Tiene 16 años y salvó a su hermanito de morir atragantado tras aprender primeros auxilios
Martina Costanzo, cadeta de la Escuela de Bomberos Voluntarios, salvó la vida de su hermanito de 6 años al aplicarle la maniobra de Heimlich. La joven actuó con determinación y calma, demostrando el valor real de la formación voluntaria. Su historia ya inspira a toda una comunidad.
Lo que pudo haber terminado en tragedia, se convirtió en un verdadero ejemplo de vocación, preparación y valor. Ocurrió el sábado 7 de junio en Playa Unión, cuando Martina Costanzo, cadeta de la Escuela de Bomberos Voluntarios de Rawson, salvó la vida de su hermanito de apenas seis años, quien se atragantó durante la cena familiar.
"Vi que se ponía cianótico... Mi mamá quería correr al hospital, pero no íbamos a llegar a tiempo", relató Martina a ADNSUR. Fue entonces cuando puso en práctica lo aprendido: con precisión y serenidad, aplicó la maniobra de Heimlich, presionando el diafragma de su hermano hasta que logró que expulsara el alimento.
Con tan solo 16 años, Martina demuestra que la vocación no necesita antecedentes familiares. Su compromiso nació de la admiración por los bomberos y el deseo genuino de ayudar. Hace tres años integra la Escuela de Cadetes de Rawson, a la que asiste cada sábado, donde el aprendizaje técnico se combina con el compañerismo y los valores humanos.
"Siempre me gustó la idea de ser bombera. Desde chiquita lo soñaba", cuenta. Hoy, ese sueño tuvo una consecuencia directa y salvadora para su familia, que la apoya con orgullo en cada paso de su formación.
El Oficial Ayudante Claudio Carrazza, su instructor, resaltó que el programa incluye prácticas adaptadas en rescate vehicular, incendios, primeros auxilios y trabajo en equipo. Pero lo más importante, subraya, es que los cadetes no solo memorizan técnicas, sino que las hacen propias: "Martina es un ejemplo claro de cómo la formación se internaliza".
La Cabo Noelia Sánchez, otra de las referentes del cuartel, agregó: "No se trata solo de enseñar. Es moldear el carácter. Martina actuó bajo presión con una templanza admirable".
La escuela de cadetes está abierta a jóvenes de 12 a 17 años, sin necesidad de experiencia previa. La institución ofrece la indumentaria, materiales y un espacio de crecimiento que también exige responsabilidad: buen rendimiento académico, trabajo en equipo y compromiso social.
Además, la integración con otras escuelas del país permite que los jóvenes intercambien vivencias, fortaleciendo su sentido de pertenencia y vocación de servicio.
"Cuando entré entendí que era mi lugar", asegura Martina, quien combina sus estudios secundarios con su formación como cadeta. Y ahora, su historia se convierte en inspiración para toda una comunidad.
Porque más allá del uniforme, la vocación y el coraje también se construyen desde el ejemplo. (Fuente: El Diario Nuevo Día)