en un baldío pegado a la casa.



La chica permaneció internada en el Hospital Guillermo Rawson, pero desde entonces quedó detenida e imputada de asesinato. Tenía 27 años cuando la llevaron a juicio en la Sala II de la Cámara Penal y Correccional, en julio de 2000. Ella se abstuvo de declarar en la causa, por lo que jamás se supo la razón y alguna explicación de por qué acabó con la vida de su bebé. Sí constan los testimonios de los profesionales que la asistieron psicológicamente, que le escucharon hablar en parte de lo que ocurrió ese día. Eso sirvió para reconstruir cómo fue el crimen.



Su abogado defensor sostuvo siempre que la joven sufrió una crisis y no comprendió la criminalidad de sus actos. La fiscal de cámara Alicia Esquivel, no dio crédito a esos argumentos, dado que se basó en los informes periciales de los  psicólogos para afirmar que Leonor no presentaba alteraciones mentales y que nada indicaba que durante el embarazo, el parto y el puerperio haya tenido síntomas psicóticos.



Los jueces Juan Carlos Peluc Noguera, Félix Herrero Martín y Enrique De La Torre dieron su veredicto el mediodía del 31 de julio de 2000 y sentenciaron a la muchacha a la pena de prisión perpetua por el delito de homicidio agravado por el vínculo. Leonor cumplió con angustia y culpa su duro castigo durante largos en el penal de Chimbas. El tiempo luego le dio otra oportunidad, volvió a formar pareja y tuvo hijos y hoy intenta llevar una vida normal fuera de los muros de la cárcel.


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