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¿Qué tienen en común Juana Repetto y miles de santacruceños?

"Me estoy fundiendo con la terapia", dijo Juana Repetto al confesar que gasta casi muchísimo dinero al mes para sostener su bienestar emocional y el de su hijo. Lejos de ser una rareza, sus palabras reflejan una realidad extendida: acceder a un espacio terapéutico de calidad se volvió inalcanzable para miles de personas en Argentina. Y Santa Cruz no es la excepción.

Redacción Nuevo Día
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"Me estoy fundiendo con la terapia", dijo Juana Repetto al contar que gasta miles y miles de pesos por mes en tratamientos para ella y su hijo. Aunque su testimonio puede parecer lejano, revive el debate sobre una problemática que también se vive, con otras características, en Santa Cruz: el acceso limitado a la salud mental.

En la provincia, el valor de una sesión con un psicólogo o psicóloga supera, en promedio, los 30 mil pesos. Un monto inaccesible para miles de personas en una región donde el 53,8% de la población de Río Gallegos vive por debajo de la línea de pobreza y más de 13.000 personas están en situación de indigencia, según datos recientes del INDEC.

Falta acceso, sobran profesionales
La paradoja es clara: Santa Cruz cuenta con una buena cantidad de profesionales de la psicología, formados y dispuestos a acompañar procesos de salud mental, pero la mayoría ejerce en el ámbito privado. Casi existe, ni a nivel municipal, provincial ni nacional, una política clara, sostenida y de alcance amplio que garantice el acceso público a terapias psicológicas.

Hoy, los servicios gratuitos o semigratuitos son escasos, desbordados o directamente inexistentes. Esta situación no solo deja sin atención a quienes más lo necesitan, sino que vulnera un derecho básico: el de recibir asistencia en salud mental en el marco de la salud pública.

Es una deuda histórica, que se arrastra desde hace años y que no fue saldada por ninguno de los gobiernos, más allá del color político. Como sostienen algunos especialistas, el malestar emocional no se resuelve solo con buena voluntad: requiere decisión política, inversión concreta y trabajo conjunto entre los tres niveles del Estado.

El impacto silencioso de la crisis emocional
En un contexto donde el estrés, la ansiedad, la depresión y los duelos no elaborados afectan a amplios sectores sociales, contar con un espacio de escucha profesional es vital. Cada vez más personas enfrentan desafíos emocionales que requieren acompañamiento, pero no pueden acceder a él.

Y esta crisis emocional no distingue edades ni sectores. Desde niños con dificultades escolares hasta adultos mayores en soledad, pasando por trabajadores estresados, jóvenes sin horizonte y madres desbordadas por la crianza. Todos pueden necesitar contención, pero no todos la consiguen.

¿Qué se puede hacer hoy si no se puede pagar una terapia?
A pesar del difícil escenario, existen alternativas para quienes no pueden afrontar el costo de una terapia tradicional. Algunas opciones en Santa Cruz y a nivel nacional son:

Centros de salud y hospitales públicos: Aunque muy limitados, algunos ofrecen atención psicológica gratuita con turno previo.

ONGs y parroquias: Algunas instituciones brindan grupos de ayuda, orientación o talleres psicosociales.

Líneas telefónicas de ayuda: Como la Línea 135 para atención emocional, gratuita y confidencial.

Aplicaciones y recursos digitales: Plataformas como Insight Timer, Intellect o Mindfulness Coach ofrecen ejercicios gratuitos de relajación y meditación que pueden ser un primer paso.

Un llamado a construir juntos
La salud mental no puede depender solo de la capacidad económica individual. Debe ser parte integral del sistema de salud pública, con profesionales bien remunerados, acceso garantizado y campañas de prevención.

No se trata de criticar a quienes no lo hicieron, sino de construir desde lo que falta. De sumar voluntades políticas, institucionales y comunitarias para crear un sistema más humano, inclusivo y justo.

Porque como bien resume una frase que circula cada vez con más fuerza: "Acá nadie se salva solo". Y menos aún en lo emocional.

Hablar de salud mental es hablar de dignidad, de bienestar y de futuro. Y Santa Cruz necesita, más que nunca, que ese futuro sea posible para todos. (Fuente: El Diario Nuevo Día)

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