Promesa de las inferiores de San Lorenzo está prófugo acusado de homicidio

Lautaro Carrachino fue goleador en Sexta y Séptima División del Ciclón, saltó a la Reserva, practicó con el plantel profesional y hasta le hicieron primer contrato, pero en el medio todo fue barranca abajo y ahora es buscado por homicidio y está sospechado por liderar una banda de narcotraficantes.

Mayo de 2019 y Lautaro Carrachino de 22 años lleva la frustración a cuestas tras no ser tenido en cuenta ni en los cambios más desesperados del técnico de Almagro. Al poco tiempo el Tricolor lo devuelve, San Lorenzo que había apostado a él haciéndole primer contrato cuando apenas era un pibe ahora lo deja libre y entonces los botines embarrados pasan a retiro.



Ahora se va a concentrar en su nueva vida en el Monoblock 15 de Villegas, en Ciudad Evita. Esa vida que tantas veces el fútbol ayuda a gambetear. Se junta con sus amigos del barrio y se integra a “La banda del 15”, que regentea el narcomenudeo en esa zona de La Matanza. Su fama de futbolista y pendenciero le sirve para encaramarse rápido en la organización: en menos de dos meses, el pibe que soñaba con la Selección ahora lidera el grupo delictivo junto a su íntimo compañero Christian Daniel Cruz, el Chucky. Ya no es más Buga, el último apodo que tenía en el fútbol. Ahora es Carra, el capo.



La historia, claro, termina mal. Lautaro, que ya había tenido una causa cuando era menor de edad y zafó por prescripción, ahora está prófugo en dos investigaciones distintas. En una que lleva el juzgado federal número tres a cargo de Néstor Barral y cuyo número es 70.141/19, se lo investiga como el líder de la banda narco que compartiría según la Justicia con Ceferino Rodríguez, Brian el Wey Oviedo, Ariel el Mono Savans y Chucky. Los tres primeros cayeron detenidos en junio tras un allanamiento que hizo la delegación La Matanza de la Bonaerense. El ex futbolista y Chucky zafaron por poco.



El segundo proceso es aún peor: Carrachino está acusado de un homicidio agravado más robo calificado y amenazas coactivas, en conjunto con el inefable Chucky, producido el 27 de enero de 2020 cuando la banda del 15 pretendía ampliar su dominio por toda la zona y copar departamentos de otros monoblocks para utilizarlos como bunkers. Por este suceso sí finalmente cayó Chucky Cruz, el primero de agosto, cuando caminaba como si nada por el barrio. En cambio Carrachino volvió a zafar y mientras algunos dicen que se mueve entre bandas amigas del barrio 22 de junio y de La Tablada, la Policía lo tiene en la mira, pero no lo encuentra.



Cuando uno bucea en su pasado, el final de su carrera no parecía tan abrupto. Llegó a San Lorenzo con edad de Infantiles e hizo los deberes para llamar la atención de los directores técnicos y representantes importantes como Adrián Ruocco y Agustín Jiménez, que se aprestaron a ficharlo como la nueva joya. De hecho, fue goleador con plusmarcas en séptima y sexta división, lo que lo llevó directo a la Reserva que dirigía el Pampa Biaggio. Si había que apostar un pleno a quién podría ser la próxima figura en el Nuevo Gasómetro, todas las fichas llevaban el nombre de Carrachino.



Pero el pasado se le presentó de pronto en el presente y comenzaron los problemas. Cuando estaba en Sexta, había debutado en Reserva y tenía 17 años, la Policía fue a buscarlo a un entrenamiento. Lo acusaban de haber participado de un robo y homicidio producido tres años atrás. La causa recayó en un Tribunal de Menores, ya que al momento del hecho él tenía 14 años. Lograron probar que, si bien se lo mencionaba en una pelea de bandas en Villegas, no había participado del homicidio y la causa de robo por ser menor ya no corría. Y zafó.



