Mendoza
La falsa vida de Zalazar, el triple femicida de Mendoza, quien decía ser pediatra
Nació en Catamarca y vivió muchos años en Santa Cruz antes de llegar a Mendoza. Ni sus vecinos ni quienes lo veían en las clases de taekwondo conocían aspectos salientes de sus actividades.
La calle Infanta Mercedes de San Martín tiene sólo una
cuadra. Podría ser apenas un pasaje entre 9 de Julio y la avenida San
Martín, pero es suficientemente ancha como para ser una calle corta,
aunque calle al fin a pesar de que el cartel de la esquina la
menosprecia con un abreviado "I. M. San Martín".
La
vereda norte es gris y caminando por allí se le pueden ver las tripas
al edificio del Correo Argentino. Ahí llegan todas las cartas que tienen
el código postal 5500. Después los carteros brotan de los protones de
la vereda gris y salen a repartir.
La
vereda sur tiene otro aspecto. Es la vereda par. Dos almacenes chicos,
una ferretería, una casa de comidas para llevar, un hotel... Además
están las entradas a los edificios, la mayoría de oficinas que están
ocupadas por estudios jurídicos.
En
el número 34 hay un edificio de departamentos de arquitectura bastante
moderna, posiblemente de los '80. En la planta baja hay dos locales
comerciales. Uno está vacío y en alquiler y en el otro está uno de los
almacencitos, un minimarket como le dicen ahora. Al lado, la puerta que
lleva a los departamentos. Negra. El portero tiene 19 botones y el del
encargado. Casi nadie atiende. Algunos sí.
Hablan
de su vecino, del único que tiene importancia desde hace una semana,
como si hubiera muerto. "Era callado", "no se relacionaba mucho con
nadie", "no sabíamos mucho de él", "se lo veía siempre con ropa
deportiva", "vivía con una hermana, pero a ella tampoco se la ve desde
el domingo, "decía que era médico".
Pero
Daniel Gonzalo Zalazar Quiroga no ha muerto. Ha matado. Tres veces ha
matado, en una misma secuencia que no ha durado más de 10 minutos. Y
trató de matar otras dos, o tres.
Mucho antes
Tinogasta
era un pueblo de unos 8.000 habitantes hace 30 años, cuando nació
Daniel Zalazar. A 270 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca,
era un lugar tranquilo para vivir y la costa del río Abaucán, cuando
éste venía crecido, era uno de los entretenimientos preferidos de los
niños durante los fines de semana. El otro era algún cerro.
A Daniel le decían Conejo.
Vivía con sus padres y sus dos hermanas menores en el barrio 200
Viviendas, ni tan lejos ni tan cerca del centro. Su padre era profesor
de Educación Física y los vecinos, preguntados ahora, creen que la madre
era ama de casa y que había nacido en Fiambalá. Dicen recordar que eran
muy rígidos con sus hijos y que era frecuente que los castigaran, pero
es probable que la memoria comunitaria esté distorsionada por la
actualidad.
Lo que sí tienen
claro es que la familia se fue del pueblo cuando Daniel todavía
transitaba la primera infancia. Se mudaron al Sur, a la Patagonia, como
tantos que eran tentados por sueldos más altos sin tener en cuenta que
los gastos también lo eran y las cuentas terminaban siendo pardas e
igual que en cualquier parte.
Río Gallegos
Se radicaron en Río Gallegos. Allí recuerdan que la familia vivía en un departamento del barrio APAP, sobre la avenida Perón.
El
cambio fue importante, especialmente para los niños. Río Gallegos era
una ciudad de 60 mil habitantes, capital provincial, con el mar allí
nomás, con el Cabo Vírgenes con miles de pingüinos de octubre a abril.
El
profesor Zalazar empezó a dar clases en escuelas y colegios. Uno de
ellos fue el República de Guatemala, el "Nacional" le dicen en la
ciudad, donde Daniel también hizo su secundario.
Era
un muchacho alto, delgado, callado, que se preocupaba por sus hermanas.
