"Los hombres del Neptune: valentía y combustible justo en la búsqueda del Belgrano"
El 3 de mayo de 1982, a pocas horas del hundimiento del ARA General Belgrano, un avión Neptune de la Armada Argentina surcaba el Atlántico Sur con una misión desesperada: encontrar a los náufragos. A bordo iba el entonces teniente de corbeta José Alberto Andersen, quien relató en primera persona aquella operación de rescate en el programa Rock and Frío de Radio Nuevo Día.
Con voz serena pero cargada de emoción, Andersen recordó que formaba parte de la escuadrilla de exploración asentada en la base Comandante Espora, cercana a Bahía Blanca.
Tras el ataque al crucero, la unidad fue desplegada en Río Grande, Tierra del Fuego, desde donde operaban los dos aviones Neptune disponibles. En la madrugada del 3 de mayo, el Neptune 2-P-111 despegó rumbo al punto estimado del hundimiento.
"Teníamos poca información, solo una coordenada aproximada. La meteorología era muy mala. Después de horas de vuelo, encontramos una gran mancha de aceite al sudoeste del lugar original", relató.
Durante la operación, detectaron lo que podría haber sido una estela de submarino, por lo que se desvió momentáneamente la misión hacia tareas antisubmarinas, hasta que se descartó esa posibilidad. Con escaso combustible y bajo condiciones extremas, el comandante Julio Pérez Roca tomó una decisión que, según Andersen, fue de humanidad y coraje.
"Me dijo: ‘Si usted estuviera en la balsa, ¿no le gustaría que lo sigan buscando?'". Toda la tripulación accedió a continuar. Una hora y cuarenta y cinco minutos después, avistaron las primeras balsas. "Saltamos y nos abrazamos llorando. Fue una alegría inmensa. Pero ese momento de emoción nos costó 25 minutos de búsqueda porque perdimos el contacto visual", confesó Andersen.
Gracias a su trabajo y a la decisión de continuar pese al riesgo de no volver, se logró triangular la posición para guiar a los buques de rescate. El avión volvió a tierra con el combustible justo, casi seco.
"Aterrizamos con menos de 10 minutos de autonomía. Si un motor fallaba, no lo contábamos", recordó. Más de cuatro décadas después, Andersen sigue compartiendo su historia y propone resignificar el Día del Amigo.
"¿Qué tiene que ver la llegada a la Luna con la amistad entre argentinos?", cuestionó, sugiriendo que el segundo domingo de junio sea el nuevo Día del Amigo, en homenaje a los lazos de camaradería y entrega durante el conflicto de Malvinas.
"Hubo miles de gestos de abnegación, de amor por el prójimo. Esa es la verdadera amistad". Radicado en Buenos Aires, Andersen continúa realizando actividades educativas y de difusión sobre la gesta de Malvinas. "Durante muchos años no hablamos. Nos hicieron sentir parte de la vergüenza por haber perdido. Pero las historias están, y deben contarse".
Con palabras firmes y memoria precisa, José Andersen demuestra que la causa Malvinas sigue viva. No solo por la historia, sino por lo que representa: entrega, dignidad y una lección de humanidad que sigue interpelando generaciones.