Las mil historias del Fournier

 El suboficial Ramón Chávez observó la ría y se acordó por un momento de su Concordia natal. “Aquí falta verde” pensó mientras caminaba rumbo al centro de Río Gallegos.

*Mario Novack



Era uno de los 77 tripulantes de la embarcación que por tres días había atracado en el puerto de nuestra ciudad con el fin de aprovisionarse, antes de continuar viaje hacia Ushuaia. En esta escala pensaba comprar algún presente para su hija Petrona, de 12 años, que había quedado en Bahía Blanca junto con su madre.



Ramón tenía el grado de suboficial de mar y había iniciado su carrera militar en la Armada, destacado en la Base Naval de Puerto Belgrano, en la ciudad de Punta Alta. Poco después se casó con una bahiense del barrio de Villa Mitre.



Chávez había decidido que ese sería el último viaje de su actividad militar, ya que había pedido el retiro, según relata Petrona su hija. Estaba a pocas horas de la tragedia más importante hasta entonces, de la historia de la Armada Argentina.

 



Río Gallegos, en tanto vivía los conflictos de la pequeña capital de Territorio, con sus poco más de seis mil habitantes. Todavía en las calles se hablaba del enfrentamiento  que el gobernador peronista Rafael Lascalea mantenía con los dueños de los prostíbulos que había llevado el año anterior a su clausura.



Esos tres días de permanencia del Fournier en Río Gallegos sirvieron también para que la tripulación y algunos acompañantes conocieran la ciudad e inclusive pudieran almorzar y cenar en los restaurant  y hoteles de entonces.





El comandante de la embarcación había sumado en este viaje a su cuñado y su suegro, el Dr. en Química Raúl Ernesto Wernicke, (ver aparte) destacado profesional egresado de la Universidad de Buenos Aires, a punto de cumplir 60 años.



El día 21 de setiembre todo estuvo listo para la partir rumbo a la ciudad de Ushuaia, pequeño puerto capital del Territorio Nacional de Tierra del Fuego y que era sede temporal del Rastreador Fournier, en un viaje que usualmente duraba un día.



La demora en su llegada y falta de comunicación encendieron los alertas en la Base Naval de Ushuaia y se solicitó a la gobernación, un avión para comenzar las tareas de búsqueda. Al no arrojar noticias el patrullaje aéreo, se dispuso el inicio del operativo de búsqueda con medios navales y aéreos.





Los días fueron transcurriendo de modo angustiante ya que se carecía de éxito en la búsqueda y las condiciones climáticas lo habían transformado en una odisea.



El día 3 de octubre la estación de comunicaciones transmitió que un avión argentino había avistado restos de un naufragio en Punta Cono, ante esta novedad fueron destacados los buques Bahía Blanca y al Sanavirón hacia ese punto. Ese día, durante la tarde, se encontró en esa área dos lanchas rotas del Fournier, un cuerpo no identificado y un salvavidas. A partir de este hallazgo se comenzaron a enviar naves hacia la zona probable de naufragio.



A los cadáveres encontrados por un poblador chileno frente a la Caleta Zigzag se le sumaron dos cuerpos hallados por las naves argentinas a orillas del canal San Gabriel De los relojes encontrados en dos cuerpos se observó que estaban detenidos a las 04:20 y 04:25, presumiéndose que el accidente se produjo minutos antes.



Las esperanzas se desvanecían y las autoridades chilenas que prestaron su apoyo en todo momento con hombres y embarcaciones, notificaron que una aeronave chilena había registrado una imagen que parecía ser una balsa con ocupantes.



El buque trasandino Lautaro, enviado al lugar, encontró a 20 metros de la playa un bote con cinco cuerpos sentados en la borda, con los pies hacia adentro, abrazados y acurrucados unos contra otros. Los cadáveres correspondían al Comandante, Carlos Negri; el 2º Comandante, Teniente de Fragata Luis Lestani; los suboficiales de Mar Ramón Chávez, Electricista Ernesto Rodríguez; Cabo Principal Señalero Juan Luca. Tambien se rescataron los cuerpos de los marineros Manuel González, Eliberto Bulo, Valerio Gaicano y Miguel Lucena y un quinto que no pudo ser identificado.





Los cadáveres estaban vestidos con capote y ropa de abrigo, pero a pesar de ello su piel estaba ennegrecida por el intenso frío. Los cuerpos fueron trasladados al Lautaro, donde se los acomodó en la toldilla (popa), y fueron cubiertos por una bandera chilena; desde allí el patrullero tomó rumbo a Punta Arenas.



Oficialmente el gobierno argentino reconoció, el 4 de octubre de 1949, la tragedia. A partir de allí, la información fue publicada en distintos medios locales y nacionales. Por entonces, una familia de Río Gallegos también fue sacudida por la fatalidad: el 27 de setiembre moría en un accidente aéreo el piloto de aviones Norberto Fernández Lorenzo, a los 37 años, de regreso de Ecuador.



Del total de 77 tripulantes sólo pudieron ser hallados los cuerpos de nueve de ellos, en una antesala de lo que fue el siniestro del Submarino A.R.A. San Juan. La repercusión de la noticia fue muy fuerte en la Base Naval Puerto Belgrano y las ciudades de Bahía Blanca y Punta Alta.



