Las mujeres del “Comedor Esperanza” del Barrio Los Lolos: cocinar como gesto de amor, empatía y generosidad, para alimentar y ayudar a los más vulnerables

“Conociéndonos: Mujeres de la Patagonia, El Diario Nuevo Día te cuenta la historia de Sonia Torres y un grupo de vecinas que hace 6 años se animaron a crear un comedor y merendero comunitario, su vocación de servicio, la satisfacción de poder ayudar al prójimo, el sacrificio personal detrás de esta labor social y sus anhelos para el barrio.

En estos tiempos que corren, en los que muchos posan para la foto y buscan obtener algún rédito utilizando el concepto de solidaridad para beneficio propio, todavía existen personas que, sin obtener reconocimiento o recompensa alguna, trabajan en silencio, desinteresadamente, aportando su granito de arena a la comunidad -desde su humilde lugar- para ayudar a familias en situación de vulnerabilidad. 



Este es el caso de un grupo de mujeres conformado por Sonia Torres, Yanina Rojas, Mariana Carles, Carina Sarapura y Alejandra Sánchez, quienes los lunes, miércoles y viernes cocinan voluntariamente para el Comedor Esperanza (inscripto en el Registro Nacional de Comedores y Merenderos) que funciona hace más de 6 años en la casa de Sonia, ubicada en el corazón del Barrio Los Lolos, más precisamente en la calle Dr. Luis Artemio Soto Mayor Quilca N° 1147, de la capital santacruceña. 



En ese sector de la periferia, a sólo 20 minutos del casco céntrico en automóvil, tan cerca y a la vez lejos de todo, donde todavía se aprecian viviendas precarias de chapa y madera, allá donde el frío cala los huesos cuando azotan las bajas temperaturas del crudo invierno patagónico, estos pequeños actos de humanidad, sirven como un paliativo para aliviar el bolsillo y la economía de aquellas familias que necesitan si o si de esta ayuda para subsistir y llegar a fin de mes. 



Cómo nació este proyecto y la adaptación en pandemia 



En este contexto, Sonia contó cómo surgió la idea de crear el comedor en su hogar: “Hace muchos años se me acercó una mujer y me contó que atravesaba una situación económica difícil, que no le alcanzaba la plata para trasladarse en colectivo y, a partir de eso, con el grupo de vecinas que hoy me acompañan, pusimos en marcha este proyecto”. 



Por su parte, Mariana aclaró que si bien en un principio recibían a los comensales en la casa de Sonia, en su momento debieron adaptarse a las medidas sanitarias por el COVID – 19 pero, lejos de abandonar el proyecto en medio de la crisis económica, redoblaron esfuerzos y decidieron entregar viandas como alternativa. “Hoy retomamos esta modalidad debido a la gran cantidad de casos de gripe que se registran en nuestra ciudad, a fin de evitar más contagios”, indicó. 



La importancia de las donaciones, cocinar desde el corazón y la asistencia social 



Hoy Sonia y las demás voluntarias, alimentan a más de 120 bocas (entre niños y adultos) gracias a las donaciones de alimentos por parte de comerciantes, amigos, conocidos, el grupo de jubilados “Manos Amigas” y otros actores sociales que colaboran desde el anonimato, pese a la creciente inflación y el consecuente aumento de precios que se refleja en las góndolas. 



“Toda donación siempre es bienvenida y agradecida. Comenzamos a cocinar a eso de las 8 de la mañana y preparamos guisos, sopas, empanadas, pollo al horno con papas, fideos con tuco, sopas, salpicón, pucheros, el “guacha locro”, y muchos otros platos”, cuenta Yanina. 



Asimismo, Carina -otra de las cocineras- recordó: “También hemos prestado el espacio para que los vecinos puedan acceder a ayudas económicas y gestionar otros beneficios sociales, como así también completar calendarios de vacunación, efectuar control del niño sano, chequeos de diabetes e hipertensión en adultos mayores, etcétera”. 



La satisfacción de ayudar, los pequeños sacrificios personales y sus anhelos para el barrio 



Aunque son reticentes a dar entrevistas y prefieren mantener el perfil bajo, todas ellas son madres, amas de casa e incluso empleadas domésticas, que postergan parte de su tiempo en familia, con tal de poder seguir colaborando con los demás. 



En cuanto a sus sueños, coincidieron en la necesidad de tener un Centro de Salud, un CENIN y un espacio verde recreativo, y recordaron con agrado cuando se extendieron las redes cloacales -un servicio básico- hacia ese sector postergado como otros tantos donde igualmente funcionan comedores o merenderos comunitarios. “Pedir o recibir ayuda no es indigno, salir a robar si”, reflexionó Sonia. 



*Celular de contacto para donaciones: 2966487330 (Sonia). 



Por Nazarena Mosquera


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