De no creer

  No creo en la religión, así como tampoco en la historia de aquel que ve, oye y sabe todo, nos condena o perdona, fundando la más increíble de las historias de ficción cuyo propósito no es otro que disciplinar al hombre. A partir de ahí, mi desconfianza con muchas cosas de orden mas “mundano” si se le permite el termino a una escéptica. No creo en la justicia ensimismada pero que pone sobre la mesa debates de carácter público por el simple hecho de estar siendo “atacada” y entonces buscar el crédito del hombre común, como es el caso de la jueza Federal que estos días dio una extensa y afable conferencia de prensa para desmentir acusaciones. Tampoco me interesan las recicladas camadas de políticos que intentan mostrarse como un “inéditos” en la palestra y vienen desde hace tiempo imbricados ante las mineras y las petroleras a costa del pueblo. Mucho menos le creo a un gobernador que se nutre de una lógica victimista y demagógica, en la que busca refutar al que lo enfrenta posicionándose en un rol de víctima, paranoide, y resguardándose en la compasión ajena, incapaz de cualquier autocritica. Ya dijo Neatzche que “la palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio” y quizás por eso Peralta, que padece el síndrome del pato rengo, elije extremar así su relato, porque no tiene un objetivo personal en juego. Pero no creer tiene sus desventajas porque confirman en mí la teoría de que todo obedece entonces a cuestiones del capricho de quienes hoy están en el poder. El de la iglesia con un papa por el que Santa Cruz fue a un asueto, estructura en donde la fe no tiene precio pero que recibe millones por parte del Estado Nacional, o el del gobierno que entiende que en el “fuego amigo” esta todo permitido e intenta propagar el miedo y la inestabilidad más rápido que la peste. Por lo tanto, sobre esto último, el hecho de que los santacruceños estemos padeciendo desde hace ya más de un año esta diatriba mentirosa de los dos bandos de victimistas, - los camporistas y el Poder Ejecutivo-  no los convierte en otra cosa que en victimarios. Pero si acaso caemos en la cuenta de ello, entonces todo este escandalete que nos imponen a través de todos los medios sin un día de descanso es artificial. El problema es que mientras somos rehenes del capricho de ambos, alrededor de cien obras están paralizadas y la bolsa de desocupados en el gremio que enrola a los laburantes de la construcción se abulta, solo por dar un ejemplo. Ojo, Santa Cruz es una provincia atravesada por la política, no se habla de otra cosa y seria entonces necio obviar que ni siquiera el gremio es víctima ciento por ciento, máxime cuando hasta hace poco fue la fuerza de choque del gobernador y hoy apuestan a extender un acampe en Casa de Gobierno, dicen, que por directivas de Gerardo Fernández y De Vido. Un tema no menor es que si en esta provincia que es cuna del modelo, la obra pública esta parada, entonces el kirchnerismo está llegando con más sombras que luces a por estos lares. Vale recordar que la provincia le reclama al poder central la remisión de los fondos comprometidos para la obra pública ubicados en el orden de más de 250 millones. Da allí que ahora la UCR quiera que- al margen de las auto limitaciones que pretende imponerse Peralta con esos fondos- el gobierno trasparente su manejo para que las comunas reciban lo que les corresponde y gestiones de forma más independiente sus obras. Claro, la trampita está en que la gran mayoría de los jefes comunales no le rinde un carajo al Tribunal de Cuentas. (Me olvidaba, a los intendentes es a quienes menos les creo). El 2013 no arranco bien para el mandatario re-electo, que parece haber iniciado el abúlico viaje hacia el fin de su gestión, pero con un recurso mediático y discursivo agudísimo con el que organiza su operación anti K, creyendo que así podrá ganarse un lugar protagónico en la historia de los hombres que desde el federalismo desacreditaron al modelo. Lo que no sabe es que no existe tal lugar y que nadie recordara eso. Mientras tanto la pelea con los diputados camporistas -los que le pertenecen verdaderamente a la agrupación digitada por Cristina y aquellos que comulgan para no quedar afuera de todo- continua, pero ahí también el paso de la historia los dejará de lado ¿Acaso alguien se acuerda de las internas que le armaban a Paradelo, con juicios políticos y demás? Hasta hoy los enfrentamientos entre el legislativo y el ejecutivo no menguaron apostando siempre al desgaste. Y así como luego, en 1963 el triunfo balbinista fue opacado por una mayoría de votos en blanco, la gente que hoy recibe los coletazos de las peleuchas que se parecen más a las de vedetongas que a la de honrados representantes del pueblo, sabrá devolver el favor. “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” pensó Salvador Allende, que nunca sabrá que existieron los camporistas sin vocación para enfrentar a las operadoras. Esas que dominan los recursos y dejan una renta miserable y no garantizan un carajo, ni estabilidad, ni trabajo, ni siquiera su propia inversión. Evidentemente, esa representación del kirchnerismo en el terruño es una excepción al sedimento primero que fundó el modelo: el peronismo. Seguramente en esa mirada se posa la escandalosa solicitada del gobierno provincial, a la que se le añaden las pintadas con los símbolos de “Cristo Vence”, un asunto colgado, pero que de paso, les sirvió para chorear con el tema del papa alimentando la idea de una pelea entre Cristina y Francisco, bajo la premisa de ganarse unos porotos para salir en los medios de la corporación mediática. Lo cierto es que razones para descreer no me faltan, ni a mí ni a muchos otros desconcertados. Pero de lo que si estoy segura, es de que dentro de algunos años, quizás muchos, quizás no tantos, los que hoy son pibes se van a avergonzar de estas historias. Porque por suerte corren otros tiempos y lo que ahora nos quieren definir como “cruces mediáticos” serán recordados como la gran puesta en escena de los mentirosos que dilapidaron los recursos, generaron deuda y no nos dejaron ser ni creer. Por S.

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