Alberto Fernández confirmó las PASO y avanza con el plan que exaspera al kirchnerismo

El presidente no contesta agravios de La Cámpora y cree que Cristina Kirchner tiene peor imagen que él. Tranquiliza a su equipo y sueña con jugar las PASO con recuperación económica mediante.



"Vos no te calientes, no les da la nafta, no son tan importantes", le dijo Alberto Fernández a un ministro que puteaba en voz alta harto de los tironeos y operaciones que padece por parte de La Cámpora desde que asumió. Otra vez referentes de la agrupación que fundó Néstor Kirchner para aglutinar jóvenes y revivir la épica setentista habían hecho correr el rumor de que el ministro se iba, de que había corrupción, de todo lo peor. Quienes lo visitaron estos días se llevaron algunas conclusiones: lo ven seguro, con ganas de jugar las PASO y con la actitud de negociar el achicamiento del tiempo entre las primarias y las generales, pero no derogando el invento de Kirchner. "Una cosa es pasar de 90 días a 45, otra es violar una norma electoral, Alberto no va a negociar eso, un tipo con 5.300 obras en marcha y un plan económico por delante no se baja", comentó un hombre que compartió una mañana en Olivos la última semana.



Alberto ya desarrolló una resiliencia propia de los estoicos, y evita subir la apuesta cuando las embestidas le tocan la puerta con una parsimonia que enerva a los enemigos íntimos del Gobierno, que forman parte de él y que empiezan a hocicar el posicionamiento para el año que viene de cara a las PASO de las que el presidente tiene decidido participar. El estoicismo presidencial exacerba al cristinismo más adolescente y tardío, habitualmente antidemocrático y visceral, que se arrepiente de haberlo elegido y sienten que tiene de rehén al Gobierno. Son conscientes de que Hugo Moyano, Kelly Olmos y Aníbal Fernández siguieron órdenes de Alberto para apoyar su candidatura en las PASO. No se equivocan.



Hay mucha bronca del cristinismo con Alberto Fernández. Entienden que su única obsesión por participar de las internas abiertas y obligatorias es perjudicar al espacio político que integra y saben que su capacidad de interferir en la Justicia para beneficiar a Cristina no existe. "No quiso, no supo y no pudo, un poco de cada cosa", se sinceró un peronista amigo del presidente que no deja pasar más de dos días sin hablar con él. Es un debate interno que se está dando en cada despacho del Congreso, donde hoy se cocina buena parte de la política con la injerencia directa de Cristina Kirchner y las directivas por WhatsApp de Sergio Massa. Los operativos de seguridad con la llegada y partida de Cristina sorprenden a todos, pero saben que el estrés que sufrió la noche que la quisieron matar tiene consecuencias para siempre. Durmió abrazada a su nieto y su hija en su cama cuando llegó a su departamento y vio las imágenes con la pistola en la cara. Quedó en shock y juran que nunca la vieron así. Florencia le sigue exigiendo que deje la política.



Todos quieren evitar las PASO y algunos sospechan que el oficialismo saldrá tercero, detrás de Juntos por el Cambio y de Javier Milei. La imagen negativa de la vice es tan alta que el propio Alberto cree que en la interna perdería con Cristina, pero que en la calle él está mejor con la opinión pública que ella. Cristina y Massa estuvieron esta semana abocados a porotear lo que viene de cara al Presupuesto que podría aprobarse el 17 de este mes si el miércoles así se dictamina. Ricardo Guerra, hombre coreocentrista pero fiel sólo al peronismo, hace equilibrio entre los dislates de Ricardo Quintela, gobernador chavista de la empobrecida La Rioja, y los pedidos opositores, con quien los cafés se toman a diario y hasta tarde. Confió así entonces la presidenta del Senado en Guerra el armado del presupuesto en la Cámara Alta y lo mismo hizo Sergio Massa, quien sabe de la habilidad del riojano y lo tomó como portavoz para las obras y facilidades de la zona, evitando el contacto con el gobernador, que ostenta el anómalo título de tener la peor imagen del país hace ya tiempo. 



Alberto habla con su equipo constantemente y el estilo budista que adoptó lo tiene más contento que la confrontación, no hay más diatribas, sólo decisiones y avances en su plan que incluye la posibilidad de bajar las PASO tras una larga negociación con Eduardo Wado de Pedro, sin dialogar con Cristina. Alberto cree que si hay PASO pueden hacer más grande la laguna donde pescar votos, todo lo contrario a un escenario del cristinismo partido y un albertismo oficial como fronting de la crisis en el menú electoral. En el peronismo se empieza a bosquejar la partición del movimiento, con un sello como Unidad Ciudadana. "Que se quede con el peronismo, no hay problema, nosotros nos quedamos con los obreros, La Cámpora, el cristinismo, los sindicatos y el financiamiento, que tenga suerte", dice apurando el último café del día un peronista bonaerense con una treintena de años de armado en sus anchas espaldas. 



En esa negociación aparece el nombre de Gerardo Morales, trabajando hace tiempo desde temprano para darle la batalla interna a Mauricio Macri y cada vez más cerca de los enemigos de Macri. Dicen que en reuniones privadas Morales habría asegurado al kirchnerismo lograr que se levanten los diputados que se tengan que levantar para que las PASO dejen de existir. Sería el fin de la unidad de JxC y el nacimiento de una nueva candidatura para ser vicepresidente de Facundo Manes, hoy ensimismado en su candidatura personal de la mano de su hermano, Gastón. 



Así entonces, el presidente sigue asegurando en privado que la inflación es un tema de su absoluta preocupación, pero que la recuperación económica está en marcha y que los síntomas se van a empezar a sentir más tarde que temprano, antes de ir a votar.  El poder, optimista, sigue pensando que los medios tergiversan y son opositores, no críticos. Así entonces, el presidente debería ser consciente de que con los nervios y agresiones a la prensa de Gabriela Cerruti al mando de la comunicación, difícilmente mejore el vínculo con el periodismo.


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