Algunos dicen que en algunos momentos, especialmente cuando estaba
nervioso por algún motivo, tartamudeaba un poco. Ahora lo definen como
"un chico raro", pero en ese momento era sólo un muchacho retraído,
tímido, que no tenía grupo de amigos y que no salía a bailar como los
chicos de su edad. Nadie recuerda que haya tenido novia, salvo alguna
relación ocasional.
En cambio su
padre se hizo querer por sus alumnos. Tenía buena relación con los
chicos y gozaba de la simpatía de los adolescentes.
Uno de los preceptores de Daniel fue Francisco Torres, a quien todos apodaban Paco. Otro hombre carismático y popular.
Daniel ya por ese entonces comenzaba a practicar taekwondo y nadie recuerda ninguna otra actividad extraescolar del joven.
El
alumno Daniel Zalazar integró la promoción 2003 del Colegio República
de Guatemala. Como reconocimiento a su padre y como algo excepcional, el
diploma se lo entregó el rector del colegio, Hugo Espósito. Además, el
profesor Zalazar y el rector Espósito se conocían bastante y tenían
cierta amistad, ya que el primero organizaba actividades deportivas y le
compraba vestimenta y trofeos a Espósito que, además de su actividad
docente, era dueño de la tienda deportiva Meritos, sobre calle Alberdi.
Los
padres de Daniel se separaron después, aunque ninguno de los
consultados pudo establecer la fecha. En cambio sí precisaron que la
madre de Daniel formó una nueva pareja con Paco Torres, el que había
sido su preceptor.
Mendoza
Daniel
Zalazar se fue de Río Gallegos y se radicó en Mendoza con el objetivo
de estudiar medicina. Se inscribió en la Universidad de Mendoza. Allí
recuerdan que cursó hasta cuarto año, de una carrera de cinco, más el
tiempo que requiere la residencia y que varía según la especialidad.
No
fue un estudiante destacado. Rindió bien los finales de 20 materias, de
un total de 60 que tiene Medicina, y las notas apenas fueron
suficientes para aprobar. Hace tres años que no pisaba la facultad.
Se
ganaba la vida con el taekwondo. No le sobraba el dinero, pero le
alcanzaba. Se logró comprar un auto de los '90. "Era un Volkswagen de
los cuadraditos gris", contó un vecino de la cuadra.
Con
ese vehículo se las arreglaba para dar clases y organizar torneos en
distintos puntos de Mendoza. En la capital, en Luján, algunos también
dicen haberlo visto en Junín, aunque "si vino por estos lados, jamás lo
hizo como referente de algún grupo u organizador", cuentan. En cambio en
Godoy Cruz lo veían dos veces por semana. En 2009 había firmado un acuerdo con la
Municipalidad para poder dar clases en el polideportivo de La Estanzuela.
No era contratado. La comuna sólo le cedía unas horas semanales en el
SUM para que les diera clases a los chicos de la zona. "Venía los martes
y jueves a la tarde. Tenía dos grupos de unos 15 o 20 chicos cada uno.
Les cobraba una cuotita de $25 o $30 mensuales", recuerdan allí.
Allí conoció a Claudia Lorena Arias y a alguno de sus hijos. Nadie lo sabía, pero en ese momento comenzó a gestarse la masacre.
Su único mundo real era el taekwondo
Diario UNO recurrió
a psicólogos y psiquiatras para tratar de definir a Daniel Zalazar,
este hombre que nadie conocía totalmente. Los profesionales evitaron
emitir un diagnóstico, ya que ninguno tuvo la posibilidad de
entrevistarlo, pero ayudaron a marcar detectar algunos indicios.
Es
muy probable, casi seguro, que nadie haya conocido cómo y quién era
Daniel Zalazar completamente. Ni siquiera su familia ni la hermana que
vivía con él.
Su mundo real era la actividad
del taekwondo y allí cumplía ese papel a la perfección. Pero había
creado otro mundo falso, que había sido su mundo deseado y fracasado. En
ese mundo Zalazar era un médico pediatra joven y con futuro,
carismático y querido.
