¿Giro de 180 grados para Argentina durante el 2020?
El 10 de diciembre del 2019 Argentina dijo adiós a cuatro años de presidencia de Macri, que llegó con la esperanza de reactivar la economía de una de las naciones con más potencial del globo, pero que no solo no ha servido de revulsivo a una economía en estado catatónico, sino que ahora le debe al Fondo Monetario Internacional (FMI) la friolera de 44 000 millones de dólares.
Y aunque se haya convertido en la parte más conocida de la deuda externa del país, no es ni mucho menos la parte del león, puesto que a lo que se le debe al FMI, habría que sumar cerca de 260 000 millones de dólares más.
Argentina en el contexto Sudamericano
Si nos atenemos a los últimos datos disponibles por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que datan del 2018, Argentina es la líder en deuda externa, tanto en términos porcentuales como en términos absolutos.
Como lo que más importa es la cantidad de PIB comprometida por el déficit, ordenaremos a los países siguiendo ese mismo dato, el del porcentaje sobre el PIB. Evidentemente, aunque Brasil tenga menor porcentaje de deuda que El Salvador, en millones de dólares la deuda de Brasil es mucho mayor que la del Salvador. Aclarado este punto pasemos a ver el particular ranking de la deuda:
El Salvador; con una deuda sobre el PIB del 33,2% es el subcampeón de la deuda. Su PIB es de 26 057 000 millones de dólares (última actualización también en el 2018) y su población es ligeramente superior a los 6 400 000 millones de personas.
Ecuador; cerca del segundo puesto, el país gobernado por Lenín Moreno tiene una deuda del 32,6% de su PIB, eso sí, cuenta con reservas petrolíferas y un PIB de más de 100 000 millones de dólares.
Panamá y Uruguay; con datos de porcentaje de deuda sobre el PIB muy similares, 31,6 y 31,4% respectivamente, estos dos países ocupan el cuarto y quinto puesto en el ranking de la deuda.
La deuda de las otras dos grandes economías del subcontinente, Brasil y México, se sitúa en un envidiable 9,1% y 8,1% respectivamente. El PIB es de más de 2 billones de dólares en el caso de Brasil y de más de 1 billón de dólares en el caso de México.
Como vemos, aunque Brasil o México tengan porcentajes de deuda mucho menores, en términos absolutos su deuda es de cerca de 200 000 millones de dólares en el caso de Brasil y de unos 80 000 millones de dólares en el caso de México, es decir, un volumen de deuda mayor que el PIB total de muchas economías, no solo de Sudamérica, sino de todo el mundo.
Aun así, nuestro porcentaje de deuda es mucho menor que el de economías ricas, como pueden ser EE. UU., Japón, Italia o España, que en muchos casos tienen compromisos de deuda mayores que su propio PIB.
“Dólar solidario” como forma de devaluación encubierta
Desde el 28 de diciembre entró en vigor un impuesto del 30% en la compra de dólares estadounidenses, con el objetivo fundamental de frenar la demanda de dicha divisa. Por lo tanto, un dólar pasó de costar 63 pesos a costar 82.
Esta nueva medida se suma a las medidas adoptadas por el anterior gobierno en esta misma dirección, como por ejemplo la restricción a la compra de un máximo de 200 dólares por ciudadano argentino y mes, al menos en el mercado regular.
Estas medidas fueron tomadas para limitar la adquisición de dólares, ya que los argentinos que tienen un remanente a final de mes cambian sus pesos por dólares a fin de que la inflación no devore el ahorro.
Los dólares son útiles por diversas razones, por ejemplo para adquirir bienes en el exterior del país, o para operar en aplicaciones móviles para comercio online, aplicaciones que nos abren la posibilidad de comerciar con acciones, materias primas, índices, divisas, criptomonedas etc. mediante trading con CFDs (contratos por diferencia). Las operaciones mediante CFDs no son inversiones como tales, ya que en ellas no poseemos el activo con el cuál negociamos, sino que se crean contratos en los cuales el beneficio o perdida es la diferencia entre el precio del activo en el momento de abrir la operación y el precio del activo en el momento en el cual se cierra dicha operación. Nuestra predicción sobre el precio puede ser al alza o a la baja, es decir, podemos predecir que el precio va a subir o a bajar. Debemos informarnos de las distintas herramientas de gestión del riesgo que existen y como utilizarlas para limitar perdidas en caso de que fallemos en nuestra predicción. Es muy importante apuntar que las operaciones con CFDs conllevan riesgos muy altos para el capital del inversor minorista o sin experiencia; por su gran complejidad y las características intrínsecas de este tipo de operativa no son recomendados para inversores minoristas por los distintos organismos reguladores internacionales.
Por lo que, antes siquiera de pensar en empezar a operar es imprescindible estudiar en profundidad qué es un CFD y cuáles son los riesgos y responsabilidades que implica, así como
sus características; como el apalancamiento, que es operar con más dinero del que realmente se tiene aportando nosotros solo un pequeño depósito como garantía. Esto, como es lógico, conlleva tanto mayores ganancias como mayores pérdidas potenciales que si solo realizáramos la inversión con nuestro capital disponible. Además de, por supuesto, realizar un profundo estudio de los mercados y sus eventualidades (volatilidad, brechas en los precios que pueden suceder cuando se abren los mercados, el propio retardo de internet etc.) que pueden hacer que, aun teniendo experiencia, estudio y compresión de qué es un CFD y a pesar del uso de herramientas de gestión del riesgo, nuestra orden no se ejecute al precio fijado por nosotros, haciendo que perdamos o ganemos más dinero del esperado (que puede ser mucho o poco). Tendremos que informarnos bien de cuál es la política del bróker elegido para estos casos, si nos garantiza al 100% las órdenes de protección en estas situaciones o no, si cobra más comisiones o no etc. Existen muchas páginas especializadas y opiniones ahí fuera que debemos analizar antes de poner nuestro dinero en manos ajenas.
Como vemos, el dólar sigue siendo la moneda “oficial” del planeta, tanto en su faceta de dinero utilizado para intercambio de bienes y servicios, como forma de ahorro, y mucho nos tememos que ni Macri ni Fernández podrán cambiar este hecho.