Así fue la tensa charla de Galtieri y Reagan a horas de la recuperación de Malvinas, y el extraño papel que jugó Stiuso

El 1° de abril de 1982, después de negarse, el entonces presidente de facto y su par de los Estados Unidos dialogaron por teléfono. Los imperdibles -y tragicómicos- detalles de aquella comunicación, y una de las primeras apariciones del hombre que manejó la inteligencia de nuestro país por años.

El 1º de abril de 1982, “La Nación” sacó a la calle la edición nº 39.642, tras 113 años de reconocido periodismo. El ejemplar de ese día costaba 5.000 pesos y en la tapa, a cuatro columnas, se leía el título “Agravóse la crisis con Gran Bretaña” y a dos columnas se mostraba una foto de los diarios “The Guardian”, “The Daily Telegraph” y “The Sun” de Londres, en los que se informaba que dos submarinos británicos habían recibido la orden de dirigirse a las Falklands en estado de alerta. “Hacia la batalla. Submarinos nucleares y barcos de guerra navegan para librar la acción definitiva” sostenía “The Daily Telegraph”. Otro título de La Nación fue: “Estados Unidos reiteró que se mantendrá neutral en el pleito” y es acompañado con la foto conjunta de los almirantes Anaya y Hayward, jefe de Operaciones Navales de la Armada de los Estados Unidos. Ya veremos cómo en la conversación entre los presidentes Leopoldo Fortunato Galtieri y Ronald Reagan se diría otra opinión.



El 1º de abril de 1982, a la mañana, el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla concurrió al Colegio Militar de la Nación, del que había sido su director once años antes. Por invitación del general Alberto Carlos Lucena inauguraba un ciclo de conferencias para el cuerpo de cadetes sobre las virtudes militares.



En abril de 2011 me contó que llevaba un rato hablando cuando observó que el director del Colegio se levantaba para atender una llamada urgente en un despacho cercano. Cuando termino la conferencia Videla pasó a otro salón donde se sirvió un “refrigerio” , ocasión en la que el general Lucena en voz baja le preguntó:



-Mi Teniente General ¿usted ha escuchado algo sobre una invasión?



-¿Una invasión? ¿Dónde? No sé nada.



Párrafo del Informe Rattenbach en el que aparece la fecha exacta en que la Junta Militar decidió concretar la Operación Rosario.



Cuando llegó a su casa tenía un mensaje: El general de división Antonio Vaquero, jefe del Estado Mayor del Ejército, vendría a visitarlo a las 20 horas. Con puntualidad castrense, Vaquero se presentó en su living y Videla lo esperaba vestido sobriamente con saco y corbata, impecable. Tras unas palabras Vaquero le dijo: “Mi general, le vengo a informar de una noticia que va a salir publicada en los diarios de mañana. Habrá un operativo conjunto militar y se ocuparán las islas Malvinas. El operativo sufrió un retraso por razones climáticas pero mañana a la madrugada se llevara a cabo”.



Jorge Rafael Videla se quedó helado. A renglón seguido y antes de despedirse, Vaquero le dijo: El teniente general Galtieri me pide si tiene alguna sugerencia que hacerle llegar que me la diga a mí". En segundos pasaron varios pensamientos por la mente del primer mandatario de facto del Proceso de Reorganización Nacional. ¿Sugerencia? ¿Ahora cuando todo está decidido?



Fijó su mirada en Vaquero y solo le dijo: “Que Dios los ayude"



Aparato de grabación a cinta abierta utilizado en la Casa de Gobierno.



Los movimientos de los buques de la Armada Argentina que se dirigían a las Islas Malvinas ya habían sido detectados por el sistema “informativo” de los Estados Unidos. En las primeras horas del 1º de abril, siguiendo el consejo del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad, el presidente Ronald Reagan llamó a la Buenos Aires para hablar con Leopoldo Fortunato Galtieri. En dos ocasiones se negó a atenderlo. Previamente, consulto a su canciller.



-Galtieri: “¿Qué hago?”



-Costa Méndez: “Mire Presidente, si Brezhnev lo llama a usted, usted no puede negarse, bueno, si Reagan lo llama a usted, usted no puede negarse”.



Años más tarde, Nicanor Costa Méndez dijo que “a las 22.30 el ‘timing’ fue favorable a la intención de Galtieri, porque la comunicación llegó una media hora después de lo que se llama ‘Fail Safe’, el momento en que se interrumpen las comunicaciones con los buques que intervendrían en la invasión y con los submarinos. Era la hora del “no retorno”, ya no había marcha atrás. Como me dijo un alto diplomático de la época, “a Reagan lo ningunearon”.



