Monseñor García Cuerva advirtió que tener cerrado un depósito con mercadería en una comunidad parroquial “es un grave pecado"

El obispo de Río Gallegos, monseñor Jorge García Cuerva, advirtió que en tiempos de pandemia tener cerrado un depósito con mercadería en una comunidad parroquial “es un grave pecado que clama al cielo”, al reflexionar sobre los encierros mentales, del corazón y físicos en los que se puede caer en ésta y otras situaciones.

​El obispo de Río Gallegos, monseñor Jorge García Cuerva, recordó que los apóstoles esperaban la llegada del Espíritu Santo en una casa, juntos, encerrados, tal como esta ocurriendo en la actualidad por la pandemia, pero lo hicieron con apertura de mente y corazón.



“Porque aparte de estar encerrados en casa, tenemos que tener cuidado de que no tengamos algunos encierros mentales”, sostuvo en la homilía de la misa de la solemnidad de Pentecostés.



El prelado puso algunos ejemplos de esos “encierros mentales” que cada uno puede tener: “Cuando decimos, yo tengo la razón, yo soy el dueño de la verdad”, “qué me vienen a enseñar a mí éstos, si yo sé lo que hay que hacer”, “acá siempre se hizo así”, “acá mando yo, soy el coordinador, si te gusta bien y si no…”



“Son maneras de expresar que tenemos cerrada la cabeza, pero también podemos estar viviendo encierros del corazón y les doy algunos ejemplos también: ‘lo odio, cerré el corazón definitivamente al amor, no lo voy a perdonar más, cerré definitivamente las llaves al perdón, para mí no existís’, o ‘esta es mi parroquia, yo me junto con los de mi grupo, esta es mi pastoral’”, agregó.



El obispo lamentó esta idea de encerrarse con los más conocidos y no abrirse a otros, no abrirse a la comunidad, e indicó que, además de “encierros de mente, encierros de corazón, también hay encierros físicos”.



Luego citó un encierro físico referido a esta época de pandemia, al que consideró grave siempre pero más en esta situación: “Lo que no podemos tener encerrados son los lugares en nuestras parroquias donde haya mercadería, casi diría que es un pecado que clama al cielo, que alguna parroquia en nuestra diócesis, o alguna capilla, tenga las puertas cerradas de un depósito, o las puertas cerradas de un armario donde haya mercadería, porque en este tiempo hay muchos que lo necesitan”.



“Tenemos que compartir, que no nos agarre ese vicio, digo yo, de viejo Vizcacha que guarda y guarda. Por favor, entonces, si alguien en alguna comunidad, quizás, no tenga cerrado el corazón, quizás no tenga cerrada la mente, pero tenga cerrado el depósito donde haya mercadería, sepa que en tiempos de pandemia eso es un grave pecado que clama al cielo, no te cierres al egoísmo, hay muchos que lo necesitan”.



Monseñor García Cuerva le pidió al Espíritu Santo que “nos abra la mente y que nos abra el corazón, para que pueda entrar y para que podamos entonces hacer nuevas todas las cosas, como nos dice el libro del Apocalipsis. Aunque también nosotros, igual que aquellos discípulos, estemos con las puertas cerradas de casa, aunque nosotros también estemos encerrados en la misma sala, en la misma casa, en el mismo hogar, ese encierro que nunca sea encierro de corazón, que nunca sea encierro del alma, debemos abrirnos a la novedad del Espíritu Santo”.



“A no aflojar, llenos del Espíritu Santo, los invito a que nos lancemos a la aventura de la Iglesia nueva, a pesar de las resistencias, a pesar del miedo al cambio, y a pesar de los encierros de mente y de corazón, ven Espíritu Santo”, concluyó.


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