Puntos De Vista

Hecha la Ley

Alguna vez Eduardo Galeano escribió: “El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha”. Se trata, quizás, de una frase aplicable a los tiempos que vivimos, o mejor dicho, a los que atraviesan algunos legisladores que quieren hacernos creer que con un violín se puede guitarrear.


Por eso tampoco resulta extraño que un representante de
intereses corporativos o transnacionales dedique su cinismo para engatusarnos
con que trabaja para la gente que lo necesita, cuando en realidad no sólo eso
no lo cree ni su madre sino que jamás estaría dispuesto a meterse en la
política para perder un centavo de su bolsillo. No existe ni cabe esa
posibilidad, al menos no por ahora en estos casos a los que aludimos. Por lo
tanto, quien sale a trabajar para el poder dominante, algún rédito buscará tener
en el ejercicio de la cosa pública. Y nadie puede salir limpio si decide
hundirse en el barro, esa es una verdad de Perogrullo. Aunque igual están los
tibios, es decir, aquellos que en el barro meten una mano, luego la sacan,
intentan demostrarse a sí mismos que no se mancharon, después insisten y así
hasta que, aunque menos expuestos, igual quedan embarrados.


Jugar en el barro. De eso se trata el poder. Es lo que nos
ha venido demostrando la política en nuestra provincia a lo largo de las
últimas décadas. Y hay quienes conocen ese juego como de vinos conoce un
enólogo. Y en esa tesitura logran lo que en cuatro años no lograrían estando
alejados del "mundo de las decisiones”.


Llamativamente, estas personas, que se nos ríen
descaradamente, mienten a cara descubierta confundiendo a la ciudadanía a
sabiendas –o no- de que cuentan con los votos de esa mayoría burocratizada y
alineada al pensamiento absolutista.


Entre tanto que dejó la última sesión, curiosamente el
diputado Alejandro Victoria, uno de los legisladores contrarios a la reforma,
dicen que mencionó ante sus pares la "Fábula del Rey Desnudo”, que tiene varias
adaptaciones, pero se trata de aquella historia en la que el típico rey
déspota, con motivo de un aniversario más de su reinado, pide a su sastre la
construcción de un traje especial. La historia, en definitiva, concluye con el
sastre haciéndole creer al rey que la tela que usará solamente será visible a
los ojos de las personas buenas e inteligentes, que en realidad nada de eso era
cierto. Por lo tanto, cuando afronta la multitud durante el día festivo, aunque
todos lo ven desnudo, nadie se atreve a decirlo; hasta que un pequeño rompe el
silencio y ya todos comienzan a reír.


Pero lo interesante de la historia es una de las moralejas:
"Mientras existan los aduladores, existirán las tiranías”. Toda una definición,
aunque desconozco si el legislador la mencionó durante la sesión.


Pero, igual, ya está. No me voy poner serio ahora que
termina el 2014 y que la reforma de la Ley de Lemas es cosa vieja.


Aún así, entre generalidades, pienso que la realidad tiene
la facultad de saber esperarte durante un largo año para luego, en un abrir y
cerrar de ojos, meterte los golpes todos juntos hasta que al cierre del último
round te ves pidiendo la hora poco antes de que llegue Año Nuevo, doblegado
ante el sabor de una cerveza bien fría.


Al fin y al cabo, la vida del voto puede asemejarse a la de
aquel púgil que antes de morder la lona una vez más, y con el último aliento de
su existencia, emboca el golpe final en el mentón de su todopoderoso rival. Y
por ahí, quién te dice.



 


 


*Claudio Álvarez, Periodista.