Gil Pereg rompió el silencio y declaró más de una hora

Nicolás Gil Pereg (40) ingresó a la sala cuando terminaron de desfilar todos los testigos del juicio por jurados que está a punto de concluir. Con una forma de hablar por momentos intrincada, repasó su vida y sus "obsesiones". Mañana podría haber veredicto acerca del doble crimen de las israelíes.



Cuando está por terminar el juicio en el que se acusa a Nicolás Gil Pereg (40) por el doble asesinato de su madre y de su tía, el acusado decidió declarar. Su abogado defensor, Maximiliano Legrand, le realizó algunas preguntas y el imputado respondió con un castellano por momentos confuso, mientras se mantenía de pie y con custodia policial.



En primer término, el letrado le preguntó a Pereg cómo era su vida en Israel. "Yo pasé encerrado en una habitación ocho meses. Cuando estaba en el ejército, tuve que hablar con el psiquiatra para que me liberara, porque no podía aguantar la presión por las cosas que hacen ahí. Yo vi cómo era el mundo y entendí que era muy feo. No podía vivir así ni tener relaciones con nadie: las únicas personas que estaban conmigo eran mi mamá y mis abuelos", respondió él.



Levemente inclinado hacia un costado, y siempre con una voz que rozaba lo lastimero, el detenido relató su llegada a la Argentina. "Me costó mucho estudiar, porque tengo enfermedades mentales como la paranoia. Luego llegó el ejército, se me explotó la cabeza y yo decidí vivir como un gato, y ahí me internaron, porque yo andaba desnudo en la calle y comía alimento en el piso, como los gatos. Entonces mi madre me dijo que me fuera a otro país y que ella me mandaría plata".



"Mi madre está secuestrada. Me habla todas las noches dentro de mi cabeza"



Pereg contó que en Mendoza lo estafaron mucho. "Yo hice juicios contra estas personas, mientras en mi casa seguía viviendo como gato. No podía actuar mucho tiempo como humano: media hora o así, después me volvía gato otra vez. Entonces yo salía de mi casa, actuaba como una criatura de dos patas y regresaba", recapituló el acusado.



Cabizbajo, con la barba más canosa que antes, el acusado añadió algunas frases más antes de volver a su celda. "Mi madre y mi tia siguen vivas. Han sido secuestradas y están en un lugar oscuro del que no pueden salir. Mi madre me habla todas las noches, dentro de mi cabeza. Me dice que tengo que salvarla, y yo le respondo que no puedo porque estoy encerrado. Es mentira que han encontrado los cuerpos en el terreno mío. Y si encontraron algo, fue plantado".



Respecto a la acusación, resaltó: "Me culpan porque no habito en el mundo de ustedes, porque vivo en forma precaria. Yo siempre he querido a mi madre y a mis hijos (sus gatos). Jamás podría hacerles algo. Pero armaron allanamientos en mi predio y no encontraron nada; y después aparecieron estos cuerpos aquel sábado, que no sé de quiénes son porque no los vi".



"Todos los millones del mundo no valen ni un pelo de uno de mis gatos"



En la parte final de la declaración, el israelí se refirió a su vínculo con los felinos y con su madre. "Todos los millones que hay en el mundo -consideró- no valen ni un pelo de uno de mis hijos (gatos). Las personas de dos patas, en cambio, son malas. Excepto mi madre y mi abuelo: ellos son la única excepción".


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