El Nuevo Gobierno

Macri y el plan de los 100 primeros días

Mauricio Macri siempre creyó que ganaba la Presidencia en segunda vuelta. Nunca antes y nunca después. Que el 2015 era su momento.


 Y en más de una oportunidad repitió que se ganaba por un voto de diferencia. Su objetivo era terminar con la era kirchnerista y sabía que podía recibir apoyos de gente que probablemente nunca hubiera imaginado hacerlo. Esa gente fue la que le dio la victoria por 3 puntos y la que lo convirtió en Presidente de un país, que otra vez,al revés de lo que pronosticaron los encuestadores, aparece en la fotografía, no dividido por partes iguales porque habría habido empate, pero sí con porcentajes mucho más cercanos a los que se pensaban.


Macri llega al poder habiendo enfrentado todo tipo de batallas. Sabe de lo que se trata. Arrancó la carrera como el tercero lejos en el verano del 2014 y poco más de un año y medio después se convirtió en Presidente. El derrotero de la campaña es conocido. Y ya es el pasado. Ahora es el momento del presente y del futuro.


Néstor Kirchner asumió el poder en mayo del 2003 con el desafío de legitimar su gobierno. La fuga de Carlos Menem del balotaje lo obligó a asumir con el porcentaje más bajo para que un Presidente llegara a la Casa Rosada. Kirchner tuvo que ir ganando legitimidad en cada acto de gobierno. En lugar de sumar apoyos y votos en la campaña de la segunda vuelta, que nunca tuvo lugar, lo hizo desde el ejercicio del poder.


Doce años después Macri será el Presidente que asuma con la diferencia más acotada de la historia con respecto a su contrincante. Eso lo obligará a gobernar no solo para la mitad y un poco más que lo eligió, sino también para buena parte de los que no lo hicieron. No por nada, la flamante vicepresidente electa, Gabriela Michetti dijo que la prioridad del gobierno será trabajar por aquellos que más temor tenían a una victoria de Cambiemos.


El primer desafío que enfrenta es convencer a parte de los que lo eligieron por miedo a más kirchnerismo, de que él no es la imagen demoníaca que Daniel Scioli y el peronismo construyeron con su campaña negativa. Al revés de lo que todos los analistas, políticos, encuestadores y periodistas pensaban –pensábamos- el proselitismo del miedo funcionó. Macri debe, lo hizo ya en la Ciudad cuando Aníbal Ibarra lo acusaba de las peores cosas, ganarle a estos prejuicios. Y sabe que la única manera será gobernando. Tomando medidas. Rápidas y efectivas.


¿Los resultados finales de este domingo indican más que un ganador y un perdedor? Sí. Que por ejemplo con más del 48% de los votos, el peronismo está vivo. Y dará pelea. El problema del peronismo –y del gobierno- será encontrarle dueño a este capital político. Mientras tanto habrá que asistir al espectáculo de la pelea interna en el Congreso, tanto en Diputados como en Senadores –donde el PJ maneja por el número hasta el quórum de la sesión– lo que puede resultar favorable por un lado y negativo por otro para la Casa Rosada en función de la gobernabilidad. Al respecto un paréntesis en el capítulo legislativo: la relación con el radicalismo no transita su mejor momento. Los radicales quieren una porción de poder a la apuesta política que hicieron. Quizás la euforia de la victoria ablande los ánimos y por ejemplo Ernesto Sanz acepte ocupar el ministerio de Justicia. De ahí que Mario Negri sea el más probable jefe de Cambiemos en Diputados.


Vayamos ahora al gobierno. La mayor preocupación de Macri, al revés de Daniel Scioli, nunca fue nombrar su gabinete. Lo que quiere es no equivocarse y acertar de entrada en los nombres. Ingeniero por título y ahora ya más político que empresario por profesión, amante de la exactitud y la puntualidad, Macri no quiere armar un elenco de ministros que no soporte una primera crisis. Por la sencilla razón de que no quiere enfrentar una primera crisis. Para eso analizan como clave lo que suceda entre la asunción y el fin del verano. Los 100 primeros días.


Proyectos, ideas e iniciativas sobran. La cuestión es llevarlas a la práctica.


Consciente de que los gestos al principio valen más que mil palabras, desaparecerán las cadenas nacionales y reaparecerán las conferencias de prensa. Los ministros volverán a dar reportajes y la primera transmisión del Futbol para Todos macrista no habrá una tanda publicitaria política. Habrá una urgente convocatoria al diálogo a todos los sectores políticos, comenzando por los gobernadores, sobre todo los peronistas. Este llamado apunta no solo a mejorar la calidad institucional del país, buscando acuerdo en "cuestiones de Estado", sino también a abrir puentes de negociación con los votos de los senadores nacionales de esos gobernadores.


