Invasión de conejos en Ushuaia: por qué y cómo van a fumigarlos

El conejo de Castilla (Oryctolagus cuniculus) es una especie exótica invasora, considerada una de las 100 especies invasoras más dañinas del planeta por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Introducida en Tierra del Fuego desde Europa por los primeros colonos, al acceder a condiciones favorables para su reproducción, sin predadores naturales, se diseminó por todo el territorio causando daños ecológicos importantes, como la destrucción del suelo y la eliminación de especies animales y vegetales autóctonas. Si bien su control se había logrado, este año se produjo una explosión demográfica que enciende nuevas alarmas ambientales y sanitarias, porque su superpoblación conlleva riesgos para el medioambiente, la salud de la población, las operaciones aerocomerciales y las construcciones edilicias.



Respecto del primer punto –el medioambiente–, los conejos comen la cubierta vegetal, rascan el suelo en búsqueda de raíces y cavan para construir sus madrigueras. Esto destruye la vegetación y tiene una doble consecuencia: elimina el hábitat de especies nativas, produciendo daños irreparables a la biodiversidad; y deja expuesto el suelo a la erosión del viento y las lluvias, atentando contra la fertilidad y productividad.



En relación a la salud, el contexto actual de la pandemia, el contacto con animales silvestres podría favorecer la transmisión de hongos, parásitos, virus y bacterias a personas o mascotas, ya que los conejos circulan libremente junto a los seres humanos.



El tercer peligro está indirectamente vinculado a los vuelos: como el conejo circula en las inmediaciones del Aeropuerto Internacional de Ushuaia Islas Malvinas, ello incrementa sus predadores y carroñeros, como aves, zorros y perros, lo que representa un riesgo para las aeronaves que allí operan, ya que pueden ser absorbidos por las turbinas.



El último punto está vinculado con el primero, y es que con el descontrol de la población los conejos forman túneles subterráneos que restan sostén a las estructuras que se apoyan sobre los terrenos, generando hundimientos y derrumbes, peligrosos para los residentes del lugar.



Cómo controlar su proliferación



Desde hace tiempo se han evaluado diversos métodos de control que han demostrado ser exitosos en otras experiencias nacionales e internacionales. Las alternativas tienen como máxima prioridad la bioseguridad de las personas y del resto de las especies animales que habitan y transitan la región y sus alrededores, así como la ausencia de impacto ambiental y el menor sufrimiento posible para los conejos en el proceso de erradicación.



Entre las técnicas no letales se encuentran cercar un área para protegerla o atrapar a los animales y trasladarlos. En ambos casos, el problema no se soluciona, sino que se transfiere a otro sector y puede inclusive acelerar el proceso que aquí se intenta evitar, es decir, la expansión del conejo por fuera de la península. Tampoco existen herramientas efectivas de esterilización que puedan aplicarse al total de la población de conejos.



 



Esto obliga al Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) – organismo dependiente del Conicet con sede en Ushuaia– a tomar acciones de control de esta especie dañina que, a pesar de no ser agradables, se revelan como indispensables en pos de evitar su diseminación por la Isla Grande de Tierra del Fuego y la producción de daños mayores, siempre cumpliendo la legislación vigente, en particular el Convenio sobre la Diversidad Biológica, al que se adhirió la Argentina mediante la Ley 24.375 de la Nación, que en su artículo 8º, inciso h) dice: “Se impedirá que se introduzcan, y se controlará o erradicará a las especies exóticas que amenacen a ecosistemas, hábitats o especies”. Además se contribuye a cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas a los que adhirió la Argentina en 2015. El Objetivo 15, en una de sus metas se propone: “Para 2020, adoptar medidas para prevenir la introducción de especies exóticas invasoras y reducir de forma significativa sus efectos en los ecosistemas terrestres y acuáticos y controlar o erradicar las especies prioritarias”.



Cuál será el método a utilizar



La decisión del Cadic es erradicar la plaga de conejos silvestres alojada bajo su propio edificio mediante la fumigación con gas fosfina y extracción manual de los ejemplares muertos que, según la propia institución, no implica riesgos para la seguridad ni la salud de humanos ni de otras especies animales y posee un impacto nulo para el medioambiente.



 



Sin embargo, la decisión originó una polémica con las asociaciones protectoras de los animales que llevaron el tema a la justicia. De hecho, tanto la Asociación de Funcionarios y Abogados para la Defensa de los Animales (Afada) como la Asociación Amigos del Reino Animal Fueguino (Araf) mostraron su desacuerdo con la medida y presentaron un recurso de amparo para evitar que se concrete. La causa fue iniciada ante el Juzgado Civil y Comercial 2 de Ushuaia, a cargo del juez Gustavo González, y en ella las asociaciones plantearon que la erradicación de los conejos “amenaza la fauna silvestre de la provincia, su diversidad biológica y valor cultural, y la integridad física y psíquica de los animales, vulnerando sus derechos a no ser víctima de sufrimientos innecesarios”.



Por otro lado, plantea que las pastillas de fosfuro de aluminio (fosfina) que se utilizarán para la fumigación resultan altamente tóxicas para cualquier ser vivo, y están clasificadas “en categoría IA (extremadamente tóxicas) por la Organización Mundial de la Salud”. Sin embargo, el doctor en biología e investigador del Cadic, Adrián Schiavini, sostuvo que el gas fosfina está compuesto por una molécula de fósforo y tres de hidrógeno, con lo que “el gas se degrada en pocos días en sus componentes básicos sin dejar residuos dañinos para el medio, ya que el fósforo y el hidrógeno son compuestos que ya existen en la naturaleza”. También dijo que los conejos muertos “quedarán debajo del edificio del Cadic, sin que predadores ni carroñeros pueden acceder a ellos. Por lo tanto es erróneo hablar de riesgos para otros animales, para seres humanos o para el medio ambiente”, aseveró el científico. La polémica está abierta y recién comenzó.



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