En la tarde del 1º de abril, Nicanor Costa Méndez sabía que tarde o temprano deberían atenderle el teléfono al jefe de la Casa Blanca. Encargó a su reducido “equipo especial” preparar una minuta sobre lo que debería decir Galtieri durante su diálogo con Reagan. Cerca de las 20 horas le dijo a Roberto “Boby” García Moritán, uno de sus secretarios: “vas a ir vos a la Casa Rosada y vas a ser el traductor”. “Canoro” Costa Méndez debería haber presenciado el diálogo (como lo hará en otras ocasiones) pero no fue: Temía que la situación se volviera incontrolable, como sucedió, o porque él no sería la figura principal de la escena. No lo decía en público pero había problemas de “cartel”.



El Secretario de Embajada “Boby” García Moritán había pasado un día agitado. Por la mañana fue a la cárcel de Devoto a visitar a su amigo Jorge Taiana y, sin mediar explicaciones, no lo dejaron salir. Tuvo que socorrerlo Gustavo Figueroa, la mano derecha de Costa Méndez. Sin embargo, a las 21, con apenas treinta y dos años, entró al despacho del presidente de facto de los argentinos. Lo estaban esperando Galtieri, el almirante Benito Moya y el general Héctor Iglesias. Después de los saludos protocolares, le entregó la minuta.



Galtieri la leyó y luego se la pasó a Moya e Iglesias. Como único comentario escuchó de uno de ellos una frase crítica: “Demasiado suave…ustedes los diplomáticos”. Pocos minutos más tarde observó como entraba un circunspecto coronel de Inteligencia que procedió a conectar un grabador de cinta abierta al teléfono que usaría Galtieri. Realizo su tarea y se retiro del despacho. El joven diplomático pensó que Galtieri tenía un teléfono especial pero no fue así, en ese momento usaba el clásico aparato negro de bakelita que proveía ENTEL. A la hora acordada, un edecán presidencial entró al despacho y dijo: “Señor Presidente, esta lista la comunicación con la Casa Blanca”. García Moritán se paró, levantó el tubo y escuchó del otro lado, en inglés, “¿la traducción la van a hacer ustedes?”. “Yes” respondió el diplomático.



Entonces Galtieri y García Moritán se pararon uno al lado de otro, pegaron sus caras con el tubo en el medio para escuchar, ofreciendo una imagen más proclive a una película cómica que a la gravedad que se vivía.



Después de los acostumbrados saludos de estilo, Reagan dijo que “tenía noticias que la Argentina adoptaría una medida de fuerza en las islas Malvinas” y que está “muy preocupado por las repercusiones que una acción de este tipo podría tener”. Respondiendo, Galtieri hizo una larga exposición sobre los derechos argentinos y la posición oficial al respecto. Viendo que el método que estaba utilizando con el diplomático era tan incómodo como ineficaz, ya que él era más alto y no hablaba correctamente el inglés (tan es así que un mes más tarde, conversando con el presidente peruano Fernando Belaúnde Terry le confesaría que “mi inglés es muy pobre”), Galtieri se sentó en su sillón presidencial y escuchaba el relato de García Moritán y respondía lentamente para dar tiempo a una correcta traducción. Los otros dos jefes militares se limitaron a mirar y escuchar.



En un momento, Reagan dijo que la Primera Ministra británica era amiga suya y que Gran Bretaña era un aliado “muy particular de los Estados Unidos”, y cuando habló de lo que opinaría “la opinión norteamericana” en caso de un enfrentamiento armado, Galtieri se exasperó y levantando la voz y apuntándolo con el dedo le dijo a García Moritán: “Eso no lo dijo…no puede decir eso”. Tras afirmar esto se hundió en un profundo silencio. El Presidente de los Estados Unidos continuó hablando, y Galtieri permaneció pensativo, en silencio. Entonces García Moritán les dice a los jefes militares presentes: “¿Le contesto sobre la base de la minuta?”, recibiendo como toda respuesta un seco “sí”. En pocas palabras, el diplomático terminó conversando con Ronald Reagan, como pudo, ante la mudez de Galtieri. Una vez que terminó el diálogo telefónico, el teniente general Galtieri volvió a reiterar que dudaba de la calidad de la traducción. Mando llamar a los gritos al coronel de Inteligencia que esperaba en la antesala del despacho. “¡Coronel, ponga la grabación!”, ordenó.