La relación con Claudia Arias no había tenido mucho más compromiso que cualquier otra.
Pero nació una bebé y Claudia quería que Daniel reconociera su paternidad, aunque no le pedía formar pareja.
Daría
la sensación de que Zalazar entró en crisis por eso. Sus finanzas se
iban a resentir y no iba a poder hacer los viajes y las salidas
nocturnas que le gustaban. Tampoco quería ser padre, ya que su psicosis
rechazaba ese rol por algunas situaciones vividas en su infancia y
adolescencia. Pero especialmente su fingido personaje de médico pediatra
con futuro corría el riesgo de ser descubierto.
La
madrugada del domingo 23, en la casa del barrio Trapiche, Zalazar se
sintió acorralado, veía que su realidad paralela se derrumbaba y afloró
su perfil violento, su necesidad de vengarse de algunas situaciones que
había vivido de niño y que había reprimido durante toda su vida.
"Podría
suponerse que Zalazar tiene un conflicto con la imagen femenina pero,
en realidad, su patología encuadra con la de un sujeto que rechaza ser
padre y tiene un profundo trauma con la figura paterna", dijo uno de los
profesionales consultados.
En el barrio La Estanzuela todos creían que era pediatra
"Acá
todos lo conocíamos como el médico pediatra que daba clases de
taekwondo. Él mismo les hacía la revisión médica a los niños que venían a
sus clases y no era raro que alguna madre le hiciera alguna consulta
sobre algún problema de salud de alguno de sus hijos", cuentan en La
Estanzuela.
"Unos días antes de que pasara todo
esto él terminó de dar clases apurado y me dijo que debía irse rápido
porque tenía que cubrir una guardia en el Notti", dice alguna de las
personas que lo veía los martes y jueves a la tarde, cuando iba a dar
clases en el SUM del polideportivo.
"Acá lo
teníamos como un médico pediatra. Decía que trabajaba en el Hospital
Central y que cubría guardias en otros lugares. Un día yo le pedí si me
podía hacer una receta, porque necesitaba comprar unos remedios y no
había conseguido turno con el médico al que voy. Se disculpó y me dijo
que justo se le había terminado el recetario y que, si no era urgente,
me la podía hacer otro día".
Que Daniel Zalazar
era médico es algo que se repite en los testimonios de las personas que
tenían algún trato con él en distintos ámbitos. Incluso en Río
Gallegos. Sin embargo este medio no logró detectar que haya ejercido la
medicina en forma ilegal. Parece ser sólo una imagen que Zalazar
"vendió".
Sin embargo, en alguna de las tantas
imágenes que él mismo subió a las redes antes del triple femicidio, hay
una en donde se lo puede ver vestido de médico. Camisolín celeste,
guardapolvo blanco desabrochado y con una pared de azulejos de fondo,
que podría ser de una sala aséptica de algún complejo sanitario, pero
también la de cualquier baño utilizado para el engaño. La foto parece
haber tenido como destinataria a una mujer, porque Zalazar está tirando
un beso y con los ojos cerrados.
En la
Municipalidad de Godoy Cruz no recordaban que Zalazar haya hecho figurar
la condición de médico o al menos de residente en el currículum que
presentó.
Tampoco trascendió que en el
allanamiento de su departamento se haya secuestrado algún elemento
vinculado con el personaje falso de médico que encarnaba.
Pasaba por agradable, simple y activo, pero "medio raro"
Hasta
la madrugada del domingo de la semana pasada, había muchas personas que
creían conocer a Daniel Zalazar. Ahora no. Todos dudan sobre quién
realmente era. Parece haber tenido dos vidas distintas, disociadas.
De
1,90 de altura, con actividad deportiva intensa, reservado pero cortés y
supuestamente con el carácter moldeado por las artes marciales, a
Zalazar lo recuerdan como agradable, simple y activo.
