La Emperatriz de San Julián

Un día dejó de llamarse Berta para adoptar el titulo de Emperatriz. La vida de la alemana Berta Freytag sobrevuela entre el mito y la leyenda en la salvaje Santa Cruz de fines de los años veinte.

*Mario Novack



No se habían acallado los ecos de las huelgas rurales ni el dolor por la salvaje represión con fusilamientos masivos registrados durante los años de la Patagonia Trágica. Allí, donde precisamente se produjo la única rebelión triunfal en ese enero de 1922, la de “las putas de San Julián”, que con escobas y verdades pusieron en fuga a la tropa.



Pero quien era esta mujer cuya existencia misteriosa sigue hasta el presente, en datos que solo aparecen en citas parciales y en una leyenda que se ha establecido en décadas en Puerto San Julián.



Al parecer esta América prometida no era para todos igual. Mario Markic, en el libro “Patagonia de Puño y Letra” dice que “El 6 de enero de 1923, el Vapor Vigo zarpó desde Hamburgo, Alemania llevando a Berta como institutriz bajo las ordenes de Ella Hoffmann y sus tres hijas, la mayor María y las gemelas Ysa y Asse.



Un mes después, previa escala en Buenos Aires,  desembarcaron en el puerto de San Julián. Allí las aguardaba Hermann Brunswig, padre de las niñas y marido de Ella Hoffmann, administrador de una típica estancia ganadera.ubicada cerca del lago Ghio, en plena estepa patagónica.





Los recién llegados no demoraron mucho en tomar contacto con el rigor del escenario. Caminos inexistentes, distancias infinitas y la salvaje aparición de choiques y guanacos: la fauna autóctona.



Demoraron tres días en llegar. Lo hicieron a bordo de un auto irrompible, uno de los pocos que había disponibles. Desde ese momento, la protagonista tendrá un continuo y apasionante intercambio epistolar con su madre Emma Augusta, apodada Mutti, que no abandonaría nunca.  



Esas cartas se convirtieron en un diario de familia, profuso en descripciones sobre la vida y costumbres en un lugar remoto, desconocido y rígido. También se transformaron en un ejercicio para comprender el difícil asentamiento de los colonos en una geografía dura, donde lo que abunda es la escasez de escuelas, de salud, de medios de comunicación, de seres humanos.



Hermann Brunswing y Ella Hoffmann se habían casado el 24 de mayo de 1914. El emigró a la Patagonia en 1919, después del desastre de la Primera Guerra, sin saber nada de ovejas y con la condición de pasar dos años, que se hicieron casi cuatro, para aclimatarse y aprender el trabajo sin la compañía de la familia.



Antes de llegar al destino patagónico, Hermann había trabajado como ovejero en la Estancia Anita, a orillas del Lago Argentino, epicentro de uno de los pasajes más cruentos del levantamiento obrero de las estancias, motorizado por anarquistas y de la posterior represión del ejército.



El inmigrante estuvo prisionero de los huelguistas. Después, hizo tareas durante la exploración del Río Baker, en Chile, hasta que se afincó en la estancia Lago Ghío, un territorio de 250 kilómetros cuadrados con diez  mil ovejas para cuidar.



Este era el nuevo mundo que habría de conocer Berta Freytag, institutriz y cocinera que había accedido a acompañarlos en este desafío..



Berta había nacido en la ciudad de Kiel, puerto alemán sobre el mar Báltico, que se destaca por ser una de las bases navales alemanas desde 1860. De familia de escasos recursos, se empleó como cocinera y mucama en la casa del general Franz Sydow, en Berlín.



Además del general, en esta casa vivían su esposa y una hija de ella que esperaban, con sus tres niñas pequeñas, la oportunidad para viajar a la Patagonia argentina y reunirse con su esposo”.



En su libro “Allá en la Patagonia”, se traza un rico relato acerca de las circunstancias que determinan el posterior destino de la futura “Emperatriz de San Julián”, diciendo de Berta:  “ marchita la flor de su juventud, no brillaba por su belleza, pero era eficaz y diestra en su trabajo, cocinera de primera y devota a nuestra familia".



Berta llega a la Patagonia y, de acuerdo al relato de Ella Hoffmann, no se adapta. Abandona su trabajo, sin dar mayores explicaciones. Las razones que esgrime el texto son escasas y siembran la duda en el relato unilateral.



