Historias de Patagonia: Las vacas de la Conquista

El escritor y académico argentino Norberto Ras tituló a su obra “La Guerra por las Vacas”, en un detallado análisis de la historia de enfrentamientos entre cristianos y originarios, previo a la conquista del Desierto.

*Mario Novack



Y vuelve la pregunta…de quien eran las vacas que pastaban en la llanura bonaerense, en las pampas y serranías y hasta en la agreste Patagonia…?. Un episodio de una esclarecedora relevancia histórica se registra en las costas patagónicas, en inmediaciones del desaparecido Fuerte San José.



En 1823, María conoció a un personaje clave en su historia: Luis Vernet. Sin embargo, las condiciones en las que se trataron no fueron del todo amigables al principio. 



Ese año, Vernet arribó a Península Valdés, en Chubut, para cazar vacas y caballos y cimarrones y se enteró que los indígenas tehuelches  tenían planificado arrasar con su campamento en cuanto llegara su cacique principal. Enorme fue su sorpresa al comprobar que se trataba de una mujer, la india María”. 



La líder tehuelche le notificó que debían pagar por llevarse el ganado, algo que en épocas posteriores se consideró como el delito de “cuatrerismo”. Vernet aceptó negociar y a partir de entonces nació una duradera amistad con la jefa tehuelche. De hecho la cacica María fue la primera originaria en pisar suelo malvinense, invitada por Vernet y su esposa. 



Ella tenía una gran habilidad para el comercio con todo aquel explorador que pisaba su territorio y lograba intercambiar carne, pieles, mantas de guanaco y plumas de ñandú por espadas, cuchillos, tabaco, yerba, frenos, monturas, harina, azúcar y alcohol.



Hace poco tiempo se conoció la publicación de las memorias de don William H. Greenwood, también conocido como Don Guillermo, el «baqueano inglés», escribió un resumen en memoria de su amigo Enrique Reynard, pionero de la crianza ovina en Patagonia.



Este relato, denominado “Patagonia Bravía”  recopilado por Gladys G. Grace Paz y Duncan S. Campbell,  comienza con el arribo de Greenwood a la colonia de Punta Arenas el 12 de diciembre de 1872, acompañado de tres amigos: los señores Leesmith, Dunsmure y Potts. 



“El señor Leesmith creía, tanto como yo, que la Patagonia tenía un gran porvenir, aunque a los forasteros les pareciera inclemente, salvaje y estéril. Creo que los resultados obtenidos prueban que no estábamos equivocados en nuestras suposiciones.



Agrega don Guillermo Greenwood “en ese tiempo los caballos salvajes ( baguales ) no habían sido descubiertos, pero sí el ganado salvaje. Una gran parte de los pocos habitantes se dedicaba a capturar este ganado, domesticarlo y también faenarlo para proveer de carne a la Colonia, porque en esa época cualquier provisión era imposible: el abastecimiento principal de carne provenía del ganado salvaje de los bosques y de guanacos, ciervos y avestruces cazados y traídos desde las pampas.”





“Se imaginarán la escasez que había que la carne de guanaco, ciervo y avestruz no bajaba de 15 centavos oro, por menos de medio kilo e igual cantidad de vacuno o cordero, por lo general, costaba 25 centavos de oro y, a veces, más.”



“No debe sorprender, por tanto, que todo el mundo estuviera ansioso por tener suficiente ganado y, también, caballos para salir a cazar los animales salvajes.   Por más de un año, no hice más que matar animales salvajes y llevar su carne a la Colonia: pagaban increíblemente bien, como para poder ganarse la vida.”



“En cuanto a ahorrar dinero esto era imposible, dado que en esa época todo era tan tremendamente caro en la Colonia. Con frecuencia los artículos más básicos no podían obtenerse a ningún costo. Solía haber períodos de abundancia y de carestía; de acuerdo con la llegada de los barcos del norte, pero esto ocurrió durante los dos o tres años primeros años de estadía allí. 



Ahora toda la región está literalmente inundada de provisiones y, por supuesto, la carne de todo tipo ha bajado de precio.   El ganado se hizo tan abundante que su venta llegó a ser difícil y tanto en la actualidad como en años pasados, la gente ha estado faenando animales solo por su cuero. 





En dos estancias diferentes instalaron graserías, donde se procesaron miles de ovejas y ganado redundantes; pero me parece que el negocio no pagaba bien, o quizás los suministros no fueron suficientes como para que rindiera; de todas maneras ninguna de las graserías trabajaba regularmente, sino solo unos pocos meses al año.