El velatorio del suboficial de mar Ramón Chávez se realizó en su domicilio de la calle Garibaldi 278 de Villa Mitre. Familiares, vecinos, la guardia de honor de Infantería de Marina y otros efectivos formaron un numeroso cortejo que llegó hasta la estación Sud.



Luego sus restos fueron velados en el Palacio Municipal de la ciudad de Bahía Blanca. Otro tanto ocurría en la ciudad de Buenos Aires, donde se produjo el arribo de los restos de las victimas.



El entonces presidente Juan Domingo Perón dispuso la suspensión de los actos previstos para el 12 de Octubre en lo que definió como una tragedia nacional. El reconocimiento hacia los desaparecidos del rastreador cobró dimensiones nunca vistas ante una catástrofe nacional.



De hecho el homenaje siguió a través del tiempo materializado en sellos postales, monumentos, estaciones de ferrocarril y líneas de transporte urbano. El pueblo argentino se adhirió al dolor causado por el naufragio, calificado por los medios de prensa como “más grande pérdida sufrida por la Marina de Guerra”. Oficialmente se indicó que el hundimiento había sido producto del choque de la embarcación con una piedra.



Participaron en las operaciones de búsqueda, entre otros, el transporte "San Julián", el rastreador "Spiro", los remolcadores "Chiriguano" y "Sanavirón", el buque hidrográfico "Bahía Blanca" y la fragata "Trinidad". Por su parte, la Marina chilena dispuso al patrullero “Lautaro”, a la barcaza “Isaza” y el remolcador de alta mar “Colo Colo” para el operativo.



En nuestra ciudad, en la Avenida Perón nace la avenida Tripulantes del Fournier que recorre hasta la calle Piloto Lero Rivera, como homenaje a los integrantes de la embarcación.





Raúl Ernesto Alberto Wernicke 



(Rosario,28 de setiembre de 1888 – Estrecho de Magallanes 1949) fue un físico y químico argentino.

Cursó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, recibiendo en 1912 el doctorado en química. En 1913, junto con Alfredo Sordelli, obtuvo una beca para continuar sus estudios en el Instituto Químico de Berlín, Alemania, donde trabajó con el químico alemán Walther Nernst.



A su regreso a Argentina comenzó a impartir docencia en física y química en la ciudad de Lomas de Zamora  para posteriormente dictar matemáticas en el Liceo Nacional de Señoritas. En la Universidad de Buenos Aires fue profesor de física en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y de física biológica en la Facultad de Medicina desde 1922.



Entre 1919 y 1934 trabajó en el Instituto Bacteriológico, en la sección de fisicoquímica biológica. De 1934 a 1947 dirigió el Departamento Nacional de Higiene del Instituto de Química. Fue uno de los fundadores de la Asociación Química Argentina, que presidió de 1924 a 1928 y de 1936 a 1944, y perteneció a la Sociedad Científica Argentina, a la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y a la Sociedad Argentina de Biología. Fue miembro de la Comisión de Distribución de Formol y Metanol, y en 1945 participó en la V Conferencia Bromatológica Nacional.



Murió el 22 de septiembre de 1949 en el hundimiento del buque rastreador «Fournier» junto a uno de sus cuatro hijos, mientras viajaban en busca de especímenes exóticos de fauna marina austral.



Quién le dio el Nombre al Buque



​ César Fournier, un aventurero franco-italiano de recia personalidad. Sus primeras hazañas se cumplieron en la costa del Maldonado. Allí, en setiembre de 1826, al comando de 2 pequeños lanchones, capturó la goleta Leal Paulistana, navío de considerable porte dotado con 8 cañones y 60 hombres. A fines de ese mismo año, defendió eficazmente el puerto del Maldonado, amenazado por un desembarco brasileño. Incorporado a la marina de guerra con grado de sargento mayor, comandó la Congreso que, en brillante campaña, se mantuvo dos meses en navegación tomando e incendiando barcos y haciendo un total de 24 presas. Al regresar, interceptado por los bloqueadores brasileños, su nave fue incendiada cerca de la Ensenada. Supo buscar y encontró luego capitales y firmas interesadas en invertir en sus actividades de corso, que a partir de entonces se desarrollaron de manera demoledora, restando a la escuadra brasileña sus marinos más avezados y sus embarcaciones más modernas.. El gobierno imperial, alarmado, organizó la persecución de Fournier y otros corsarios que asolaban esos lares. Organizó además - en convoy - el tráfico de sus transportes, empleando prioritariamente naves neutrales, que no podían ser atacadas. Las actividades corsarias declinaron a partir del año 1828 y la acción se desplazó entonces a las costas de África, donde medraba el tráfico de esclavos y sobre la ruta comercial a Portugal, viéndose obligado, por la distancia que había hasta el Río de la Plata, a negociar sus presas en Las Antillas, puerto más propicio para ello. A partir de este cambio, el gobierno de Buenos Aires perdió el control necesario y el corso comenzó a degenerar. (A fines de la guerra con Brasil, cuatro corsarios fueron condenados por autoridades británicas y holandesas, bajo la acusación de piratería.



 


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