Tensión entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner por la herencia de Cristina

Las elecciones de noviembre no sólo definirán cómo se moverá el Gobierno en los próximos dos años, y cómo continuará la relación entre la vice y el presidente. También abrirá la disputa entre Máximo y Axel, jefe político del peronismo bonaerense y gobernador institucional, respectivamente.



Cuentan los pocos dirigentes que los frecuentan, que la relación entre Axel Kicillof, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y Máximo Kirchner, el jefe del peronismo bonaerense, atraviesa el peor momento. No alcanza el dramatismo al que suelen llegar las discusiones entre el presidente y su vice. Pero la desconfianza cada vez es mayor. 



"Ya se empiezan a pelear por la herencia de Cristina... Uno porque es el heredero natural pero sabe que el elegido es el otro", construye tal cual una novela mexicana un operador todoterreno del oficialismo. "Ella quiere que Axel sea presidente, y eso lo molesta mucho a Máximo".



Eso se nota en las limitadas opiniones que formula el heredero de los dos presidentes. Para eso le sirve la relación de amistad que ha desarrollado con Sergio Massa, su llave para aflojar las tensiones con los intendentes. Si bien no es querido por todos, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación suele traducir, de un lado y del otro de la mesa, el punto en común para que todos lleguen a un acuerdo. 



Kicillof parece desechar cualquier otra relación que no sea la de su ámbito de confort con los amigos que siempre lo acompañan o se han incorporado en los últimos años, previos a asumir la gobernación. Tampoco quiere un "operador" que le articule las relaciones que aún no ha desarrollado con los jefes comunales que sólo lo tomaron como un instrumento que les asegurara la victoria hace dos años. 



En el juego de las diferencias constantes que parecen disputar, Kirchner se integró al PJ, de manera bastante traumática, pero cediendo en muchas cosas que antes hubieran aparecido como imposible. Y más de una vez termina concediéndole a Massa la postergación de leyes que él considera indispensables o callando ante decisiones oficiales que Alberto Fernández toma más allá de sus opiniones previas. El caso de la "traición a la Patria" que para el primogénito presidencial significaba el acuerdo con Pfizer, es la última prueba de eso. 



En cambio, tanto Cristina Fernández de Kirchner como Kicillof no pierden oportunidad para recordar que no perdieron la memoria. En su ya "histórica" carta en la que habló de los "funcionarios que no funcionan", la vicepresidente había dejado sentado que para que el peronismo vuelva a gobernar ella tuvo que tragarse "varios sapos", entre los que estaba los que prometieron meterla presa. 



Ese "teléfono para Massa" también lo promueve el gobernador cuando ante cada discurso en la que está el creador del Frente Renovador, mirándolo fijo, le recuerda "lo malo que fue el gobierno de María Eugenia Vidal" o "el arreglo con los fondos buitres" de Mauricio Macri. El presidente de la Cámara de Diputados sabe que son referencias a su estrecha relación durante casi todo el mandato con la ex gobernadora, con la que estuvo de acuerdo en anticipar las elecciones en 2019, o cuando viajó a Davos con el ex jefe de Estado en 2016.



En la última discusión por los lugares y los cierres de diversos distritos y listas de la Provincia de Buenos Aires, una intendente del Gran Buenos Aires escuchó cómo Máximo Kirchner discutía acaloradamente con el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, por varios temas, pero fundamentalmente por el distrito del nieto del histórico dirigente peronista, radicado en San Isidro. Allí, insólitamente, no había acuerdo.



Consultado un operador cercano a La Cámpora, pero que tiene acceso al Instituto Patria del mismo modo que lo hace a la Casa Rosada, este consideró que "la pelea era por lo que Máximo y Sergio querían para ellos más que lo que pretendía Cristina. De hecho, ella lo recibió muy bien a Santiago en su última visita al Senado, y estuvieron dos horas en su despacho", agregó.



La tensión, entonces, vuelve a atravesar el principal distrito electoral del país y la fortaleza política del kirchnerismo, la Provincia de Buenos Aires. La "mesa de los lunes", en la que participan todos los dirigentes más importantes del territorio, incluidos el jefe de gabinete de la Nación, algunos ministros e intendentes, no ha fijado ninguna línea de acción. "Y el decálogo que dieron a conocer lo armó un publicista que se ganó unos pesos", dice, irónico, uno de los participantes de estos encuentros. 



 



mdz


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