El elemento, su enemigo y la puesta del sol
Una visita por una zona del noroeste de Santa Cruz generó una historia tan interesante como atrapante en torno al Macá Tobiano.
EL ELEMENTO: Vamos al encuentro del elemento en la Zona Noroeste de Santa Cruz; Sin más prolegómenos; el agua y sus diversas formas. Lo dijo Bruce Lee, siempre: "be like water".
Y aquí nos reciben las grandes conmociones que forjaron la cordillera, la pureza del aire, las soledades que de pronto se salpican de una vida que brota de cada piedra, la fiesta para los sentidos que es la meseta y el remanso para el alma, TODO TIENE QUE VER CON EL AGUA.
Aquí, a la edad que sea que se aposente un ser humano, está al alcance el entendimiento del ciclo del agua: su magia, su necesidad, la crueldad de su desmanejo, el crimen de tratarla con desidia, lo mortal de la desidia de no ponerla MUY por encima del oro.
El agua, por presencia y ausencia, acción u omisión, ha de estar en el centro de este viaje, y del debate. Va a abrir y cerrar el envío, todos los envíos, siempre.
EL ENEMIGO: Es una sombra que nos va a acompañar en la travesía, sin tomarse vacaciones ni otorgar descansos ni licencias. Se está cargando con especial ensañamiento al cambiar a la nevada por la lluvia, un hábitat que es el que ha forjado el Tobiano, y del cual es imposible divorciar. Nadie en su sano juicio se divorciaría de esta meseta, y entonces es de entender al metejón del Tobiano con esta belleza en forma de lagunas Soñadas….
El cambio climático, calentamiento Global, es lo que el Norte le ha dado en forma de pesadilla al Sur: ellos generan las emisiones, nosotros pagamos los costos. Ellos van por caja al beneficio, y nosotros, lloramos por la leche derramada. Gente como el enorme filántropo norteamericano Douglas Thompkins, que entendió absolutamente todo, con más virtudes que defectos, le puso el cuerpo, la mente y el billete a esta extinción.
¿El problema? Es un enemigo tan poderoso que los golpes a propinarle son cosquillas en la barriga del tirano. Está los 4 días con nosotros, el Calentamiento Global, respirándonos un aliento pesado sobre el cuello; es asfixiante el Huevón, pesado como sopa de calabaza en verano correntino.
EL MACÁ: Está a la altura; arropado por un entorno único en su especie (la fascinante Meseta del Lago Buenos Aires, tan prístina de la insoportable huella humana), brota vaya a saber en qué amanecer de los tiempos un ave especial, carismática. Sus 450 gramos de peso pueden cruzar la provincia al completo de oeste a este, y de norte a sur, para migrar. 450 gramos, la mitad de su bolsa de pan de la mañana.
Un respeto ahí. Va a comer mucho antes de emprender la travesía. Antes estuvo peleando por la vinagrilla (especie vegetal que aflora desde el fondo de las lagunas, que dejó de hacerlo misteriosamente y que exigió al límite al músculo mental, físico y anímico del proyecto Macá Tobiano a plantar vinagrilla artifical para anidar que…resultó!!!) para poder depositar sus huevos. Antes, más bien siempre, ha estado en el agua, SIEMPRE. No le pidan que cabecee.
El Macá Tobiano es un guerrero valiente y la definición por excelencia de lo que significa ser santacruceño, y un ser que ya puede presentir los ejércitos aliados que han de defender su estirpe y dignidad hasta la locura. También, el acoso implacable de ese enemigo voraz, que es el desapego de la raza humana al entorno y la posterior vil apropiación de la naturaleza como góndola para alimentar caprichos y vanidades. Ese enemigo ha tomado los ropajes del calentamiento, del cambio climático. Pero en su esencia es vanidad, ignorancia y egoísmo.
El Macá ha elegido vivir con dignidad los últimos compases, cortejando y bailando, profundamente hermoso, tercamente hermoso, inalterable, sembrando mensajes y enseñanzas.
LOS LOQUILLOS: Gente especial, que pelea con escarbadientes contra una bestia que además lleva la armadura de hierro del capitalismo. Personas (científicos, veterinarios, técnicos, voluntariado) capaces de sostener con jirones de su tiempo, ese eslabón de la cadena que de abandonar la nave sólo puede constatar oscuros presagios.
De silencios y respetos profundos en la Meseta. De fogones repletos de chanzas y jodas, y Chaltenes gritones y jocosos. De curar a la gente que los visita en la Estación Biológica Juan Mazar Barnett (ornitólogo que le inyectó su vida a la causa de las aves) diagnosticando fuerzas y debilidades e inyectando autoestima.
Locos de los bichos, de contemplarlos, dejarlos ser, no romperles los huevos. Grandes observadores de la Creación, con un pulso especial. Construyen cada alegría del proceso, con un montón de laburo cuerpo a tierra, en el viento, en la soledad. Algunos les tiran que están en el medio de la nada; ellos creen firmemente que están el el medio de todo. Hay que hacer la experiencia para elegir vertiente.
Y SEGUIR: Los ojos de Pablo Hernández, santacruceño como el Monte Zeballos, lo entienden.
El sol se va a ir a esconder detrás del Cerro San Lorenzo, que por lo que se sabe en estos lares, es aquel custodio de la estrella en su partida y lo devuelve al pasar la profunda noche para seguir alimentando la vida. Mientras tanto, la recría (buscar los huevos que tienen destino de descarte y luchar por salvar su ciclo existencial mediante incubadora, alimentación y devolución, ya llegando a 25 días y al borde del milagro) es un paliativo tan bello como conmovedor:
Gaby, la veterinaria, estará cada media hora al nacer los pichones. Cada media hora con ellos, respirando y tratando de captar el pulso de la vida, con ellos. Despedirá a cada uno como un puñal frío que se saca de la espalda, pero seguirá caminando a una utopía que lleva diez años con sus respectivos días y noches. Con una sensatez, sentido del deber, nervios y estrés, que se pueden tocar.
Mariano visitó un lugar especial
Porque se trata de caminar, al final del día. Sobre un Farallón de piedra asomado al abismo, un Chinchillón anaranjado y su cría divisan con ojitos rasgados la Meseta, aplomados sobre bigotes inmensos cuales radares aspersores. El Cóndor sobrevuela el Río y domina la escena con amenazante solidaridad . Algún Puma nos observa desde algún lugar con la fuerza de un láser que toca las estrellas. Todos amenazados, todos en riesgo.
Ellos, nosotros. Si no abrimos pasos a las nuevas generaciones (mejores que nosotros, claramente) a una alameda de conciencia, y empatía, seremos un final apocalíptico que se lleve puesto al Planeta, en vez de una dulce y suave melodía que nos respete a TODOS, por igual.