“Un violador suelto en Santa Cruz”

Muchos de los que, hasta hace poco, esgrimían artilugios legales para sacar de la cárcel a violadores y abusadores, hoy quieren ponerse al frente de los justos reclamos de las mujeres.“Breve historia del abuso sexual en la Argentina”.

* por Federico Andahazi



Eso es lo que ha dicho Máximo Kirchner: “Tenemos que ponernos al frente de las demandas como las del colectivo de mujeres”, declaró frente a las denuncias de militantes abusada en La Cámpora. Pero la historia sirve para saber quién es quién.



Viajemos a 1982. Una destemplada mañana patagónica en Río Gallegos, la población amaneció con una noticia trágica: una adolescente había sido violada. No era frecuente que en Santa Cruz sucedieran ataques sexuales.



Se sumaban datos escalofriantes que corrían de boca en boca: la violencia de la agresión y el aterrador aspecto del violador que ocultaba la cara debajo de una máscara negra.



Tiempo después, un segundo ataque, idéntico al anterior, sembró el pánico en Río Gallegos. La víctima, otra mujer joven, relató que el violador, tenía también la cara cubierta.



El jefe de policía local y sus colaboradores intentaban llevar calma a la población. Pero a los pocos días, un nuevo ataque. Era el primer violador serial de Río Gallegos y los medios lo bautizaron “El sátiro del pasamontañas”.



De acuerdo con uno de los relatos, el violador amenazaba a sus víctimas con un arma semejante a la que usaba la policía. Resultaba llamativa la impunidad con la que actuaba el “sátiro”. No sin suspicacia, muchos vincularon estos dos hechos y dirigieron la mirada a la propia policía.



Sin embargo, una nueva violación parecía desmentir estas sospechas: el sátiro del pasamontañas había abusado de la ahijada de un ex Jefe de la Policía de la provincia. Pocas horas después, con todas las fuerzas movilizadas, la policía, logró atrapar al violador.



Cuando el indignado jefe policial, que había jurado vengar el honor de su ahijada, arrancó de un tirón el pasamontañas que cubría la cara del criminal, la sorpresa se impuso a la furia. ¿Quién era el sátiro? Se trataba del oficial Gómez Ruoco, Segundo Jefe de la Policía Federal de Río Gallegos.



El caso llegó a la justicia. La acusación quedó a cargo del Dr. Rafael Flores, un honesto abogado y militante justicialista que había sido detenido en los comienzos de la dictadura militar en 1976 junto a un compañero de militancia. Sin embargo, el propio Rafael Flores se ha ocupado de aclarar que jamás fue funcionario de la dictadura, que su participación en el juicio fue como fiscal ad hoc.



Rafael Flores, como fiscal, ejerció una acusación impecable contra el policía violador, destacando la gravedad de los delitos contra las menores. No temió al inculpar a un alto funcionario policial de la dictadura militar, un represor que hacía trabajos de Inteligencia.



Rafael Flores no sólo tuvo la valentía de sostener su posición ética y jurídica, sino que soportó estoicamente los argumentos de la defensa del oficial abusador.



El violador había contratado para su defensa a un estudio jurídico que patrocinaba a las grandes empresas de Río Gallegos. El letrado del abusador apeló al repertorio de las artimañas jurídicas, tecnicismos y de las chicanas descalificatorias.



El argumento de la defensa insistía en el hecho de que la obligación a practicar sexo oral forzado no constituía violación. Este argumento, éticamente inaceptable, no sólo agregaba humillación al abuso, sino que ofendía a la víctima, vulneraba su integridad moral y sumaba daño anímico al tremendo daño físico.



De hecho, es una argumentación cuya lógica reside en culpabilizar a la víctima para exculpar al victimario. Frente a los tecnicismos irritantes de la defensa, Rafael Flores se indignaba en silencio. Sobre aquella polémica, evocó: “Es una discusión técnica que a mí siempre me pareció indignante. Era una discusión que no podía existir. Yo tengo dos hijas y pensaba en ellas, ¡mirá si no voy a decir que a mi hija la violaron!”.



Finalmente se hizo justicia. El tribunal, escuchando los argumentos del fiscal ad hoc y en vista de los horrendos abusos cometidos por el oficial Gómez Ruoco, dispuso condenar al acusado a 19 años de prisión, una pena muy cercana a los 22 años que había pedido Flores.



La reacción de los apólogos de la dictadura militar no se hizo esperar. El entonces fiscal de la causa recuerda que no bien se enteró del fallo, un juez a cargo de un juzgado Federal lo increpó con dureza.



“¡Vos sos un hijo de puta, por culpa tuya condenaron a un héroe de la lucha antisubversiva!”. Esas fueron las palabras referidas a Gómez Ruoco que debió soportar Flores.



No caben dudas acerca de la semblanza moral del policía en cuestión: un comisario violador que había abusado de varias mujeres, algunas menores de edad y, por añadidura, cumplía tareas de espionaje y represión para la dictadura militar. ¿Quién había asumido la defensa de este personaje?



Rafael Flores afirmó sin vacilar: “ El estudio que lo defendió fue el del Dr. Kirchner. Eso es un hecho.” Sería imposible que Rafael Flores no recordara a su compañero de militancia, aquel con quien compartió unas pocas horas la celda de una comisaría cuando fueron demorados al comienzo de la dictadura. Fuente: radiomitre.cienradios.com



 


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