Financista muerto en Puerto Madero: los audios con su voz, su newsletter privado y sus socios en las sombras

El aparente suicidio de Exequiel Mercado revela una trama de víctimas de posibles estafas tras promesas de ganancias de alto vuelo en el mercado bursátil. El apriete de los hombres de traje y una nueva pista para la Justicia



A fines de 2015, un empresario dedicado a la venta de accesorios de teléfonos celulares salió a las calles de Puerto Madero a buscar lo que era suyo. Había conocido a comienzos de ese año al financista y supuesto experto en inversiones Exequiel Mercado Zuliani a través de un conocido. Mercado Zuliani le ofreció un negocio interesante, una inversión para moverse en el mercado bursátil a cambio de una renta sensata, 4 por ciento mensual, con un pozo inicial de medio millón de pesos de aquel entonces. La idea era sencilla: tomar dinero y multiplicarlo en la Bolsa.



Entonces, el empresario y el financista acordaron una cita. Ocurrió en el domicilio fiscal de Mercado en la calle Juana Manso al 1000, en uno de los clásicos edificios con frentes de ladrillo de la zona. La idea era que el empresario le entregara su dinero, efectivo en mano. Pero el empresario también le llevó a su escribano para certificar el trato. Mercado ciertamente no lo esperaba. Tembló un poco, quizás acostumbrado a las cosas sin declarar: años después le pediría a sus inversores que le depositaran su plata a través de billeteras virtuales, nunca por transferencia bancaria. Así, firmaron un contrato de mutuo, de puño y letra. El dinero estaba netamente en blanco.



Los pagos llegaron pero eran mínimos, nada satisfactorios, pequeños intereses. Con el tiempo, Mercado dejó de contestar el teléfono, una de sus jugadas usuales. Así, el empresario salió por las calles a buscarlo. Sabía que Mercado había conformado en octubre de 2015 una empresa según el Boletín Oficial, DMZ Group, dedicada en los papeles a “la administración por cuenta de terceros de negocios financieros y, en especial, a lo relacionado con títulos de crédito, títulos de valores públicos o privados, representaciones, cobranzas, mandatos, comisiones, consignaciones y asesoramiento”. Hoy, DMZ Group ni siquiera tiene un número de CUIT o un domicilio fiscal. Pero en aquel momento tenía una oficina; quedaba también en Puerto Madero.



El empresario llegó a pie hasta la supuesta oficina. No había una recepción y un escritorio, nada tan formal. Se encontró con un pequeño caos, con Mercado Zuliani rodeado de hombres de traje que le exigían cosas a los gritos. El financista e inversor lo apartó a un lado y le dijo: “Tu plata va a estar, no te preocupes”. Tres años después, el empresario comenzó un juicio por cobro ejecutivo en el Juzgado Comercial N°5 por el dinero invertido y más de 170 mil pesos en intereses. El Juzgado, curiosamente, libró oficios a gigantes del mundo financiero, como JP Morgan, que dijo desconocer a Zuliani como cliente.



Luego, el empresario se olvidó, Mercado Zuliani era una pelea que prefería dejar atrás. Ni siquiera lo denunció penalmente por estafa. Sabía que había otros en su situación, empresarios más acaudalados que él. Otro juzgado comercial, el número 23, había ordenado en julio de 2016 una ejecución de más de dos millones y medio de pesos contra el financista tras la denuncia de un industrial porteño de 69 años, una deuda que Mercado dijo desconocer a través de su defensa. En el medio de ese expediente, un reconocido hombre de la política argentina introdujo un reclamo por un Audi A4 modelo 2012 que le había comprado a Mercado en Puerto Madero, con un trato cerrado en el departamento de la calle Juana Manso. El auto era un desastre formal: sus papeles de libre deuda eran falsos, adeudaba multas en al menos cuatro provincias, 60 mil pesos solo en Córdoba.



El viernes por la mañana, el hombre de los cargadores y el hombre de la política se encontraron de vuelta con la cara de Mercado Zuliani al encender sus teléfonos, luego de que la división Homicidios de la Policía de la Ciudad encontrara su cadáver en el baño de su departamento en el exclusivo complejo La Porteña de la calle Martha Salotti al 400, uno de los desarrollos más caros de Puerto Madero, ahorcado con una cuerda en el caño de la ducha del baño.



