Historias de Patagonia: El juez asesinado por un ex comisario
“Ese tano hijo de puta me las va a pagar”, decía envalentonado por el alcohol el ex comisario Julio Villisac, en medio de la víspera navideña. Noche calurosa y oscura esa del 24 de diciembre de 1930 en Chos Malal, antigua capital del Territorio Nacional de Neuquén.
*Mario Novack
Y aguardó en nubes etílicas la llegada del juez Emilio Pessino, el “tano” o “el italiano”, como despectivamente lo llamaban sus enemigos políticos y otros que sin ocupar cargos veían en su imagen el mayor escollo para sus planes, casi siempre ligados a la ambición sin límites.
Salvaje Patagonia de aventureros, asesinos, inescrupulosos mercaderes y toda otra laya de gente, como definiera el escritor y periodista Enrique González Tuñón que se encontraba en el lugar compartiendo las festividades con amigos, entre ellos el juez Pessino.
Pobre italiano:
Recibí tu fúnebre aviso y deseando demostrarte que no les temo, anúnciote mi arribo a esa para dentro de pocos días. Desde ya te prevengo que me gustaría el lance, pero siempre que lo encabezaras vos. No creas, sin embargo, que me haga muchas ilusiones, pues así como te sé audaz, te sé amargo también.”
El juez no le dio importancia a este anónimo recibido pocos días antes de ese desenlace fatal que se produciría a su llegada a la iglesia de la localidad, donde se iba a celebrar la tradicional “Misa de Gallo”.
Acompañado de varios amigos Emilio Pessino se dirigió en auto al lugar, a pesar de que muy pocas cuadras de su lugar de residencia. A las 12 de la noche, el ex comisario Villisac se calzó el revólver en la cintura y se dispuso a partir en busca de venganza.
Era un calibre 38 que él tenía desde 1926 cuando lo nombraron Comisario y Encargado Inspector de la Zona Norte. “Las municiones no eran de aquella época ni las había comprado él. Se las había regalado el ex policía Enrique Colombino quien, a su vez, las había adquirido en el negocio de Antonio Della Chá, en Tricao Malal.
Visillac estaba fuera de sí y hubiera sido inútil que en ese momento alguien intentara evitar ese trágico encuentro con Emilio Pessino. Tenía una idea fija: quería tomar represalias contra el Juez de Paz, a quien atribuía la responsabilidad de su reciente cesantía como policía, debido a los informes descalificadores que aquél había elevado a la superioridad.
Cuando Pessino salió de la iglesia tuvo un intercambio de palabras e insultos con Visillac, que estaba apoyado contra la pared de la Parroquia en actitud de abierto desafío. Enseguida se fueron a las manos y se produjo un forcejeo que finalizó con un disparo que hirió gravemente al Juez de Paz. La oportuna intervención del policía Adolfo Olate, apostado en el templo para brindar seguridad, permitió quitarle el revólver homicida al agresor y controlar la situación. El médico del pueblo lo asistió rápidamente y pidió el traslado inmediato a la localidad de Allen, debido a que el grave estado de salud de Pessino requería una intervención urgente. Sin embargo, el herido juez no pudo llegar a destino: murió durante el viaje debido a hemorragias internas producidas por bala.
El 15 de diciembre de 1931 la justicia letrada del Territorio Nacional del Neuquén dictó sentencia, condenando a Julio Visillac a diez años de prisión. La Cámara de Apelaciones reformó el dictamen e impuso al acusado a tres años de prisión, encuadrando la resolución en la figura de emoción violenta, con el atenuante de que la agresión de Visillac había sido provocada en estado de ebriedad. Se le concedió la libertad condicional en febrero de 1933.
Emilio Pessino había llegado a la zona atraído por el auge minero, sin embargo al poco tiempo se afincó en Tricao Malal, detrás de la jugosa actividad del intercambio de hacienda con Chile.