El alto oficial rebobinó, mientras García Moritán imaginaba que su carrera diplomática estaba al borde del precipicio. Seguramente pensó en su esposa Lucila y en “para qué carajo me quedé en Buenos Aires, cuando estaba destinado a Ginebra”. Una vez que la cinta volvió al principio, el coronel paró el retroceso. Apretó “Play”, se escuchó “clic” y luego un largo zumbido…y nada más. El oficial de Inteligencia no había ligado bien a los aparatos y nada se había sido registrado. Manteniendo un rictus de pesar, García Moritán vio como Galtieri hacía salir “a salto de rana” a un Coronel de la Nación…una imagen entre patética y humillante que, seguramente, nunca olvidaría. Así comenzaba un enfrentamiento armado contra la tercera potencia militar y tecnológica del planeta.



Ante el accidente, Moya e Iglesias se comunicaron con la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y el Servicio de Inteligencia de la Armada (SIN) con una misma pregunta que recibiría una misma respuesta:



-“¿Ustedes grabaron la conversación del Presidente Galtieri con Ronald Reagan?”.



-“No, nosotros no grabamos el teléfono presidencial, y no teníamos orden de hacerlo...”



Días más tarde Galtieri mandó instalar un sistema de grabación de cinta abierta y la SIDE mando al mejor de sus técnicos. Así apareció en escena Antonio Horacio Stiuso, alias “Stiles”, un joven ingeniero en electrónica de treinta y ocho años, que se había incorporado al organismo en los tiempos de la “dictablanda” de Alejandro Lanusse.



Ante la desesperación por la falta de testimonio grabado, los cuatro testigos en el salón presidencial se pusieron a reconstruir la conversación, que fue escrita a mano por el almirante Roberto Benito Moya, jefe de la Casa Militar. García Moritán, con el correr de los minutos, tomó conciencia que algunos pasajes de la conversación no figurarían en la minuta. O que algunas palabras no se ajustaban a la conversación y para un diplomático una coma a la izquierda o a la derecha tiene un valor estratégico. En especial cuando Reagan dijo que la “opinión pública y mundial”, en caso de un enfrentamiento militar, adoptarían una actitud “negativa” con la Argentina. García Moritán no estaba en condiciones de decir ni agregar nada. En la medianoche, ya entrado el día 2 de abril de 1982, volvió al Palacio San Martín donde lo esperaba Costa Méndez y sus principales funcionarios. Relató, espantado, lo que le había tocado presenciar. Cuando terminó, el embajador Gustavo Figueroa le dijo con tono de hermano mayor para aflojar la tensión: “Escribí una minuta de lo que escuchaste para ‘Canoro’”. Al día siguiente, el canciller tuvo las dos versiones en su poder. La versión firmada por el almirante Moya –que también la recibiría el Ministro del Interior, general Alfredo Saint Jean—y la de García Moritán.



Según escribió García Moritan, el diálogo se desarrollo de la siguiente manera:



REAGAN: Le señaló al presidente argentino que tenía noticias que la Argentina adoptaría una medida de fuerza en las islas Malvinas. Con este motivo y muy preocupado por las repercusiones que una acción de éste tipo podría tener, quería señalarle al presidente argentino la preocupación de los EEUU y la necesidad de encontrar una alternativa al uso de la fuerza.



GALTIERI: En una larga, cuidadosa y detallada exposición señaló la posición la posición del gobierno argentino, recalcando la permanente voluntad de negociación que había mantenido.



REAGAN: Indicó la conveniencia de continuar las conversaciones y buscar una alternativa al uso de la fuerza, agregando que tenía noticias que Gran Bretaña contestaría al uso de la fuerza argentino.



GALTIERI: Señaló que la Argentina siempre había estado a favor de una solución pacífica, que la había buscado reiteradamente, y que la alternativa que pedía el presidente norteamericano estaba en el reconocimiento de la soberanía argentina sobre las islas por parte del Reino Unido, agregando que ese reconocimiento de la soberanía debía ser explícito y público.



REAGAN: Indicó que era muy difícil que el Reino Unido pueda efectuar ese reconocimiento. Que los Estados Unidos estaban dispuestos a ofrecer sus buenos oficios para la reanudación de las conversaciones y llevar a una solución. En éste sentido, ofreció enviar a su vicepresidente (George Bush) a Buenos Aires para mantener conversaciones y encontrar una solución negociada a la situación que se plantea. Asimismo en el mismo ámbito de las Naciones Unidas se puede encontrar una fórmula adecuada. En éste contexto, recordó la posición favorable de la embajadora ( Jeanne) Kirkpatrick, que indicó el presidente Galtieri la conoce bien, para trabajar en ese sentido.



