Gildo Insfrán, el político que decidió congelar la historia

El gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, nunca ha presentado declaraciones juradas de bienes. Tampoco se sabe cuál es su sueldo. Fue la pandemia la que reveló su identidad más profunda.



En 1987 cuando José Octavio Bordón asumía la gobernación de Mendoza, en Formosa Gildo Insfrán (70) juraba como vicegobernador de Vicente Joga. A Bordón le sucedieron otros ocho gobernadores mendocinos; Rodolfo Gabrielli, Arturo Lafalla, Roberto Iglesias, Julio Cobos, Celso Jaque, Paco Pérez, Alfredo Cornejo y Rodolfo Suarez.





En ese lapso, algo muy distinto ocurría en Formosa. Tras ocho años de vicegobernador con Joga, en1995 Gildo Insfrán fue elegido mandatario de su provincia. Hoy, 26 años después, sigue manejándola a su antojo. Si se le suman los 8 años de vice, tendremos casi 34 años. Una dinastía feudal en un país republicano. Un país que no ha sabido ponerle la lupa a tiempo. Ha sido la prensa, sobre todo el periodismo de investigación, quien venía advirtiendo, casi en soledad, como crecía esa satrapía.

Horacio Rodríguez Larreta homenajeó a las mujeres de los cuerpos de seguridad de CABA y no fue al encuentro de gobernadores.

Las causas por las que Larreta no quiso ir a la reunión con el Presidente

A Insfrán no lo sucedió nadie. Nunca se fue del gobierno formoseño.

 



Piojos aparte



El hecho de repasar la lista de gobernadores mendocinos nos lleva a comprender por qué -a pesar de todos nuestros piojos- Mendoza es una provincia con bastante transparencia, con espíritu progresista, sin familias encaramadas en el poder, sin maridos que le pasan el cargo a la mujer o los hijos, con prensa que observa, con división de poderes, y contrapoderes que (aunque muchas veces no llegan a niveles óptimos) saltan a tiempo cuando hay peligro. Acá la llave mágica radica en que la Constitución no permite la reelección del gobernador, lo que elimina la posibilidad del caudillismo.



En Formosa hay reelección eterna y, por lo tanto, un manejo discrecional del poder. Insfrán nunca ha presentado declaraciones juradas de bienes, nadie sabe cuánto gana ni cuáles son sus posesiones. Todos saben que cría ganado bovino pero eso no figura en ninguna sociedad a su nombre, según ha reiterado la prensa nacional. Da miedo imaginar la corte de alcahuetes, amanuenses y barrabravas que debe haber generado este personaje en tantos años. En Formosa el 80% de los trabajadores activos son empleados estatales. En más de 30 años de injerencia en la política de su provincia, Insfrán la ha encapsulado, la ha empobrecido, ha vivido de los fondos que le manda la Nación, ha llevado a límites extremos el clientelismo y no ha generado empleo privado ni ideas para atraer capitales. Pero no sólo eso. Insfrán ha rebajado la tarea política hasta límites payasescos. Ha cooptado el Poder Judicial convirtiéndolo en un apéndice del Ejecutivo al punto que siguen cajoneadas todas las denuncias contra ilegalidades que habría cometido el gobierno de Insfrán en todos estos años de poder absoluto. Ni hablar del Legislativo: una especie de escribanía del patrón.





Quedar expuesto





Desaforado, Insfrán usó la pandemia para aplastar los derechos humanos de los formoseños. Sus temibles centros de aislamiento, donde impuso normas carcelarias, darían vergüenza hasta en países autoritarios. La pandemia ha puesto en evidencia lo que pasaba desde hace años en Formosa: un gobierno autoritario que ahora se deja ver de manera brutal, con sus aduanas internas, sus militarizadas prohibiciones de circulación, con cientos de formoseños condenados a permanecer varados en las fronteras de esa provincia.





Insfrán es un capanga





Nunca reveló sus sueldos ni sus bienes. En Formosa no hay ley de acceso a la información pública ni ley de ética en la administración. Y nunca se puso en funcionamiento la Fiscalía de Investigaciones Administrativas que estableció una reforma constitucional de 2003. Algunos miembros de su gabinete -según se sabe a medida que salta la pus- habrían cometido actos impropios de funcionarios públicos, tan o más guarangos que los de su jefe. Tarde, el obispo de Formosa, José Conejero, acaba de admitir que el gobernador "nunca nos ha respondido una carta ni nos ha atenido el teléfono". Es que Insfrán no dialoga con nadie ni con la oposición ni con la sociedad. En la última semana los formoseños han logrado quebrar el estado de terror policíaco que existía en la provincia. La pandemia los encerró hasta la asfixia y la propia pandemia los está liberando. Bordón fue gobernador cuando Insfrán empezaba como vicegobernador. Uno quiso hacer república modernizando el peronismo. El otro quiso frizarlo y aprovecharlo en provecho propio.



 



Diario Uno


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