"Mi
hermana salió con él un tiempito. No mucho. Incluso Daniel la acompañó a
un casamiento. Pero no duró mucho. Mi hermana dice que era medio raro",
cuenta una joven que, como la gran mayoría de los entrevistados,
prefiere que no se vincule su nombre al del hombre que asesinó a Claudia
Arias (30); a una tía de la joven, Marta Ortiz, de 45, a su abuela
Ñata, Silda Vicenta Díaz, de 90 años, y que hirió gravemente a la beba
que había tenido con Claudia y a un hijo de ella, además de perseguir
infructuosamente a un tercero, que logró salir ileso gracias a que se
ocultó en el baúl de un auto.
En las redes
sociales Zalazar mostraba una vida social activa y se lo ve sonriente en
las imágenes. Parece haber querido mostrarse allí feliz, popular y
extrovertido, como eran su padre, su preceptor y nueva pareja de su
madre.
El martes 26 de enero de este año Daniel
Zalazar fue al festival Rivadavia Canta al País. Pagó $200 para ver a
Álex Ubago. "Alexxxxxx... Te amooooooo!!!", publicó esa noche en
Instagram.
El 14 de mayo compró dos entradas
para ver a las hermanas mexicanas de Ha Ash. Publicó: "Entrada en mano,
calzoncillo listo hanaaaaa esta noche voy por vos!!! #haash #feliz".
Esta semana, unos días después de los femicidios,
el portal Big Bang News publicó una serie de audios que presuntamente
Zalazar habría compartido en WhatsApp dos semanas antes de la masacre.
Tienen un fuerte contenido misógino. La voz masculina sostiene: "Ni una
menos las pelotas! ¡Hay que cagarlas a palos!" y se burla del femicidio
de Romina Barría, ocurrido a principios de octubre en Río Gallegos.
"¿Boludo, posta que la quemaron? Jejeje... Yo me acuerdo de la Romi", y
agrega: "Y bueh, se lo merecía... ¡Algo habrá hecho!".
Sin
embargo hay algo que no cierra. Nadie reconoció haberlos recibido y la
familia de Barría negó que la joven o ellos mismos hayan conocido a
Zalazar. Además, nadie que lo conoció reconoció su voz y la tonada no
parece ser ni mendocina ni sureña. Más bien parece norteña, y Zalazar
hacía mucho que había perdido el acento catamarqueño.
La inevitable comparación con el odontólogo Barreda
Daniel
Zalazar fue asociado casi instantáneamente con el odontólogo Ricardo
Barreda, que en 1992 asesinó a escopetazos a su mujer, Gladys McDonald
(57); a su suegra, Elena Arreche(86), y a sus dos hijas: Cecilia (26) y
Adriana (24), en la ciudad de La Plata.
El
psiquiatra forense Miguel Maldonado, quien actuó como perito de parte en
ese caso, dijo en una entrevista concedida a Big Bang News en estos
días que "es difícil establecer puntos de conexión entre los casos
porque ningún ser humano es igual, incluso desde una misma patología".
Sin
embargo, sostuvo que tanto Barreda como Zalazar "no tenían construida
su imagen de padre" y allí radica el principal trauma, además de que
ambos sienten que su estabilidad cotidiana corre riesgo si la asumen.
El filicida de Chapanay y el Chacal de Santa Rosa
El
22 de agosto de 1994, en su casa de Chapanay, Julio César Giménez
degolló con un cuchillo Tramontina a sus cuatro hijos: María Edith (7),
Ana Rosa (6), Carlos César (5) y Juan Exequiel (2).
Fue condenado a prisión perpetua y recuperó la libertad a fines de 2014, 20 años después del múltiple homicidio.
La condena más dura impuesta en Mendoza fue de 33 años de cárcel.
La
aplicó un tribunal de San Martín, presidido por el juez Eduardo Orozco,
en mayo de 2012. Ramón Moyano, conocido como el Chacal de Santa Rosa,
fue sentenciado con esa pena por los abusos sexuales reiterados contra
una de sus hijas y al menos otras dos mujeres más. La esposa de Moyano,
Yolanda Cortez, fue condenada a 12 años por ocultar los hechos e
incentivar a su hija a ejercer la prostitución.
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