Dos condenas por enviar una encomienda con pastillas de éxtasis de La Plata a Trelew

Se trata de un frasco con 185 pastillas de esa droga y dos transferencias de dinero. Los involucrados son del Valle y fueron sentenciados por transporte de estupefacientes. Hubo otras encomiendas pero la pesquisa no logró detectar una comercialización más amplia.

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a dos hombres de Trelew por transporte de éxtasis: John Erik Jones, a cuatro años de prisión y Matías Esteban Andrea Alvarado, a cuatro años y seis meses de prisión.



La causa comenzó el 11 de abril de 2016 cuando en la terminal de ómnibus de Trelew, Jones portaba una caja que pasó por el scanner de la Policía. Ya en ese momento admitió ser consumidor en fiestas electrónicas. Se vio un frasco con 185 pastillas de éxtasis celestes, con una media luna en una de sus caras. La investigación reveló dos transferencias de Jones para Alvarado por $10.000 y $9.000, a la terminal de La Plata. Era el pago por la droga.



Ante el juez Enrique Guanziroli, Jones se mostró arrepentido. Dijo haber sido consumidor desde los 18 años. Primero cocaína, luego éxtasis con mayor intensidad. Compraba en Trelew, 5 a 10 pastillas por fin de semana. Lo proveía una “persona conocida” que no reveló.



Era cara, hasta que de Buenos Aires pudo conseguirla a la mitad. Por esos días cobró un seguro, y más dinero de su trabajo se contactó al proveedor y pidió “caramelos”, la forma de disimular los tóxicos. Al conjunto de pastillas se le llama “equipo”. Le salía 9 mil pesos. Pidió dos “equipos” para su consumo personal y no tener que comprar en Trelew al menos por un tiempo, a razón de $250 cada pastilla.



A la semana recibió la encomienda en una caja cerrada a su nombre. El éxtasis debía alcanzarle para dos meses. Las tomaba en fiestas con agua, no alcohol. Le producía “agitación” y se mantenía despierto hasta dos horas.



Fue la primera vez que compró fuera de Trelew. “Nunca convidó ni vendió, consumía solo en fiestas o a solas, le costaba trabajar y perdió el trabajo por su consumo”. Ya no toma.



En el caso de Alvarado, fue detenido al volver de vacaciones a Trelew desde La Plata. Estaba con su novia en su coche. Tenía tres planchas de cartón troquelado de ácido lisérgico. Allanaron su casa y en un cajón de la cómoda de una habitación se hallaron 71 troqueles de ácido lisérgico y marihuana. También billetes enrollados, monedas, restos de sustancia blanca, un picador de metal, una balanza digital de precisión, dos pipas tuqueras y una de vidrio. En el WhatsApp de su celular había conversaciones y audios sobre “pepas”, “cogollos”, “planchas” y “marihuana”. También 12 fotos de plantas de marihuana.



Alvarado estudiaba y trabajaba en una pizzería de La Plata. Dijo no saber “qué está haciendo ante el tribunal pues nada de lo habido le pertenece, fuera de lo que portaba al ser detenido. Tenía 5 o 6 troqueles de LSD, consumía personalmente, no convidaba ni vendía, usaba en vacaciones o reuniones”. Eran una o dos pastillas por encuentro que le duraban hasta tres horas. “Lo ponían alegre”. Las charlas por celular que le interceptaron fueron para comprar droga para consumir y no para vender. Negó haber cobrado o mandado una encomienda.



La Policía detectó que en otras causas, su cuñado fue investigado por drogas y trabaja en una empresa de giros de la terminal. Su teléfono mostró mensajes sobre cantidades y precios: “Le dejo a tu hermano las cuatro y me llevás los 150 en un rato”, “¿Ciento cincuenta cada una?”, “¿Vas a querer esas planchas?”, “Estas te las tengo que dejar a 2 mil” o “Hay equipo, están de diez, son altas pastelas pero arriba de diez”. También habla sobre elementos de floración para las plantas y sobre “quedar varados en Arroyo Verde”.



La sentencia del TOF explica que el consumo de éxtasis produce alucinaciones, confusión, agitación e hipotensión. Puede llevar al coma y disturbios neurológicos graves cuando cesa su consumo.



Sobre Alvarado, consideró “las fluidas comunicaciones mantenidas con terceros conocidos, que versaban inequívocamente y de forma encubierta sobre estupefacientes ilegales, en su plantación, cultivo, producción, calidad, cantidad y valores en el medio local de su residencia”.



Antes de mandarle éxtasis a Jones, había enviado otras encomiendas a dos conocidos suyos en Trelew con el nombre falso de “José García”. Esta estrategia “es la mejor revelación que supo que cometía un ilícito, que quería esconder su actuación asegurando su impunidad, pues era consciente que era ilegal remitir así los tóxicos prohibidos y a sabiendas lo hizo y los transportó al sur”.



Y sobre Jones, “si bien pudiera parecer ingenuo, que la encomienda delictiva se desplazara a su nombre y dirección y concurriera más tarde con su documento personal a retirarla, actuó así porque fueron aspectos estudiados de antemano, para darle al trámite una apariencia de normalidad”. Eligió la droga, entregó dinero, facilitó sus datos para el envío, convino su retiro y aseguró su traslado exitoso en tiempo y forma desde La Plata hasta Trelew.



“Sin importarles el ataque a la salud pública que implicó su acción, ambos tramaron la obtención onerosa de los tóxicos donde eran más baratos, se giraron las sumas necesarias, se informaron del modo más seguro para su traslado que les garantizase impunidad y produjeron su movilidad subrepticia, por miles de kilómetros, sin arredrarles la eventual trascendencia a terceros, por su prolongada exposición en la vía pública, usando vehículos de transporte público, con terceros inocentes, desde un punto lejano al otro de su destino final”.



 



Diario Jornada


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