Santificación

La mujer que murió con una sonrisa: la carismática hermana Cecilia María de la Santa Faz iniciará su camino hacia la santidad

La Iglesia Católica Argentina da inicio al proceso de beatificación y canonización de la carmelita descalza Cecilia María de la Santa Faz, una religiosa que desafió el sufrimiento de un cáncer de lengua con una sonrisa en los labios.

Redacción Nuevo Día
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El arzobispo de Santa Fe, monseñor Sergio Fenoy, ha firmado el edicto que marca el comienzo del proceso de beatificación y canonización de la hermana Cecilia María de la Santa Faz, una carmelita descalza que dejó una huella imborrable con su testimonio de fe y valentía. La religiosa, nacida como Cecilia María Sánchez Sorondo Bosch, falleció a la edad de 42 años después de enfrentarse con coraje a un cáncer de lengua.

El camino hacia la santidad de Cecilia María ha iniciado en Argentina, donde la Iglesia ha comenzado el proceso de postulación de esta carmelita, cuya imagen sonriente en su lecho de enfermedad se hizo viral hace casi ocho años. El arzobispo de Santa Fe, monseñor Sergio Fenoy, y el canónigo Alexis Louvet firmaron el edicto el 14 de febrero, tres días después de la canonización de María Antonia de San José (Mama Antula).

Nacida en San Martín de Los Andes, Neuquén, en una familia tradicional vinculada al ámbito eclesiástico, Cecilia María era sobrina del obispo Marcelo Sánchez Sorondo, cercano al Papa Francisco. Su vida tomó un giro decisivo cuando descubrió su vocación religiosa durante el secundario, a pesar de haber considerado en su juventud la posibilidad de casarse.

Después de estudiar enfermería y trabajar en esa profesión durante tres años, Cecilia María ingresó al Carmelo de Santa Fe el 8 de diciembre de 1997, a los 24 años. Su entrega a la vida monástica fue marcada por su carácter impulsivo, su sinceridad y su capacidad para enfrentar desafíos.

La religiosa, además de sus deberes monásticos, aprendió a tocar el violín y compartió su música en las liturgias. En el año 2007, reveló en un testimonio vocacional los motivos que la llevaron a tomar los hábitos como monja de clausura, confesando que, a pesar de haber soñado con casarse en su juventud, sintió un llamado más fuerte hacia la vida religiosa.

La dura prueba de su vocación se presentó en 2015, cuando fue diagnosticada con un cáncer de lengua. A pesar del sufrimiento y los pronósticos desalentadores, Cecilia María mantuvo una actitud positiva, sostenida por su fe inquebrantable. Durante su tratamiento en el Hospital Austral, donde también aprendió a tocar el violín, la religiosa continuó sonriendo a pesar del dolor.

El 23 de junio de 2016, a la edad de 42 años, Cecilia María de la Santa Faz falleció. Su sonrisa y su fortaleza en medio del sufrimiento conmovieron a quienes la conocieron, dejando un legado de fe y esperanza.

Monseñor Fenoy destaca en el edicto las virtudes de Cecilia María, mencionando su testimonio de amor y confianza en Jesucristo, que ha inspirado a muchos a comprometerse más profundamente con su fe. El proceso de beatificación y canonización busca ahora recopilar información sobre posibles milagros atribuidos a la religiosa, dando inicio a una fase de investigación más detallada sobre su vida y virtudes.

Los fieles son invitados a colaborar con la causa proporcionando información relevante que pueda contribuir a la declaración de santidad de la Hermana Cecilia María de la Santa Faz. La dirección y el correo electrónico del Arzobispado de Santa Fe se encuentran disponibles para recibir estos testimonios.

La Iglesia Católica argentina se embarca en la búsqueda de evidencia de milagros, un paso crucial en el proceso de santificación. Mientras tanto, quienes conocieron a Cecilia María la recuerdan como un verdadero regalo divino para aquellos que tuvieron la fortuna de cruzar su camino.

Este es el relato de una vida marcada por la valentía, la fe inquebrantable y una sonrisa que iluminó incluso los momentos más oscuros del sufrimiento. La Hermana Cecilia María de la Santa Faz se convierte así en un ejemplo de fortaleza espiritual y entrega a Dios, dejando un impacto perdurable en aquellos que fueron testigos de su extraordinaria travesía hacia la santidad.

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