Ciclo De Entrevistas

Marisa Velázquez: una apasionada vendedora de flores que, con trabajo y sacrificio, continúa el legado de su madre

Hoy, en el nuevo ciclo de entrevistas denominado “Hacia adelante: historias que motivan e inspiran”, El Diario Nuevo Día te cuenta la historia de Marisa: los inicios del negocio familiar, los momentos difíciles que atravesó, su rutina diaria, su pasión por las flores y la cultura del trabajo como estandarte. 

A la intemperie, pese a la lluvia, viento o nieve, todos los días del año –sin feriados ni descanso- los vecinos suelen ver a Marisa Velázquez (55) en su colorido puesto de flores, ya sea en las afueras o en las puertas del cementerio local. Con el rostro bronceado de tanta exposición al sol y el buen humor que la caracteriza, atiende a sus clientes desde hace 26 años sola, continuando el legado de su fallecida madre, doña “Caña”, quien inició el negocio allá por 1974. 



“La idea empezó gracias a mi hermana mayor, que cuando éramos chicos y ella cursaba sus estudios en el ex Colegio Profesional de Mujeres (actual Secundario N° 26) aprendió a hacer flores de papel en casa como tarea para el hogar. Luego a mi mamá se le ocurrió venderlas y junto a mis otros cinco hermanos la ayudábamos en el puesto. Empezamos con flores de papel y luego sumamos las artificiales”, recuerda con un dejo de nostalgia y orgullo que se refleja en su mirada. 



Pero cuando su madre tuvo un ACV allá por 1998 que le imposibilitó seguir frente al puesto, Marisa decidió hacerse cargo del emprendimiento familiar. Está casada con Mario y tiene siete hijos que en su momento también la ayudaron y que, hoy en día, estudian y trabajan por cuenta propia. 



Su rutina laboral diaria y cómo es trabajar a la intemperie  





Actualmente su rutina laboral comienza a temprano a la mañana con su marido, quien la ayuda a cargar la camioneta con mercadería que luego descarga sola a eso de las 10 a.m. debido a la incompatibilidad de horarios laborales de ambos. Una vez en el cementerio acomoda los baldes con agua y flores frescas, los ramos y flores de plástico, una sombrilla o una lona según el estado del tiempo, su banqueta e improvisa una suerte de mesita donde apoya el cuaderno en el que va anotando las ventas y los pedidos del día hasta que se retira alrededor de las 18 horas. 



“Lamentablemente el clima acá en el sur es muy hóstil y las flores naturales son frágiles. Cuando nieva les coloco un cartón encima para evitar que se escarchen y uso un mameluco para protegerme del frío o lentes cuando hay mucho viento o sol. El viento hace que los pétalos se vuelen, la lluvia las ‘ahoga’ y el sol en exceso las seca, así que trato de ingeniármelas para que no se marchiten. Por suerte con la experiencia una va aprendiendo”, explica Marisa, quien a su vez compra las flores a un proveedor de Buenos Aires que se las envía en camiones que arriban 2 o 3 veces por semana. 



Adaptarse a los tiempos que corren, su pasión por las flores y la cultura del trabajo 





En estos tiempos que corren en los que Ias redes sociales son una herramienta muy útil para las ventas, Marisa optó por ampliar su negocio y ‘aggionarse’ ofreciendo envíos a domicilio y arreglos florales para cumpleaños de 15, casamientos, fechas especiales y demás eventos a través de su página de Facebook (Emilla Flores Naturales y Artificiales).



También cuenta con un reconocido servicio de delivery puerta a puerta que le facilita llegar a más personas mientras se encuentra en su puesto o en su hogar. Además, fue ella quien decidió tomar riesgos y apostar a la venta de flores naturales, ofreciendo una alternativa más para su clientela, desde rosas, girasoles, lilium, claveles, etcétera. 





“Recuerdo que una vez que entregué un ramo de flores a una chica que trabajaba en una panadería. Nunca voy a olvidar su reacción genuina de alegría y sorpresa cuando las recibió. Fui testigo de momentos tiernos y tristes. Para mí es reconfortante ya que las flores representan vida y son una linda opción para regalar a un ser querido o para recordar a alguien que ya no está”, recordó con una sonrisa, entre las tantas anécdotas que atesora en su memoria. 



Consultada sobre cómo se visualiza a futuro, Marisa todavía no se imagina de otra manera que no sea en su puesto, haciendo lo que disfruta y lo que aprendió desde niña: trabajar y cuidar el trabajo como debe cuidarse a una flor. “Por el momento siento que mi lugar es acá. Ya habrá tiempo para descansar más adelante. Pienso seguir hasta que el cuerpo me lo permita. Y me gusta haber podido inculcar el valor del trabajo a mis hijos y la importancia de saber que para conseguir algo, hay que trabajar y ser perseverante”, finalizó.



*Por Nazarena Mosquera.

Para El Diario Nuevo Día


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