A mediados de la convulsionada década del 20 optó por instalarse en la zona de Chos, con la intención de comprar un hotel y completar la educación de sus hijos. Ejerció el cargo de concejal en 1926 y fue designado corresponsal de los diarios Neuquén, La Voz del Territorio y La Vanguardia. Su afiliación al socialismo le permitió tener aceitadas relaciones políticas con reconocidas personalidades de ese partido, como Alfredo Palacios, Nicolás Repetto y Enrique Dickmann.
En el momento de ser nombrado Juez de Paz, Pessino había consolidado su posición económica y logrado acumular una considerable cuota de poder. Además, sus dotes de caudillo le permitieron reclutar detrás de su figura a varios vecinos, que también habían formado parte del Concejo Municipal o ejercido el cargo de juez de Paz en determinadas ocasiones, como el maestro Adrián de la Torre, el comerciante Pedro Peri o el escribiente de Policía Guillermo Scasso, entre otros. Pero las vinculaciones de Emilio Pessino no se agotaron en el mundillo político de Chos Malal, también se proyectaron a la ciudad de Zapala. Allí se conectó con el comerciante Martín Etcheluz, con quien entabló una relación de parentesco. El diario La Voz del Territorio, que este último dirigía, después de la muerte de Pessino realizó una intensa campaña denunciando el asesinato, aportando pruebas y dando a conocer en distintas ediciones la trayectoria y el compromiso del extinto juez de Paz con la comunidad de Chos Malal.
El arribo de Pessino a Chos Malal había creado un clima de fuerte conflíctividad. Su carácter impulsivo y su activa participación en distintas comisiones, asambleas o reuniones municipales, no tardaron en enfrentarlo con algunos integrantes de la elite local, llevándolo en más de una oportunidad a intercambiar golpes de puño con Julio Della Chá, Andrés Etcheverry, Miguel Buchara y Enrique Colombino, quienes consideraban a Pessino un hombre “polémico y madrugador.”
Para acceder al cargo de Juez de Paz, la ley 1.532 de Territorios Nacionales establecía como requisitos: ser argentino, saber leer y escribir, tener residencia en el lugar y servicio militar cumplido.
Duraban dos años en su función, y en aquellas localidades que superaban los 1.000 habitantes eran elegidos a través del voto popular. Si no contaban con esa población mínima, la legislación disponía que debían ser designados por la autoridad superior; es decir, el Poder Ejecutivo Nacional, a propuesta del gobernador. Este fue el caso de Chos Malal, que había dejado de ser municipalidad en 1926, porque sólo contaba con 846 habitantes y no tenía la capacidad económica para costear los servicios locales. Por este motivo, cuando quedó vacante el Juzgado de Paz, el presidente provisional José F. Uriburu, que había accedido al poder tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen en septiembre de 1930, nombró a Emilio Pessino en ese cargo. En oportunidad de ese acontecimiento se realizó un banquete, y un grupo de vecinos envió un telegrama al gobernador del territorio, coronel Ernesto Maestropiedra, manifestando su adhesión y beneplácito por tal designación:
Cuando el nombramiento de Emilio Pessino como Juez de Paz fue inminente, Antonio Echegoy, Pedro de Vega, Bautista Bidegain, Juan Colombino y Andrés Etcheverry, entre otros enconados adversarios, movilizaron todas las influencias que tuvieron a su alcance para evitar que se consumara esa designación. El 22 de diciembre de 1929 enviaron un telegrama a un importante comerciante de Zapala, Carlos Nayar, suplicándole su intervención en contra de las gestiones que impulsaban los partidarios de Pessino:
“Individuos irresponsables moral y materialmente incondicionales de Pessino gestionan nombramiento de éste para juez titular, rogárnosle encarecidamente interponga su valiosa influencia para evitar se efectúe tal nombramiento que sería un verdadero baldón para los honestos laboriosos vecinos de este pueblo. Saludárnosle con distinguida consideración.”