Todo apuntaba a un suicidio, con una investigación a cargo de la Fiscalía N°48 del doctor Eduardo Rosende. Sus lesiones, declaró un médico legista que analizó el cuerpo, eran compatibles con una asfixia por ahorcamiento. Había dejado una carta, un pedido de perdón a sus padres. Sin embargo, no le había pedido perdón a sus acreedores. Ya se habían agrupado entre ellos hace tiempo, liderados por una ex empleada de Zuliani en una empresa que había formado en 2013 junto a varios hombres de negocios, vinculada a una poderosa multinacional.



Zuliani había reaparecido en su vida a comienzos del año pasado para pedirle 40 mil dólares, todos sus ahorros, con los que haría un negocio mágico. Luego se borró. La ex empleada decidió exponerlo con un post de Facebook. Otros acreedores se contactaron, con historias similares en Tierra del Fuego, La Rioja. Mercado Zuliani incluso había prometido hacer pagos millonarios tras recibir amenazas a fines del año pasado, pagos que iban a realizarse, irónicamente, el día después de su muerte.



Quizás, la muerte de Mercado Zuliani sea solo el comienzo, la pista inicial para revelar una posible trama de estafas y codicia a un nivel desconocido para el común de los tiburones de la City porteña. El término “financista” suele conllevar otras imágenes: un cuevero, un cambiacheques, un contador especialista en mover dinero sucio.



 



El newsletter de Zuliani, enviado hasta noviembre del año pasado.



Infobae dialogó con varios inversores que aseguraron ser sus víctimas. Los relatos son dispares. Para algunos, Mercado Zuliani ofrecía un negocio simple, un rulo para generar ganancias con dólar bolsa. Otros recibían el paquete completo.



Uno de sus acreedores que perdió varios millones de pesos en ganancias recibió una de las piezas clave de la recaudación del financista: su newsletter privado en formato PDF, diez carillas cada mes con movimientos bursátiles y oportunidades para invertir. El financista ofrecía a sus potenciales aportantes su análisis privado en otros documentos, sus pequeños ensayos donde comentaba sobre el estado de la economía.



Sin embargo, el newsletter era la clave. En su portada, Zuliani se escudaba con los logos de entidades globales como Wells Fargo, Deutsche Bank, Barclays. En la página final, se desentendía. Aseguraba que no aceptaría “ninguna responsabilidad por cualquier pérdida o daño en el trading”.



Algunos de los acreedores lidiaban directamente con el financista. Uno de ellos escuchó sus excusas a fines del año pasado, en audios que son parte de esta nota. “Disculpame, estoy en la calle. Como para ir viendo. ¿Cuánto es lo que necesitás? ¿Te acordás el monto? Porque estoy en la calle y no tengo cash, para ir acomodando las cosas y darte hoy y no mañana”, le dijo Zuliani en noviembre del año pasado, una evasiva.



Un día después, invocó a un poder mayor. “Perdón, estoy luchando con la CNV porque tengo que sacar un fondo y necesito la autorización para sacarlo ya y poderlo publicitar. Me están mandando de un lado para el otro, un quilombo”, aseguró. Poco después le dejaría de atender.



 



Según otros que lo conocieron, Mercado Zuliani no estaba solo. La composición societaria de DMZ Group muestra a un empresario con domicilio en Palermo y participaciones en otros negocios.



Mientras tanto, hay por lo menos dos colaboradores cercanos que no figuran en el Boletín. Uno, aseguran fuentes, se encargaba de realizar los balances y la contabilidad de ciertos inversores, sus liquidaciones. Otro estaba más cerca de Zuliani todavía.



Quizás ellos sean la puerta. El financista murió de acuerdo a registros comerciales sin cheques sin fondo a su nombre, sin deudas bancarias o sin alertas en su contra del Banco Central, ni siquiera saldos impagos de tarjeta de crédito, algo atípico para un hombre acusado de estafa. Por lo pronto, la Justicia solo investiga su muerte. La ruta de su plata es otro capítulo.



 



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