Descubren un ave gigante de 50 millones de años en la Antártida
Superaba cómodamente los seis metros de extensión con sus alas abiertas. Podía recorrer grandes distancias sobre los mares y cazaba peces durante vuelos rasantes. Sus restos fueron encontrados por paleontólogos argentinos cerca de la base Marambio.
Hubo una época de gigantes en el continente que ahora está
cubierto de hielo, puesto que allí los pelagornítidos -así se llamaban estas
aves que alcanzaron dimensiones descomunales y tenían un aspecto semejante a
los actuales albatros- llegaron a convivir, también, con pingüinos que podían
superar los dos metros de estatura.
El paleontólogo y
actual director del Museo de Historia Natural de La Pampa Marcos Cenizo comentó
a la Agencia CTyS-UNLaM que "la longitud del húmero de este ejemplar antártico
es algo mayor que la del Pelagornis sandersi, que era el ave con mayor
envergadura alar de la que se tuviera registro hasta el momento y que había
sido dada a conocer el año pasado por investigadores norteamericanos”.
Este grupo de aves llegó a distribuirse por todo el mundo
poco tiempo después de la extinción de los dinosaurios. "La forma de sus alas
les permitía planear y atravesar grandes distancias sobre los océanos; además,
tenían huesos muy livianos y tomaban altura aprovechando las corrientes de
aire, casi como si fueran un barrilete”, explicó Cenizo, especialista en aves y
uno de los autores del estudio publicado en la revista científica Journal of
Paleontology.
Los restos de este espécimen gigantesco descansaron durante
años en los anaqueles del Museo de La Plata (MLP). "En la campaña antártica del
verano de 2014, se encontró el húmero de un pelagornítido y ello nos motivó a
revisar todos los materiales acumulados de este grupo, entre los cuales se
encontraba este ejemplar gigantesco”, aseveró Cenizo.
"Ahora, sabemos que en la Antártida existieron dos grupos de
pelagornítidos: uno de ellos estaba compuesto por aves que no superaban los 5
metros de envergadura alar, mientras el otro tenía representantes gigantes que
podían alcanzar entre seis y siete metros”, detalló la doctora Carolina Acosta
Hopitaleche. Y anticipó: "En el último verano, encontramos más fósiles que
permitirán incrementar el conocimiento que tenemos sobre estas especies”.
Cenizo agregó que "hay evidencias de que, hace 50 millones
de años, se inició un período de calentamiento de la temperatura de los
océanos, el cual provocó seguramente una gran productividad biológica de los
mares antárticos y permitió que los pelagornítidos y los pingüinos tuvieran
alimento suficiente para poder desarrollar tamaños tan gigantescos”.
Para sujetar su alimento, los pelagornítidos tenían unos
pseudodientes. "Se trataba de unas expansiones óseas en sus picos, pero no
tenían la capacidad de mordida de
aquellos pingüinos gigantes con los que convivieron, ya sus huesos del rostro
no estaban preparados para tener mucha resistencia; posiblemente, tenían una
alimentación parecida a la de un pelícano actual, que se abastece de animales
blandos, como calamares o peces”, observó la investigadora Acosta Hospitaleche
del MLP y del CONICET.
Estas grandes aves se extinguieron hace unos 3 millones de
años y tuvieron una gran influencia en sus ecosistemas, no solo porque eran de
gran tamaño, sino porque también habrían sido bastante abundantes. "Es posible
que formaran colonias en zonas alejadas de los depredadores, como en pequeñas
islas o islotes, de forma similar a lo que acostumbran actualmente los albatros
y otras grandes aves marinas; y aun no existían las focas ni los lobos marinos
para competir con ellos por el alimento”, describió Cenizo.
El doctor Marcelo Reguero, investigador del MLP y director
de las campañas paleontológicas del Instituto Antártico Argentino, valoró:
"Gracias a las expediciones que realizamos todos los años, tenemos una
reconstrucción ambiental bastante acertada de cómo eran las formaciones
llamadas la Meseta y la Submeseta, ubicadas en cercanía a la base Marambio y
que cubren el lapso que abarca desde los 50 millones de años de antigüedad
hasta los 35 millones de años aproximadamente”.
"Había allí un ambiente costero, poblado de muchas especies
de pingüinos y gaviotas, y muy próxima a esa costa había un ambiente boscoso
habitado por comadrejitas, marsupiales del tamaño de un ratón, ungulados ya
extintos del tamaño de una oveja y allí también encontramos hace poco al
falcónido más antiguo del mundo”, enumeró Reguero a la Agencia CTyS-UNLaM. Y
compartió: "En tanto, en los mares, vivían tiburones, ballenas primitivas y
muchos invertebrados”.
Los gigantes descubiertos por investigadores argentinos
Este pelagornítido de más de seis metros de envergadura alar
se suma al listado de gigantes hallados por paleontólogos argentinos. En 2010,
la doctora Carolina Acosta Hospitaleche dio a conocer al pingüino más grande
del que se tenga registro, el cual superaba los dos metros de altura.
De estatura semejante era el oso gigante que vivió hace no
más de un millón de años cerca de donde hoy se ubica la ciudad de La Plata y
que fue descubierto por el doctor Leopoldo Soibelzon del MLP en 2011. Y si de
gigantes hablamos, debemos mencionar al dinosaurio más grande de todos los
tiempos, que midió cerca de 40 metros y cuyo estudio encabeza el doctor José
Luis Carballido del CONICET y del Museo Egidio Feruglio.
En tanto, el pelagornítido hallado en la Antártida cuenta
con la mayor envergadura alar de la que se tenga conocimiento. "Sin embargo,
era un ave extremadamente ligera para su tamaño, casi como una pluma, que solo
pesaba unos 30 o 35 kilos como máximo”, consideró Marcos Cenizo. Y comparó: "En
el año 1979, los investigadores Eduardo Tonni y Rosendo Pascual hallaron en La
Pampa un ave gigante a la que llamaron Argentavis magnificens y que, si bien
tenía menor extensión con sus alas abiertas, era mucho más robusta y la
superaba en peso”.
Al respecto, Cenizo aclaró que "sería como cotejar a un albatros con un cóndor: el albatros
tiene mayor envergadura alar, pero el cóndor es mucho más pesado y, de la misma
manera, la masa del Argentavis era considerablemente mayor a la de los
pelagornítidos gigantes”.
Consultado sobre qué extensión alar pudo haber tenido el ave
gigantesca hallada en la Antártida, Cenizo estimó: "No tenemos su esqueleto
completo para poder ser precisos, pero el pelagornítido más grande conocido
anteriormente medía 6,40 metros con sus alas abiertas con un cálculo
conservador, en tanto que el ejemplar que estudiamos nosotros tiene el húmero
un poco más grande y éste es un hueso bastante confiable para determinar el
tamaño alar en las aves”.