Historias de Patagonia: Los presos de la revolución radical

“Mierda, parece que nos descubrieron”, grita desesperado el diputado Néstor Aparicio mientras se escuchan los cascos de los caballos acercándose a los tres presos políticos que han decidido fugarse de la ciudad de Ushuaia.

*Mario Novack 



Néstor Aparicio, Emir Mercader y Horacio Cassanello son los evadidos que han tejido una alianza con lugareños y también ganaderos chilenos. Se encuentran allí luego de arribar en calidad de detenidos a bordo del Buque Transporte “Chaco”.



Ese 7 de marzo de 1931 arribaron  junto a Néstor Aparicio, Pedro Bidegain, Benavídez, Carlos Montes, Mario Cima y el Dr. Emir Mercader, un médico que dejó muy buenos recuerdos entre los pobladores, por su sabiduría y humanidad, atendía a los pobladores sin cobrarles. 



A los presos políticos los embarcaron bajo amenaza de que existía orden de disparar sobre ellos "apenas asomaran las cabezas del camarote". En las bodegas iban algunos penados con grilletes.



Según escribe Ernesto Salas “los episodios revolucionarios habían comenzado a poco del derrocamiento de Hipólito Irigoyen y tuvieron en 1932 su primer héroe, el mayor Regino Lascano que había participado en la revolución de 1905 y era amigo de Hipólito Yrigoyen.



En aquella insurrección radical las tropas del 8 de infantería de Córdoba, en las que participaba, tomaron la Jefatura de Policía y proclamaron un gobierno provisional al mando del teniente coronel Daniel Fernández. En 1930, el golpe de Uriburu lo encontró como jefe del Regimiento 1 de Infantería en la Capital.



El 28 de junio de 1932, Lascano salió de una casa de Curuzú Cuatiá en medio de la noche. Hacía frío. Visitaba contactos, salía de una reunión. Llevaba y traía documentos de la revolución radical que planificaba el teniente coronel Atilio Cattáneo. Hilaba con otros la red con la que pensaban rebelarse. Ese día estaba desarmado. Había alcanzado a caminar unos pasos cuando un grupo lo abordó.



Algunos vestían uniforme y eran acompañados por otros que no. Sin mediar palabra lo asesinaron de tres balazos. 



Los diarios dijeron después que “en un confuso episodio había perdido la vida”, que la policía vigilaba el domicilio del sargento Cayetano Núñez, que estaba vinculado con una conspiración, que habían visto salir un desconocido y le dieron la voz de alto, que cuando intentó defenderse lo mataron a balazos. En el domicilio fueron detenidos cinco suboficiales. La noticia dice que entre los atacantes había “civiles que colaboraban con la policía”. Aunque fue público y notorio que fueron en banda a matarlo, igual fueron felicitados por el gobernador de la provincia.



Unos días más tarde, allanada la habitación del hotel que ocupaba el fusilado, se encontraron varios documentos. Se trataba del manifiesto y el programa de gobierno que iba a aplicar la revolución radical si triunfaba. Estos papeles adquieren una importancia extraordinaria por su novedad respecto del proyecto radical yrigoyenista anterior al golpe del 6 de septiembre de 1930.



Y anticipan un conjunto de ideas que circularán desde entonces como respuesta a la violencia económica, política y social de las clases dominantes. Un giro radical del radicalismo, valga la redundancia. Uno de los menos conocidos programas emancipadores del pueblo argentino:



“Nos levantamos en armas contra los herederos de la nefasta tiranía del general Uriburu, nacida con el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, patrocinado por el imperialismo petrolero norteamericano que resucita en el país los gobiernos de castas.



El parlamento surgido de aquellas elecciones usurpa la soberanía popular, integrado en su casi totalidad por miembros de los directorios locales o empleados a sueldo de las sociedades anónimas extranjeras, en estrecha alianza con la prensa grande, mercenaria e industrial, que se arroga desvergonzadamente la representación periodística de la opinión pública, oculta esas violaciones o las defiende como parte interesada en el criminal negocio que arruina a la nación y hunde en la miseria y en la pobreza a sus habitantes de las clases medias y proletarias.





Frente a la dictadura del general Justo, las dictaduras de las compañías Standard Oil, Bunge y Born, Dreyfus, Asociación de Frigoríficos, Tranvías, Unión Telefónica, etc. Frente a esta dictadura extranjera, disfrazada canallescamente con los colores de nuestro pabellón y a la que sólo civiles y militares que han caído en la ignominia de traición a la patria pueden apuntalar, proclamamos la revolución con el fin de reconquistar para el pueblo argentino la suma del derecho y libertades ultrajadas, aherrojadas por la miserable legión de fascistas del Jockey Club y Círculo de Armas, que no han trepidado en vender la nacionalidad a cambio de satisfacer sus bastardas y ruines ambiciones personales, de orden político y comercial”.   El manifiesto terminaba con el llamado a la insurrección: ARGENTINOS: De pie, a las armas. ¡Viva la Unión Cívica Radical! 



Mientras tanto en duelo fueguino, el abogado Néstor Aparicio escucha como una bendición la voz del jinete que le anuncia que se encuentran en territorio chileno. En su mente vuelven a desfilar los momentos de la fuga, luego de reunirse los tres confinados en el cementerio de Ushuaia. 



“El escape era arriesgado y las únicas provisiones que llevábamos eran: una botella de aguardiente, galletas y unas latas de sardinas”. Luego, “caminamos hacia el sur. Primero siguiendo la ruta del trencito, en poco más de dos horas de caminata nos acercamos al mar, en esa zona nos encontramos con don Eusebio Cabezas quien nos facilitaría la fuga acompañándonos hasta ubicarnos en la costa del canal. Después nos dejaron solos y continuamos caminando siempre siguiendo el ruido del oleaje”.



“Continuamos un día y medio la caminata. Agotados, decidimos encender un fuego y hacer un alto, corriendo el riesgo de ser detectados. “Este el campo del señor Miguel Serka hijo, que hace rato los está esperando para ayudarlos, dijo el jinete a cargo de la caballada. 



Tres horas después, “llegaron con tres caballos a buscarnos. La marcha fue muy dura por lo accidentado del terreno: primero llegamos al aserradero de la bahía de Yendegaia, y después de reanimarnos con café y pan casero seguimos a caballo hasta la estancia de Serka; allí ya nos sentimos seguros” concluye en su relato el doctor Aparicio. Al enterarse de la fuga, el gobernador José María Gómez habló con las autoridades chilenas para obtener colaboración para recapturar a los fugados. La respuesta fue que “si los fugados eran confinados políticos su país los protegería”. Como habían hecho, unos días antes, con Santiago Peralta, otro fugado rescatado de la isla Navarino. El 22 de agosto los evadidos pudieron llegar a Punta Arenas y lograr el asilo chileno.

Aparicio se autodestierra en Chile, regresando al país en marzo de 1932. No se reincorporó a la política. Su experiencia la contará en su libro "Los prisioneros del Chaco y la evasión de Ushuaia" (1934).



Posteriormente varios dirigentes que ya se encontraban detenidos, como Honorio Pueyrredón, Carlos Noel, José Pascual Tamborini y Manuel Ruiz Moreno, entre otros, fueron confinados a Puerto San Julián. 





La gran mayoría de los miembros de la Unión Cívica Radical que fueron detenidos por órdenes del gobierno nacional no estaban al tanto de la intentona revolucionaria liderada por el teniente coronel Atilio Cattáneo. Sin embargo purgaron meses y años de cárcel en distintos lugares del sur argentino.