María la "grande"
Cuantas mujeres que se destacaron en esta tierra dejando su huella por haber promovido cambios, luchando solas en muchas ocasiones, algunas debatiéndose en la más absoluta soledad. Muchas, que la lista sería tan extensa y no habría margen para no caer en la injusticia.
Colaboración de * Mario Novack
Pero la
elegida para este artículo vivió y gobernó esta región mucho antes que se
iniciara el proceso de poblamiento colonizador. Se llamaba "María La Grande”,
cacica tehuelche de la Patagonia, cuyos toldos variaban entre El Río Santa Cruz
y la bahía de San Gregorio en la región magallánica de Chile.
María La Grande, cacica
tehuelche, ha muerto. Su pueblo le rinde homenaje por tres días: quema en las
piras las mantas, el quillango de piel de zorrino, los aperos de su caballo.
Dicen que ese día de 1840 contaba 53 años. Algunos no creyeron en la muerte: su
figura seguía cabalgando por las tierras áridas del sur.
María fue la primera mujer
originaria en poner sus pies en las
Malvinas. En su vida, las Islas estuvieron presentes y fueron determinantes
para su registro histórico.
Tenía cinco años cuando el
Teniente Juan José Elizalde, designado
gobernador de Malvinas, la vió junto a sus padres; el cacique Vicente y su
mujer Cogocha que oficiaba de lenguaraz, la llamaban Mariquita.
Pero definitivamente fue el
comerciante José María Vernet, que le dio el apodo que registró la historia, en
1823 . Vernet había llegado a Puerto San José en busca de ganado cimarrón
actividad principal del puerto ubicado a unos 200 metros del antiguo
Fuerte destruído por un malón en 1810.
Igual destino se presagiaba para
los exploradores y empleados de Vernet. Un millar de indios habían rodeado las
instalaciones y esperaban solamente la presencia y la orden de su cacique.
Ni Vernet ni sus subordinados
podían imaginar que quien mandaba a esos guerreros era una mujer. Se llamaba
María y era la líder espiritual y militar de los tehuelches septentrionales. Su
dominio llegaba desde Carmen de Patagones al Estrecho de Magallanes.
Cuando todos esperaban el peor
desenlace, cuentan que María invitó a Vernet a negociar. Allí nació su apodo de "la
Grande”. Su decisión en la negociación y la figura imponente de María le
parecieron similares a la de la Catalina " la Grande”, emperatriz de Rusia.
María dejó en claro a los blancos
que todo lo que existía en territorio tehuelche les pertenecía y que si querían
el ganado cimarrón para la factoría debían dejar bienes a cambio.
Vernet era decididamente un
comerciante y sus actividades lo llevaron a las Islas Malvinas, donde seis años
después, en 1829, sería ungido como el
primer comandante político militar y Gobernador del archipiélago.
Con un grupo de 50 colonos, en su
mayoría gauchos armó la Colonia San Luis en la Isla Soledad.
El comercio de carne salada,
pescados en salmuera, sebo, cueros de lobo marino y ganado vacuno entre la isla
y los marinos exploradores llevó a que Vernet buscara la bendición de María La
Grande para crear una factoría y colonia de blancos en Bahía San Gregorio. Por
eso le cursó una invitación para que se llegara a Malvinas. La mujer que
lideraba al pueblo tehuelche pisaría suelo malvinense.
Las dos
Marías
La
leyenda dice que el viaje en barco fue difícil y que María La Grande sintió la
fuerza del mar en su cuerpo. La goleta al mando del segundo de Vernet en las
islas, Matthew Brisbane, había partido tiempo antes del continente con proa al
mar abierto. En las costas de la Isla Soledad, los colonos se reunieron a la
espera de los invitados.
Estaban nerviosos, sabían que los tehuelches tenían
costumbres diferentes: que no dormían en camas, vestían con cueros de guanaco o
zorrino y que jamás comerían pescado: su dios Elal había condenado a los
primeros tehuelches a convertirse en peces por haber violado un tabú sexual.
En
la comitiva estaba María Sáez de Vernet, llegada a la isla para acompañar a su
marido, a pesar de la hostilidad del clima. Apenas el bergantín se dibujó entre
la bruma de la mar helada, María adivinó las siluetas de los hombres que
viajaban de pie en la cubierta del barco. Recién al bajar pudo conocer a la
reina tehuelche.
María
la Grande extendió un quillango de guanaco como ofrenda a la mujer de su
anfitrión.
En la comitiva de María la Grande viajaba su hechicero.
Dicen que había sido un pedido de la cacica como condición ineludible para
realizar el viaje. Ella se instaló en la casa de los Vernet junto a una mujer
de pelo negro profundo que la asistía.
Los
demás, en su mayoría hombres, durmieron con la peonada de la colonia.
La primera noche María Vernet tocó el piano para la
invitada. La voz de la cacica se hizo escuchar en un canto conmovedor. En esas
veladas el gobernador agasajaba a la cacica para convencerla de promover la
colonia de blancos en San Gregorio. Las telas finas del vestido azul que María le
obsequió como respuesta a quillango estrecharon aún más el lazo.
Dicen que María La Grande se sentó a la mesa y compartió los
modales de la época en la casa del gobernador. También que recorrió la isla y
conoció los almacenes, el saladero y la herrería. Todo parecía encaminarse para
que los blancos se afincaran en las tierras tehuelches. Pero la invasión a
Malvinas en 1833 terminó con los proyectos de Vernet.
María
la Grande siguió al mando del pueblo tehuelche. Su muerte marcó el principio
del cacicazgo de Casimiro Biguá. El fuego de las piras se extendió desde el
estrecho de Magallanes hasta el río Negro. Su figura quedó en la historia como
la mujer que llevó la sangre tehuelche a las islas Malvinas.