Fragmento de la conversación presidencial anotada por el almirante Moya.



GALTIERI: Recordó los 17 años de negociaciones en el ámbito de las Naciones Unidas, señalando las distintas etapas de esa negociación, mencionó las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas y culminó su exposición con la reunión de febrero donde la Argentina presentó una propuesta -que manifestaba el ánimo negociador argentino conforme a las resoluciones del organismo multilateral, que no recibió contestación- con prudencia y paciencia hemos esperado una contestación para encontrar una solución pacífica. Y evitar el desembarco.



REAGAN: Señaló que un conflicto de esta naturaleza repercutiría en todo el hemisferio y crea una situación de grave tensión. Pasó a analizar la relación bilateral, efectuando una mención a la difícil relación durante la Administración Carter y señalando los esfuerzos de la Administración Republicana para recomponer la relación especial que existe hoy, agregando que esa relación especial puede sufrir gravemente.



GALTIERI: Indicó que el gobierno argentino valoraba en toda su dimensión la relación con los EEUU. Señaló que la Argentina no buscó esta situación, que estaba en el espíritu argentino encontrar una solución y que esa solución sólo podía encontrarse si Gran Bretaña reconocía esta noche la soberanía argentina sobre las islas.



REAGAN: Manifestó que era imposible ese reconocimiento en este momento. Volvió a mencionar que el Reino Unido daría una respuesta militar al desembarco. Y preguntó qué pasaría con los dos mil isleños.



GALTIERI: Indicó que el gobierno argentino expresamente daría todas las garantías, mantendrían su libertad, libre albedrío, propiedad, etc., pueden quedarse o emigrar. Ser argentinos o británicos, y pueden emigrar a los Estados Unidos si quieren.



REAGAN: Volvió a señalar que Gran Bretaña estaba dispuesta a dar una adecuada respuesta militar al desembarco. Que así se lo había hecho saber el Reino Unido. Que la señora Thatcher – amiga suya – era una mujer muy decidida y que ella tampoco tendría otra alternativa que dar una respuesta militar. Indicó que será un conflicto trágico con graves consecuencias hemisféricas.



GALTIERI: Indicó que la Argentina no buscó ésta situación y volvió a referirse a los antecedentes y voluntad negociadora del gobierno argentino.



REAGAN: Indicó que debía entender que Argentina mantendría su posición. Agregó que la relación sufrirá gravemente, que la opinión pública norteamericana y mundial adoptará una actitud negativa con la Argentina y el esfuerzo que él mismo había puesto para reconstituir la relación se vería gravemente afectado. Señaló que Gran Bretaña era un amigo muy particular de los Estados Unidos y que la nueva relación que mantiene hoy Washington con la Argentina, después de un largo esfuerzo ante la opinión pública norteamericana, se verá perjudicada.



GALTIERI: Indicó que la Argentina realmente lamentaba esta situación. Su capacidad negociadora y su actitud pacifista tenía un límite. Que se trata de uno de los últimos casos de colonialismo en el mundo y en particular en el continente. Que no llegamos a ésta situación sino después de agotar todas las instancias. Ésta situación no la queríamos crear. Los ingleses no son ni han sido nuestros enemigos. Esperamos que Estados Unidos de todo su apoyo para que ésta situación pueda superarse de la mejor forma posible. Es necesario que Estados Unidos entienda el límite al que llegó la Argentina. Y que Argentina esperaba que EEUU actuara, como amigo de británicos y argentinos para superar la situación actual.



Algunos de los párrafos más sustanciales del informe que redactó el almirante Roberto Benito Moya reproducen los siguientes instantes de la conversación presidencial:



REAGAN: Conozco a la Señora Thatcher y sé que es muy decidida, contestará todo acto de fuerza con más fuerza. Sé que éste es un tema muy sensible para Argentina. Nosotros deseamos construir una relación duradera con Argentina, Brasil y México y como Usted sabe tenemos una relación muy cercana con el Reino Unido… estoy también en proceso de acercar los países de Centro América y esto lo hará fracasar.



Sé que ha habido dificultades entre nuestros países, mi predecesor (James Earl Carter) no manejó bien nuestra relación con Argentina, situación que he tratado de cambiar. Si usted procede en su ataque mañana y Gran Bretaña resiste con fuerza, como sé que lo hará, no podrá evitar que mis conciudadanos no posibiliten el mantenimiento de nuestras relaciones. Le pediría a mi vicepresidente que viaje y trate de arreglar esta situación, pero por favor eviten el conflicto.