El 27 de diciembre de 1929 este mismo grupo de personas despachó un nuevo telegrama, donde además de insistir sobre los perjuicios que ocasionaría la designación de Pessino, proponía el nombramiento de Juan Colombino para ese cargo:
“Hoy vence período Titular juez de Paz ésta. Pessino sigue gestión su nombramiento, vecinos caracterizados solicitaron gobernador designación amigo y conocido vecino Juan Colombino. Le agradeceremos apoyo fin designación sea un hecho. Salvando así población caiga en manos sujeto pésimos antecedentes.”
Cabe mencionar que Colombino era un encarnizado enemigo de quien sería, pese a todo, Juez de Paz y posteriormente asesinado en el atrio de la iglesia. En el transcurso del juicio que se le siguió a Visillac, fue incluso sindicado por la esposa del occiso como uno de los instigadores del crimen.
Durante su gestión como magistrado, Emilio Pessino, por ejemplo, tuvo permanentes altercados con algunos hacendados que transgredían las normas contempladas en el Código Rural. También se enfrentó con el comisario de Andacollo, Florencio Pizarro, quien había aplicado sanciones a ganaderos cercanos al entorno de Pessino por el uso indebido de campos de veranadas.
Cabe destacar que en el transcurso del juicio seguido con motivo del asesinato del Juez de Paz de Chos Malal, el citado Pizarro fue sindicado, peritaje mediante, como uno de los autores del anónimo recibido por Pessino días antes de su muerte. Llama la atención que, a pesar de la contundencia del dictamen que comprometía seriamente al Comisario y al comerciante Esteban de Vega, el Juez Letrado no haya autorizado ninguna investigación tendiente a esclarecer la actitud poco clara de ambos pobladores. De haberse valorado este indicio con nuevas acciones judiciales, tal vez se hubiera podido demostrar la existencia del complot denunciado insistentemente por la familia de Pessino y sus amigos más allegados.
Finalmente, luego de ser baleado por el ex comisario Villisac, el juez Emilio Pessino murió a raíz de las heridas internas que había recibido, cuando era trasladado con suma urgencia hacia Allen, en la provincia de Río Negro, después de transitar 75 kilómetros de Chos Malal. En la actualidad el camino tiene una extensión de 419 km aproximadamente.
La carga de irracionalidad y odio queda destacada en la misiva que en forma de anónimo recibió en Neuquén el juez letrado a cargo de la investigación que dice lo siguiente:
Nuestras entusiastas felicitaciones por muerte facineroso bandolero Emilio Pessino coimero, intrigante, bochinchero, pendenciero, provocador, mal llevado por los vecinos y autoridades, cuatrero, estafador, salteador, empedernido ladrón, asesino, contrabandista, etc., etc., que el Gobierno Provisional se encaprichó nombrar en común acuerdo con el Gobernador de Neuquén, juez de Paz de Chos Malal, en contra enérgica y unánime protesta de todo aquel vecindario. Es la clase de personas que el Gobierno Revolucionario prefiere para todos los empleos. Todo buen gobierno antes de dar un empleo averigua los antecedentes de la persona que se quiere favorecer. Igual muerte recibirán los famosos salteadores, estafadores, ladrones de profesión y asesinos, Martín Echelutz, Ángel Edelman y Lucrecio Gómez que el gobierno se desvive en amparar. El digno matador del desalmado y perverso Pessino, que ha librado a Chos Malal de este monstruo humano, es acreedor a una estatua y a la eterna consideración de todos los habitantes de ese Territorio.
Te abraza tu viejo amigo Uriburista. Paco.
La historia determina que hubo sólo una condena breve para autor de la muerte, pero no se avanzó en la investigación de los autores intelectuales del crimen.
Fuente informativa : Chos Malal, entre el olvido y la pasión – Historia de la primera capital del Neuquén, desde sus orígenes hasta los años 70 – Carlos Aníbal Lator – Cecilia Inés Arias – María del Carmen Gorrochategui – Daniel Esteban Manoukian