La justicia, como siempre sucede en este tipo de cambios de humor político, transformará durante el verano al país en una patria judicial por donde desfilarán varios funcionarios kirchneristas. La idea de Cambiemos es dejar que todo siga su curso, ni alentarla ni frenarla. No se formará una comisión investigadora especial, pero se intentará darle rango legal al arrepentido –clave para investigaciones de corrupción- facultades para investigar delitos federales a los jueces penales de instrucción de la Ciudad y remover a Alejandra Gils Carbó lo antes posible. Lilita Carrió ya dijo que no busca reemplazar a Gils Carbó –quiere seguir como diputada y ocupar su tiempo en seguir denunciando a la burguesía empresarial K– y el reemplazante surgirá del grupo de fiscales que luchó por el esclarecimiento de la muerte de Alberto Nisman y en defensa de una justicia independiente. Por ejemplo, Ricardo Sáenz.


La mayor preocupación viene por el lado de la economía, sobre todo por la herencia que recibirán. Temen que la situación del nivel de reservas del Banco Central y los números del gasto público sean mucho más negativos de lo que sabe. El grupo de economistas que rodean a Macri son Rogelio Frigerio, Alfonso Prat Gay –únicos voceros autorizados del hasta ayer candidato–, en menor medida Carlos Melconian y el radical –él se dice desarrollista– Javier González Fraga. Las acciones del ex titular del Banco Central subieron mucho en las últimas horas. La definición de que el ministro será "desarrollista" y que todo el mundo interpretó en favor de Frigerio también le cabe a González Fraga. Frigerio, hasta el viernes a la tarde era un fuerte candidato a ministro del Interior. Pero todo cambia.


De entre las preocupaciones económicas, la primera es cómo atraer dólares lo antes posible para comenzar a levantar el cepo. Tanto González Fraga como Frigerio son partidarios de ir despacio, no generar olas y por sobre todas las cosas no producir grietas por donde, en un primer año económico complicado, pueda recuperar oxígeno político, el peronismo y en particular el kirchnerismo con sus críticas.


Quien sea ministro de Economía tendrá un ayudante de lujo: el propio Presidente. Para Macri reencausar la economía es la prioridad absoluta de su gobierno en la primera etapa y estará personalmente dedicado a eso. De ahí la idea de armar un gabinete fuerte, comenzando con su otro yo, Marcos Peña, como Jefe de Gabinete, volviéndole a otorgar a algunas carteras el poder que tenían en otro tiempo. "No piensen a los ministros en las categorías kirchneristas. Interior volverá a ser Interior, el ministerio político, sin Transporte que no tiene nada que ver. Cancillería y Justicia lo mismo. Y los ministros serán ministros: no habrá secretarios de Estado con más poder que su jefe inmediato", explican.


En materia económica habrá un capítulo dedicado a mantener "lo bueno del mundo K". Tarifas sociales con subsidios para los que lo necesiten, defensa de las paritarias –guiño al sindicalismo representado por Hugo Moyano que pide cargos y no solo en Transporte- y un rearmado de las tarifas. Aumentarán pero no para todos.


El gasto público también es una prioridad en función de ordenar las cuentas y bajar la inflación, pero no a costa de generar un ajuste. El mayor temor en el macrismo es convertir a su primer año de gobierno en el de José Luis Machinea con la Alianza. "Lo peor que nos puede pasar es ir corriendo a un ajuste. Sería nefasto", dicen.


Con respecto al frente externo, hay dos urgencias, las políticas y las económicas. Calculan que la victoria de Macri y la derrota del kirchnerismo realineará un poco en forma automática las adhesiones de Argentina con el mundo y viceversa. Lo primero será un alejamiento de Venezuela y un apoyo a la oposición a Nicolás Maduro. Conscientes de que puede ser un gobierno criticado por pro-norteamericano, la primera visita de Macri como Presidente será a Brasil para entrevistarse con Dilma Rousseff. La segunda a Paraguay para comenzar la ofensiva anti-Maduro en el seno del Mercosur. Esto significará el mayor cambio de política exterior del Cono sur en una década y promete tener consecuencias internacionales.


Después vendrá el capítulo Washington. Como todos los expertos internacionales, los de PRO también piensan que la relación con la Casa Blanca –hoy inexistente- el acuerdo con los holdouts y el restablecimiento de diálogo con los organismos multilaterales de crédito es un único capítulo que debe trabajarse con seriedad y sin consignas publicitarias. Saben que es un tema que Cristina Kirchner intentará usar para resucitar. Y no se lo quieren regalar.

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