Tierra de Colores, el nuevo sendero de Santa Cruz que quiere ser Parque Nacional

Un misterioso pedazo del norte en el sur, la excepción a la regla de la estepa ocre y monocromática, un balcón a la sorpresa, un espacio donde la vegetación es puro anhelo, un sitio donde la prehistoria jurásica todavía cincela sus rasgos, un boleto a la primera fila del viento.

Todo eso es el sendero Tierra de Colores, el aún desconocido tesoro que está a punto de ser sumado al Parque Nacional Patagonia y que puede visitarse gratis, muy cerca del Parque Provincial Cueva de las Manos.

Más específicamente, el rincón en degradés de naranja, amarillo, rosa y marrón forma parte del Cañadón Pinturas, uno de los portales del Parque que ofrece cuatro opciones de senderos peatonales: Tierra de Colores, Laguna Koi (con ascenso a la meseta Sumich), La guanaca, que permite escalar el cerro Amarillo, y Bajada de Los Toldos.

Tierra de Colores es el más accesible. Está a pasos de la entrada al portal, ubicada sobre la RN 40, 56 km al sur de la localidad de Perito Moreno. Allí funciona una hostería con restaurante ( La posta de Los Toldos), administrada por Flora y Fauna/ CLT y en la que Daniela Villalva, su coordinadora, brinda todo tipo de información turística, mientras, muy cerca, unos confianzudos choiques (ñandúes patagónicos) picotean el suelo.





"El Portal Cañadón Pinturas será donado a Parques Nacionales. Por el momento es una reserva privada de uso público y gratuito. El cuarto trekking acaba de ser habilitado y es la bajada desde aquí, Los Toldos, hasta el Parque Provincial Cueva de las Manos", detalla Daniela.



Aventura

A pocos cientos de metros del refugio, siguiendo un camino de ripio donde es natural cruzarse con guanacos, se puede estacionar y ver un cartel que cuenta que el recorrido a través de Tierra de Colores es de 4,8 km y que insume una hora y 45 minutos, saliendo y regresando al mismo punto.

La caminata se inicia en un sendero que atraviesa un cañadón amarillo, desde el que se vislumbran paredes irregulares con los otros colores. Luego hay que subir una ladera arenosa -en la que unas tablas de madera ofician de escalones y facilitan la trepada-, cruzar una pequeña meseta, llegar hasta el balcón mirador desde el que se pueden tomar panorámicas de este paisaje inusual y descender por un caminito sin baranda en el que hay que andar con cuidado porque el viento suele soplar fuerte. Pero también puede empezarse el circuito por el final. Solo hay que tomar la precaución de que si se va con cámara de fotos conviene mantenerla cubierta hasta el momento de usarla, por el polvo que vuela todo el tiempo.





Esta geografía es conocida en otras partes del mundo por su acepción en inglés, badland. El término remite a tierra mala, expresión acuñada por los sioux (Estados Unidos y Canadá cuentan con diversas regiones de este tipo y hasta un Parque Nacional en Dakota que se llama Badlands) por las dificultades que el suelo presenta para quienes quieren explorarlo: cuestas empinadas, superficie suelta y arcillosa, poca vegetación, lluvias muy esporádicas pero intensas.



En otras palabras, depara erosión garantizada que resulta el paraíso del paleontólogo porque expone fósiles. Es lo que sucede en la Argentina en el Parque Provincial Ischigualasto, o Valle de la Luna, en San Juan.

Los colores aparecen, encendidos, entre el ocre de las badlands.Los colores aparecen, encendidos, entre el ocre de las badlands.



Pero a diferencia de los colores más intensos del norte, aquí los tonos son pasteles, como de una cassata de vainilla, frutilla y chocolate, aunque se encienden con el brillo del sol. Son característicos del paisaje jurásico, y el material que conforma las paredes de estos cerros y cañadones proviene del explosivo vulcanismo que acompañó la separación del antiguo continente de Gondwana, el que luego dio origen a las actuales Sudamérica, África y Australia, entre otras tierras.





En esta región predominan los sedimentos limo-arcillosos en los que se han encontrado fragmentos fósiles como por ejemplo molares de primates, vertebrados que habitaron la región durante la era terciaria o Cenozoica, hace unos 65 millones de años. En este período de grandes plegamientos se formó la cordillera de Los Andes, y se extinguieron los dinosaurios.

Los materiales presentes en las paredes de los cañadones, se supone, eran algunos de los que los primitivos habitantes de estos territorios usaban para sus pinturas rupestres, esos mensajes que nos mandan a diario, todavía, desde el pasado.



El albergue cuenta con wifi, calefacción, agua caliente y espacios comunes de libre uso más 9 habitaciones cuádruples y quíntuples. Se puede pernoctar con bolsa de dormir (u$s 10 por noche por persona) o con suministro de ropa de cama (u$s 17). Hay restaurante y también fogones y cocina. Está abierto hasta el 15 de abril, todos los días, y se puede ingresar de 8 a 20. Se pueden contratar allí salidas guiadas, de escalada, de senderismo y de avistaje de fauna silvestre. lanacion.com.ar


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