Cuando volvió a ponerse los cortos azulgranas, su físico estaba desmejorado. Por eso lo mandaron a la Quinta división, sus representantes le alquilaron una casa fuera del barrio y el club le puso contención psicológica. Parecía que se encarrilaba. De hecho, logró ser el goleador de ese torneo y firmar primer contrato. La foto quedó inmortalizada con el manager deportivo del club, Bernardo Romeo. Parecía una imagen de un goleador tremendo pasándole la posta a otro. Y volvió rápido a la Reserva. Pero ese dinero que era una ayuda también se convirtió en un problema. El efectivo en el bolsillo terminó transformándose rápido en cadenas de oro, boliches hasta altas horas y juergas con sus amigos del barrio. Eso sumado a que bajó su rendimiento comenzó a mellar sus chances de subir a Primera. Y se frustró rápido.



“Era un delantero muy interesante. Llegó a entrenar en la Primera con Bauza. Era potente, tenía un arranque fuerte. Yo le hice el primer contrato. Pero después no progresó”, le cuenta Bernardo Romeo a Infobae. “Venía de un contexto de mucha vulnerabilidad y en cuanto se convirtió en profesional trabajamos desde el departamento psicológico intentando que se enfocara en su carrera. Hay muchos casos delicados que pasan por nuestras manos en los clubes y que hemos resuelto. Pero a veces no se logra. Hay mucha rebeldía, frustración y poca tolerancia cuando no se llega rápido y eso conspira contra el objetivo”, afirma Rubén Castro, por entonces psicólogo de la institución. En el ámbito de los representantes también vieron que esa frustración terminaba canalizándose en la comida y empezó a tener un peso que no le permitía la agilidad de otras épocas. “Y eso que el padre era de fierro, lo llevaba a entrenar en auto, intentaba por todas las vías que su prioridad fuera el fútbol”, cuentan quienes lo conocen.



Pero al final no hubo caso. El sueño de emular al Beto Acosta se esfumó y San Lorenzo decidió que fuera a préstamo a Almagro, a resetear su carrera, a reinventarse una temporada en la B Nacional. La idea era repetir la historia de Nicolás Reniero, que la rompió en el Tricolor y volvió para jugar en el Ciclón y ser transferido después a otro grande como Racing. Pero Carrachino no lo vio como una oportunidad sino como un retroceso. Y en vez de esforzarse, se dejó estar. Apenas estuvo como suplente en 11 partidos de toda la temporada, de los que ingresó en cuatro, jugando sólo 69 minutos y sin destacarse. “No funcionó. Nos habían dicho de sus antecedentes futbolísticos muy interesantes, pero acá si bien no generó problemas tampoco logró insertarse. Era un chico muy callado y cuando terminó el préstamo, lo devolvimos a San Lorenzo”, cuenta Julián Romeo, presidente del club.



Ese fue el golpe final en el ego de Carrachino. San Lorenzo lo dejó libre y en vez de buscar una chance en el Ascenso, decidió tomar el rumbo de sus amigos del barrio. En pocos meses, pasó de futbolista a líder del narcomenudeo en “La banda del 15”. Se hicieron fuertes con todo tipo de sustancias y empezaron a ampliar los dominios. Según reza la invertigación, el 27 de enero a la 1 de la mañana, cuando ni sabían que los estaban investigando, Carrachino y Chucky llegaron al monoblock 18 para copar un departamento para transformarlo en otro bunker. Entraron por la fuerza con armas de fuego, robaron y les dieron cinco horas a los moradores para dejarlo libre: “Si para esa hora siguen acá, los matamos a todos”. Ni siquiera esperaron tanto. Tres horas después volvieron, discutieron y según los testigos, el ex futbolista arrancó a los tiros asesinando a uno de ellos.



“Era él, estaba distinto, como consumido por la pasta base, pero era él”, declararon en la comisaría los que zafaron del tiroteo. Desde entonces, Carrachino se convirtió en un fantasma aunque algunos dicen que va y vuelve y que su sombra tuvo que ver con otra serie de hechos delictivos que están aterrorizando al barrio en medio de una guerra para quedarse con el negocio narco. Por ahora Carrachino, que estaba llamado a ser el nuevo Tevez, está prófugo. La Policía lo busca incesantemente. Y en el horizonte no aparece un arco rival y un arquero para gambetear, sino un juicio oral por múltiples delitos cuyo destino final es la prisión perpetua. (Infobae)


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