La mujer que recorre el país en un Fiat 600 y transforma cada desafío en aprendizaje

Desde Cafayate, Daniela Bailo Giordana atendió la llamada de Rock and Frío y apenas comenzó a escuchar cómo la presentaban, se quebró. "Me emociona escuchar la descripción que hiciste de mí", le dijo a Javier Seveso, visiblemente conmovida. Su vida, contada en su propia voz, revela un camino marcado por la inquietud, la curiosidad y la capacidad de reinventarse una y otra vez.

De pequeña era introvertida, pero la necesidad de movimiento apareció temprano. Su primer viaje fue a Puerto Madryn, tres amigas y un Fiat 147. Luego llegó una pasantía en España ligada a la gastronomía y una decisión que le cambió el rumbo: "No quería estar encerrada en la cocina. Quise hacer el Camino del Inca, y ahí empezó todo". Desde entonces, su vida se transformó en una sucesión de saltos, búsquedas y nuevos comienzos .

El Fiat 600, la ruta y los miedos que también viajan

Daniela salió a la ruta el 9 de octubre del año pasado desde Neuquén. El inicio fue tan emocionante como angustiante. "Estaba temblando, lloraba. Necesitaba frenar para compartir lo que sentía", contó.

Con el paso de los kilómetros, llegaron los primeros desafíos: noches bajo la lluvia, el auto detenido en plena ruta, una tormenta eléctrica en La Pampa, el miedo de estar sola y la incertidumbre de cada nuevo tramo. Pero también apareció la otra cara de la ruta: la solidaridad absoluta.

Un hombre llamado Nicolás se convirtió en uno de los primeros salvadores cuando vio el Fiat detenido y dio la vuelta para asistirla. "Ese día entendí que la gente sí es buena", recordó.

La definición de sí misma surgió con naturalidad durante la charla:"Soy una sorpresa constante, hasta yo me sorprendo de lo que soy capaz".

Y no le falta razón: arreglar un rulemán con la tapa de un desodorante, dormir sola en la garganta del Diablo, manejar miles de kilómetros sin música más que el GPS y su propio coraje, y sostenerse económicamente con artesanías, poesías y el trabajo de sus manos son parte de su día a día.

Una búsqueda emocional que sostiene la aventura

Más allá de los paisajes y los desafíos mecánicos, su viaje tiene una raíz profunda. Sus hijas, gemelas, hoy viven en Lima y la esperan allí. "Quiero que cuando llegue hagamos caravana hacia México ", confesó con una mezcla de ilusión y prudencia.

Durante la entrevista, también se animó a hablar de un tema que le incomoda: la presión social sobre la idea de "realización personal".

"Yo hago lo que quiero. No porque alguien diga que tenés que ser algo para ser feliz. Eso me saca la sangre", dijo entre risas y rebeldía.

Mientras tanto, continúa transformándose. Cada noche en la naturaleza le recuerda por qué eligió esta vida. Cada encuentro en la ruta reafirma que viajar sola no significa estar sola. Y cada kilómetro la acerca un poco más a sus hijas y, sobre todo, a sí misma.

"Este viaje es romper mis propias estructuras. Es mi mayor aprendizaje", resumió.

Un aprendizaje que, según quienes la siguen, se vuelve inspirador.

La historia de Daniela no es la de una mujer que solo maneja un Fiat 600. Es la de alguien que decidió animarse, aun con miedo, y convertir el movimiento en una forma de ser.

Gentileza: @vanruteando - (Diario Nuevo Día)