Sin embargo señala que el comportamiento de Berta en el barco había sido ya "extraño e insubordinado", como premonitorio de lo que con posterioridad sucedería.

"En el barco Vigo, en el que viajamos a Buenos Aires, la disciplina de la tripulación dejaba mucho que desear, los camareros eran muy arrogantes.



Berta, por su parte, no tardó en adaptarse al ambiente de a bordo, y hasta llegó a jugar un cierto papel en el mismo, desechando, a mi juicio, su modestia y discreción." Estas son palabras sumamente elípticas para describir la actitud de quien ingresaba a un nuevo mundo de libertades, seguramente contrastado con todo lo ferreo que resultaba su vida hasta ese momento.



 





"En San Julián el destino me jugó una mala pasada: Hermann no había podido venir a buscarnos y llegamos justo para el carnaval, de modo que tuvimos que pasar tres días en aquel mísero poblacho.



El carnaval y su corso eran el suceso cumbre del año, y es de imaginarse el aire festivo en los numerosos bares y boliches. Desde la ventana de nuestro hotel mis hijas y yo observábamos el bullicio nocturno, que me parecía extraño, pero divertido.



  No pude frenar a Berta, quién se abalanzó con frenesí a la fiesta salvaje. Pronto adquirió cierta celebridad en la pequeña ciudad, que carecía casi por completo del elemento femenino, amén del europeo, con aires modernos y de independencia. ¡Respiré con alivio cuando por fin partimos...!"



Pero, finalmente, Berta abandona su trabajo, y no para volverse a Europa.

Primero consigue trabajo como cocinera, en el Hotel Aguila,  pero no tarda en cambiar de oficio: "De su vida posterior nos fuimos enterando esporádicamente y en fragmentos.



Las escalas se llamaban: policía, comisario...Iba de mal en peor, tal como Hermann había pronosticado". Berta se había dedicado a la prostitución, pero su antigua empleadora no lo transmite en forma clara y directa a sus hijas.



  Deberá pasar una generación entera entre madre e hija para que se diga, apenas un poco más abiertamente qué ha pasado: "No sé si me engaña mi imaginación, pues con mis ocho años era imposible que yo ubicara a Berta correctamente en su nueva función social, y menos todavía que "una mujer decente no se viste de rojo", pero "algo raro" intuía y me mantenía a distancia 



En la provincia se vivían tiempos de desazón por el brutal aplastamiento de las huelgas rurales que tuvieron su epicentro en los establecimientos rurales, cuando reclamando la libertad de los obreros detenidos en Río Gallegos, la huelga se extendió por toda la provincia.



Los datos más certeros hablan de una muerte violenta llegando al año 1930 y su figura se ha convertido en un emblema de la historia contemporánea de San Julián. Obras de teatro y cortometrajes han sido rodados en condiciones donde se destaca la meretriz alemana, junto a otras mujeres cuyas vidas fueron atravesadas por el dolor y el sufrimiento.



No sabremos a ciencia cierta si fue una elección meditada o producto de la desesperación la de Berta Freytag, de dedicarse a la prostitución. Pero eran tiempos donde el proxenetismo, además de entregar jugosos dividendos otorgaba una cuota de poder económico y político.





“Mucho tiempo después, en la década de 1980, en Berlín, María Brunswig de Bamberg -una de aquellas pequeñas con las cuales Berta llegó a la provincia de Santa Cruz y que escribiera el libro “Alla en la Patagonia”, tuvo posibilidad de conocer más acerca del destino de Berta..



Se encontraba brindando una conferencia el periodista y escritor Osvaldo Bayer. Al finalizar le preguntó si en sus trabajos de investigación sobre la vida patagónica había tomado conocimiento de Berta Freytag. ‘Cómo no -le contestó Bayer- Berta Freytag fue amante del comisario del pueblo durante muchos años, hasta que un día éste la ultimó de dos tiros, por celos’".



Así, entre el misterio y el ocultamiento, fue creciendo la figura de esta mujer que llegó a Santa Cruz como la alemana Berta Freytag y murió conocida como “la emperatriz de San Julián. Dos identidades: igual a los disparos que terminaron con su vida.


Más de Locales