Mariela Gamboa: una madre adoptiva que logró sanar sus heridas con un acto de amor
Hoy, en el tercer capítulo de “Hacia adelante: historias que motiva e inspiran”, Nuevo Día te cuenta la historia de Mariela: una reconocida trabajadora social de Río Gallegos que decidió adoptar, los mitos y prejuicios alrededor de este tema tabú, las pérdidas que superó, su labor comunitaria y pasatiempos, y cómo le cambió la vida su hijo Jesús.
“El hecho de adoptar fue una decisión sumamente pensada, que surgió a partir del duelo de saber que no me era posible concebir de forma natural. Me cambió la vida por completo. Claro que da miedo pero hay que afrontarlo y nos acompañamos mutuamente en cada paso desde el amor”, confiesa entre lágrimas de emoción Mariela Gamboa (45), una profesional oriunda de Buenos Aires que se desempeña en el Servicio de Intervención de Crisis y en el Centro de Salud Mental, que convirtió en realidad su sueño de ser madre.
Si bien Mariela no tenía en sus planes el hecho de madre, tras perder dos embarazos casi consecutivos (el primero por aborto espontáneo y el segundo, un embarazo ectópico) se dio cuenta que -en ambas oportunidades- la noticia de un bebé en camino la había alegrado de manera inesperada. Pues, más allá de no estar en pareja, se sentía preparada para afrontar el desafío de maternar sola al tener una edad prudencial, estar recibida, tener un trabajo y estabilidad económica.
No obstante, tras la pérdida de su segundo embarazo – a diferencia del primero- cayó en una profunda depresión post traumática debido ya que al tratarse de un embarazo ectópico (es decir; por fuera del útero) debió someterse a una cirugía mediante la cual le extrajeron una trompa de Falopio. “Experimenté mucho dolor, una mezcla de frustración, bronca y angustia... Afortunadamente pude salir adelante gracias a terapia y a la contención de mis amigos”, confesó.
Ante este panorama, una médica amiga le propuso la idea de realizarse estudios para detectar la causa de ambas pérdidas. Sin embargo, Mariela optó por no atravesar procedimientos invasivos y finalmente decidió anotarse en el Registro Nacional de Adoptantes en octubre del 2016, cuyas oficinas funcionaban por aquel entonces en la Avenida San Martín de la capital santacruceña. En relación a los requisitos para la adopción, Mariela pretende desmitificar a través de su testimonio, ciertas creencias erróneas y prejuicios en torno a este tema.
Los prejuicios y mitos alrededor de la adopción
En este sentido resaltó: “Si bien hay que cumplir con una serie de requerimientos básicos, no son tan estrictos como la mayoría de la gente imagina. De hecho, una persona puede adoptar siendo soltera y sin tener una propiedad a su nombre, tal como fue mi caso. Obviamente hay que pasar por una entrevista social y otra psicológica, para garantizar que el niño crezca y se desarrolle en un entorno saludable, con solvencia económica y contención emocional, lo cual es algo lógico”.
“No hay que olvidar que estos niños y niñas vulnerables vienen de sufrir una situación de abandono porque hubo una familia biológica que -por algún motivo en particular- no pudo criarlos. Recuerdo que fue chocante y frío tener que decidir la edad, el sexo, si estaba dispuesta a criar a un niño/a con alguna discapacidad/enfermedad y de qué tipo, a partir de un formulario cuando en la vida real, son cosas que no se eligen. Quizás son aspectos que deberían repensarse”, reflexionó con un gesto serio.
La llegada de su hijo Jesús y su nueva vida
Finalmente y tras un año de espera, en diciembre de 2017, el Juez de Familia, Dr. Antonio Andrade, la llamó para comentarle el caso de Jesús, un niño de 4 años con un complejo historial familiar en lo que respecta a patologías mentales. Pero fue otro magistrado quien terminó otorgándole primero la guarda por 6 meses bajo supervisión y, más adelante, la adopción plena del niño en julio de 2022. “En mi caso todo sucedió bastante rápido porque yo elegí adoptar en la franja etaria de los 0 a 8 años de edad, ya sea varón o mujer. Vale señalar que muchos de los postulantes suelen elegir recién nacidos lo cual acota mucho las posibilidades”, aclaró Mariela, invitando a los aspirantes a no limitarse únicamente a la adopción de bebés y animarse a ampliar el espectro.
“La huella del abandono queda para siempre. Pero, al fin y al cabo, todos tenemos un pasado, arrastramos dolores y traumas de la infancia y aprendemos a convivir con ellos. Son niños que merecen una segunda oportunidad. En mi caso Jesús me enseñó a ser mejor persona y a organizar mejor mi rutina, a establecer prioridades, a compatibilizar mi trabajo, la militancia social, la lucha por los derechos de las minorías, mis pasatiempos como el teatro, con la maternidad. Es mi compañero de vida, nos gusta viajar y va a todas partes conmigo”, concluyó orgullosa, con la esa sensibilidad y empatía que la caracterizan.
Por Nazarena Mosquera.