Esto prueba la existencia de ganado cimarrón en la zona patagónica, incluyendo a la provincia de Santa Cruz. De hecho, se organizaban “vaquerías”, excursiones de caza de ganado vacuno, ubicados casi generalmente en la zona de la cordillera.



Los documentos gráficos registrados en la ciudad de Río Gallegos destacan bueyes “criollos”, ganado traído por los conquistadores en la etapa de la colonización, a partir del año 1.536 con el arribo de Pedro de Mendoza para fundar la primera Buenos Ayres.



Por otra parte, en el Parque Nacional Los Glaciares, se registra el último reducto de este ganado, que a partir de un proceso de selección natural ha desarrollado condiciones incomparables para adaptarse a las más difíciles condiciones de geografía y clima. 



Cuenta la historia que “a fines del 1800, con los primeros colonos llegó un tal Sixto Waldy, un inglés de los muchos que poblaban las costas del Lago Argentino, se afincó en Bahía Onelli. Usó el camino del  arreo que hacían los tehuelches para llevar 80 vacas criollas desde La Pampa. 



Y las cruzó en barco de madera, de una orilla a la otra. En 1937, cuando se creó el Parque Nacional Los Glaciares, quienes se habían instalado dentro del perímetro (726.900 hectáreas) tuvieron que irse. Entre ellos, Waldy. Se llevaron lo que pudieron; las vacas quedaron aisladas. 



Desde entonces, pasaron una fantástica transformación para adaptarse a las durísimas condiciones de vida (clima extremadamente frío, poca comida, suelo escarpado y montañoso). Desarrollaron un pelaje larguísimo (tipo bos taurus, con todas las combinaciones posibles); se acostumbraron a comer poco y distinto (líquenes y brotes en lugar de pasto); se convirtieron casi en equilibristas para andar por senderos de cornisa. Algunos dicen que para eso adaptaron sus pezuñas. 



Pero en realidad, algunas vacas pueden presentan pezuñas tipo zapato chino: «Un defecto muy poco frecuente, pero que no es propio de estos animales, sino que está presente en todas las razas de bovinos», apunta el ingeniero zootecnista Rubén Martínez, profesor adjunto de la Cátedra de Genética Animal de la UNLZ. 



Un punto que asombra a los científicos es la plasticidad que muestran para adaptarse al medio. Por ejemplo, cuando las traen a Buenos Aires, al poco tiempo el pelo se les acorta. Aunque el dato más impactante es que no dejan de reproducir. «Desde el punto de vista zootécnico, es la única raza presente en la Argentina adaptada a las muy duras condiciones climáticas reinantes en esta región austral, se lee en la declaración hecha por los diputados. Vacas criollas patagónicas, ganado bagual, vacas salvajes. 



Ostentan cuernos enormes donde cada anillo es un año de vida; son altos de grupa, huesudos, toscos. Una vaca adulta pesa 450 kilos; un ternero al ser destetado, 200 kilos, y un toro adulto, 650. En general, son esquivos al contacto con los humanos. La potencialidad genética. A principios del año dos mil, científicos y profesionales de las Universidad de Lomas de Zamora lograron el rescate de más de dos centenares de ejemplares y comenzaron un trabajo de multiplicación que llevo animales de esta especie a escuelas agrotécnicas de la provincia de Buenos Aires en su gran mayoría. 



La falta de políticas de estado en este sentido, hace que el riesgo de desaparición de esta raza sea la posibilidad más alta. Con ello se iría un proceso que historia y naturaleza concretaron sin intervención humana, en especial la gubernamental. En la búsqueda de este equilibrio, lo ideal sería rescatar la mayor cantidad de ejemplares fértiles y en capacidad de reproducir, para mantener puro el Bovino Criollo Patagónico y que sirva como base para el desarrollo de un biotipo santacruceño, a partir de la hibridación de las razas adaptadas a nuestra geografía.





Finalmente don Guillermo Greenwood hacia fines de la década 1880-1890, después de la exitosa introducción de la ganadería ovina en la Patagonia austral, fundó la estancia Cañadón de las Vacas (al norte de Río Gallegos, Territorio de Santa Cruz), tierras arrendadas anteriormente por el inglés Henry Reynard. Durante los primeros años, sufrió por una verdadera "plaga" de pumas: éstos atacaban constantemente sus animales, y tuvo que matar muchos de ellos. 



Su sobrino George Greenwood llegó a la estancia en 1893, y pronto pasó a ocuparse de la administración de la estancia. Ya mayor, WHG publicó una serie de artículos en el diario bonaerense "The Standard", basados en sus vivencias en la Patagonia.