De ritual pagano a tradición familiar: por qué comemos chocolate en Pascua
Cada Pascua, millones de familias regalan y reciben huevos de chocolate, pero pocos conocen el verdadero origen de esta costumbre. Entre la tradición cristiana y las leyendas paganas, el Conejo de Pascua y los huevos esconden siglos de historia que explican su vínculo con la celebración de la resurrección.
Este domingo se celebra la Pascua, una fecha clave para la comunidad cristiana que conmemora la resurrección de Jesús. Sin embargo, más allá de lo religioso, hay una tradición muy arraigada en miles de familias: regalar y compartir huevos de chocolate. Y con ellos, el protagonista ineludible de cada año es el Conejo de Pascua, ese personaje que aparece cargado de dulces y sorpresas. Pero, ¿de dónde viene esta costumbre?
La figura del Conejo de Pascua proviene de antiguas creencias germánicas. En esa cultura, la liebre representaba la abundancia y la renovación. Este animal era considerado un símbolo de fertilidad debido a su capacidad de reproducirse rápidamente. De hecho, formaba parte del imaginario en torno a Ostara, diosa pagana de la primavera, cuya festividad marcaba el comienzo de una nueva estación, asociada al renacer de la vida.
Con el tiempo, estas tradiciones se mezclaron con celebraciones cristianas. Así surgió el Conejo de Pascua como lo conocemos hoy: un personaje que, según la leyenda, esconde huevos de chocolate durante la noche anterior al domingo de Pascua para que los niños los encuentren al despertar. La escena, muy difundida en Norteamérica y Europa, se replica hoy en jardines, plazas y hogares de distintas partes del mundo.
Respecto al huevo de Pascua, su origen no tiene una única explicación. En la Europa medieval, durante la Cuaresma -los 40 días previos a la Pascua- no se podían consumir huevos. Al terminar ese período de ayuno, los huevos se cocinaban, se decoraban y se obsequiaban como símbolo de celebración. Con el tiempo, esa práctica derivó en la creación de huevos de chocolate, hoy fabricados en versiones cada vez más creativas y personalizadas.
El huevo representa la vida nueva, la esperanza y la fertilidad. Y en clave religiosa, se vincula con el mensaje de resurrección y vida eterna tras el sacrificio de Jesús. Así, el acto de regalar un huevo en Pascua mezcla juego, tradición y espiritualidad.
Hoy, esta costumbre trasciende lo simbólico: se convirtió en una parte fundamental de la celebración, con productos que van desde pequeñas golosinas hasta esculturas de chocolate de varios kilos. Una mezcla de historia, fe y dulzura que año tras año reúne a familias en torno a una misma pregunta: ¿dónde escondió el Conejo los huevos esta vez?