Investigadoras del Conicet descubren fósil de una flor sin precedentes en América del Sur
Un hallazgo argentino que reescribe la historia de las plantas con flores en Sudamérica. Tiene 113 millones de años, no huele ni brilla, pero es una estrella.
No tiene perfume, ni colores vivos, ni chances de ganar un concurso de belleza botánica. Pero es una estrella. Literalmente. Se llama Stellula meridionalis, un nombre que en latín suena a hechizo de Harry Potter, pero que en criollo significa algo así como "pequeña estrella del sur". Y apareció donde nadie esperaba encontrar una flor: bajo las piedras de una formación geológica olvidada en el norte de San Luis.
El hallazgo fue realizado por dos investigadoras del Conicet, Griselda Puebla y Mercedes Prámparo, que no buscaban oro ni petróleo, sino algo mucho más improbable: fósiles vegetales. Lo que encontraron fue una especie de "Messi jurásico" de las flores: una joya paleobotánica que vivió hace 113 millones de años, lo que la convierte en la flor fósil más antigua hallada en territorio argentino.
Pero eso no es todo. La importancia del descubrimiento llevó a su publicación en la prestigiosa revista científica Review of Palaeobotany and Palynology, especializada en el estudio de plantas fósiles y granos de polen. Una prueba más de que la ciencia argentina sigue haciendo historia, incluso sin reflectores ni marketing.
Una rareza con pétalos
La Stellula meridionalis pertenece al grupo de las angiospermas, es decir, plantas con flores. Hoy dominan casi todos los ecosistemas terrestres -desde un jazmín hasta una espiga de trigo-, pero en el Cretácico Temprano eran una rareza evolutiva. Una novedad botánica en un mundo dominado por helechos, coníferas y cicadáceas.
Lo sorprendente es que no se encontró una sola flor, sino más de veinte ejemplares, en diferentes estadios de desarrollo. Esa diversidad descarta que se trate de una deformación azarosa causada por la erosión y confirma la presencia de una especie nueva. Y algo aún más inusual: las flores estaban increíblemente bien conservadas.
Esto es casi un milagro fósil: las flores suelen ser efímeras, frágiles, incapaces de resistir el paso del tiempo. Pero esta resistió. Y con estilo. Tenía hojitas dentadas, base cónica y un patrón de pétalos que recuerda a una estrella. Medía apenas entre uno y cinco milímetros. Insignificante a simple vista, pero lo suficientemente reveladora como para reescribir parte de la historia vegetal del hemisferio sur.
¿Para qué sirve una flor de hace 113 millones de años?
Los fósiles fueron hallados en la Formación La Cantera, cerca de la Sierra del Gigante, una zona que hace millones de años albergaba lagunas efímeras y ríos poco profundos. Las condiciones eran ideales para conservar restos vegetales minúsculos: sedimentos finos, aguas tranquilas y, sobre todo, mucho tiempo.
Junto a las flores aparecieron también hojas diminutas y granos de polen fosilizado. Esa combinación excepcional permitió a las investigadoras reconstruir no solo la anatomía de la planta, sino también el ecosistema donde creció. Hasta ahora, en Sudamérica, solo Brasil contaba con registros comparables. En Argentina, lo más antiguo que se había encontrado eran hojas o polen disperso. Nunca una flor completa. Nunca algo tan claro. Nunca algo tan... estelar.
Este hallazgo refuerza la importancia de los fósiles argentinos para entender la evolución temprana de las angiospermas, que son las plantas con flores. El Cretácico Temprano fue un periodo crucial para su expansión y diversificación morfológica: eventos clave en la historia biológica de la Tierra.
Mercedes Prámparo, investigadora del Conicet en el Instituto de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) y coautora del trabajo, explicó que, además de los restos vegetales, se recuperaron granos de polen dispersos correspondientes a angiospermas en los mismos niveles sedimentarios. "Los granos de polen de plantas con flores nos permitieron discutir en profundidad la afinidad botánica de la flor y dilucidar las posibles relaciones entre las hojas y las flores fósiles estudiadas con especies actuales y pasadas", detalló al sitio oficial del Conicet.
Cómo sigue
Las investigaciones sobre Stellula meridionalis abren nuevas líneas para estudiar la evolución de las plantas con flores en América del Sur y su dispersión durante el Cretácico. El equipo continuará analizando las relaciones botánicas entre los fósiles hallados y especies actuales, lo que ayudará a comprender mejor el origen y la radiación inicial de las angiospermas. Además, este descubrimiento invita a explorar otras formaciones geológicas en Argentina que puedan conservar restos fósiles de esta antigüedad, ampliando el conocimiento sobre la biodiversidad y los ecosistemas del pasado.
Con todo, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, celebra este tipo de hallazgos como lo que realmente son: pequeñas ventanas al pasado, que permiten comprender mejor el presente y pensar distinto el futuro. Cuando alguien diga que la ciencia es un gasto, sería bueno mostrarle esta flor. No por su belleza. Por su capacidad de resistir. Y de contar una historia que, sin ciencia, jamás se hubiese conocido.
Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