GALTIERI: Le agradezco pero es tarde, los hechos están lanzados.



REAGAN: ¿Eso quiere decir que siguen adelante con el desembarco?



GALTIERI: Eso quiere decir que la Argentina es una Nación soberana y tiene la libertad de decidir la utilización de sus medios diplomáticos o la fuerza.



REAGAN: Si hay desembarco, habrá resistencia y la violencia continuará.



GALTIERI: Si esta noche Gran Bretaña reconoce nuestra soberanía, el gobierno argentino tiene muy buena voluntad para efectuar la transferencia durante el año 1982.



Fin del diálogo entre Galtieri y Reagan según consta en el informe final de los comandantes sobre el conflicto, que no fue tomado en cuenta por la Comisión Rattenbach. Se pueden observar las firmas de Galtieri, Anaya y Lami Dozo.



El mismo día, a las 23.30 horas, el brigadier Ernesto Horacio Crespo, jefe de la IV Brigada Aérea con asiento en Mendoza, se encontraba conversando con el comandante de la Brigada VIII de Infantería de Montaña, general de brigada Eduardo Osvaldo Garay, dentro del casino de oficiales. Según me confió, en el marco del libro “1982” que me encontraba escribiendo, a las 23.30 recibió una llamada del brigadier mayor Hellmuth Conrado Weber, titular del Comando de Operaciones Aéreas de la Fuerza Aérea Argentina. “Preséntese en Buenos Aires”, escuchó Crespo. La respuesta fue: “mañana a primera hora viajo”. La orden fue tajante: “Venga ya”.



Señor, hago preparar un avión y voy. ¿Debo llevar ropa? ¿Para cuánto tiempo? Preguntó Crespo. “Para mucho tiempo” le dijo Weber.



Luego de pasar por su casa para buscar un bolso y despedirse de su familia, Crespo se subió a su “E-225” y a las 03.30 de la madrugada del 2 de abril estaba entrando en el edificio Cóndor, luciendo su buzo de vuelo, algo inusual para esos tiempos. Subió al 7º piso donde lo esperaba Weber. Sin muchos miramientos, Weber lo introdujo inmediatamente en tema: “Hay un procedimiento conjunto para tomar las Islas Malvinas y usted se va a hacer cargo del Comando Aéreo Teatro de Operaciones Sur (CATOS). El comodoro (Eric Knut) Andreasen le va a explicar qué y cómo se hizo” (había sido el ayudante del brigadier mayor Sigfrido Martín Plessl, durante la planificación de la “Operación Azul/Rosario”).



-- “¿Por qué se hizo?” preguntó Crespo.



-- Recibiendo como toda respuesta de Weber: “Hay que cambiar el humor social a esta sociedad”.



Después los dos bajaron al 5º piso donde lo esperaba el brigadier general Basilio Arturo Lami Dozo y los más altos jefes de la institución. Cuando estuvo frente a su comandante en Jefe escuchó las misiones que se le tenían reservadas: Control de la frontera con Chile; prevenir una posible irrupción chilena en territorio argentino; apoyar las tareas del general de división Osvaldo García, jefe del Cuerpo V del Ejército; optimizar y fiscalizar el movimiento del aeropuerto de Puerto Stanley (todavía no era Puerto Argentino). En otras palabras, hacerse cargo del despliegue de las Bases Aéreas Militares (BAM).



-Dirigiéndose a Lami Dozo, Crespo preguntó: “Señor, necesito hacer una pregunta”. Luego de ser autorizado dijo: “¿La Fuerza Aérea tiene que intervenir en esta guerra?”.



-“No, es responsabilidad primaria de la Armada” respondió el más alto oficial aeronáutico.



-“¿Qué pasa si Inglaterra manda una fuerza, una flota, para recuperar las islas?”, volvió a preguntar Crespo.



-“La Armada se comprometió a tenerla parada a 180 millas de las islas”, fue lo que dijo Lami Dozo.



-“Creo que vamos a tener que combatir porque el Reino Unido puede mandar una flota y más si vienen submarinos nucleares que van a obligar a refugiarse a los barcos de nuestra Armada”, volvió a opinar, y levantando un poco el tono de voz, a la vez que miró a todos los presentes en general, que no decían nada, volvió a preguntar: “¿Y ustedes le creen a la Armada?”.



Como toda respuesta recibió la orden de que se callara y marchara a su destino en el Sur.


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