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Lázaro Báez: la fábula del mendigo que se convirtió en millonario

De cuna obrera, llegó a hacer una de las más grandes y cuestionadas fortunas del país. Una decisión y una inesperada victoria de su mentor lo pusieron en la cima, y también tras las rejas


 
por Alejandro Gamerogamero.alejandro@diariouno.net.ar
 Bien podría ser un digno personaje de las novelas de un tal Gabo, donde el realismo mágico se trenza con la cruda realidad sin parada ni descanso.
 
Es la historia de un niño de nombre bíblico que nació en los bordes del trópico, a la vera de un gigantesco río sin orilla que se hunde en el horizonte más allá de la vista, donde en el día, reina el mismísimo averno en un ambiente asfixiante y soporífero.
 
Un niño que a los seis años se conmovió al ver por primera vez el hielo, cuando su padre lo llevó hasta el fin del mundo huyendo de la persecución por seguir siendo fiel al mítico líder de la Nación, que ya no gobernaba pero seguía gobernando.
 
Un niño que se crió en desolados parajes, ante un mar del gélido y casi inexplorado del Sur, donde los vientos golpean sin cesar desde el comienzo de los tiempos porque, aseguran los antiguos, son el mismísimo soplo de los dioses.
 
Un niño común, humilde, que se convirtió con los años en un hombre simple y que llevó una vida gris, arrancando desde abajo, sin quizás imaginar jamás que un día, superando a su padre, tendría la oportunidad de ser uno de los brazos del gran jefe de la Nación.
 
Aquel joven se llamó Lázaro y nunca fue carpintero, pero sí arrancó como cadete en un negocio de monedas y valores.
 
Allí inició su camino como hombre, se casó, tuvo cuatro hijos, compró una pequeña casa en un barrio obrero y un auto que bien podría decirse que, por su flojo estado, había alcanzado la mayoría de edad.
 
En esos pagos, en el devenir de una vida sin emociones, Lázaro vio la luz luego de traspasar la sagrada edad de los 33 años. Fue cuando comenzó a obrar el milagro.
 
Allí, en las tierras de la Santa Cruz conoció a un adolescente alto, flaco y desgarbado, quien muchos años después sería presidente.
 
A la orden del gran jefe, su redentor al fin y al cabo, Lázaro se levantó de su tumba al pasar los 33 años, dejó atrás su opaca existencia y resucitó a una nueva vida, la de un hombre poderoso que casi por arte de magia acumuló una fortuna que no hubiera obtenido ni en siete vidas.
 
Como si fuera el Rey Midas, todo lo que tocó se convirtió en oro. Llegó a tener decenas de estancias y múltiples negocios y una empresa señera con la que se abrió camino a la que bautizó Austral Construcciones.
 
Ganaba tanto dinero que sus encomendados afirman que lo pesaba en vez de contarlo, lo trasladaba en carros y grandes bolsas y lo transportaba vía aérea.
 
Dicen los escrutadores de su misteriosa vida que fue constructor de obras jamás construidas, que contrataba hoteles enteros, que era cliente preferencial pagando servicios de habitación que nunca utilizó, y que les daba de comer a cuatro mil familias.
 
Hombre de pocas palabras y menos apariciones, apenas se conocía su rostro en los primeros años en que su mentor y amigo, el gran jefe, ya ejercía el poder en la Nación.
 
Ya no andaba en auto sino en una flota de aviones propios, atravesando el país mientras miles de millones, dicen que más de $12 mil millones, llegaban a sus arcas de manos del gran jefe de la Nación.
 
Es la increíble historia de Lázaro Báez, aquel que logró el sueño de los alquimistas: convertir el plomo en oro, pasar de mendigo a millonario en apenas un chasquido.
 
Sin embargo, a Lázaro, el del nombre bíblico, el que resucitó en 1991, después de los 33 años, el que todo convirtió en oro, le tocaron las 12. La hora fatídica en que su mundo se convirtió en calabazas y ratones.
 
Fue después de que el gran jefe de la Nación dejara este mundo para siempre y sin aviso.
 
A él le levantó en su honor un formidable mausoleo que es centro de innumerables leyendas sobre un tesoro escondido de incalculable fortuna en una bóveda secreta.
 
Su caída llegó, arrastrada por la de quienes aun lo cobijaban y por un refugio con nombre de cuento de hadas, que los lugareños apodaban La Rosadita, incrustado en las torres de cristal de un acaudalado puerto, desde donde brotó a la luz del vulgo la colosal y perturbadora imagen de sus encomendados contando su fortuna.
 
Entonces, en un chasquido, como si se evaporara el hechizo, todo volvió a la vida real.
 
En un instante, Lázaro bajó de su avión y sintió el frío de las esposas en sus muñecas, el dedo acusador del poder que lo señaló como un enemigo público, el del juez que lo rotuló como sospechoso, el del encierro en los escasos metros cuadrados de un calabozo y el desasosiego de terminar en prisión.
 
Los cronistas de la Capital que siguieron sus pasos bañan de realismo sus escritos y relatos sobre la fantástica vida de Lázaro, el hombre que no se ve y casi no habla.
 
Cuentan que nació en Corrientes un 1 de febrero de 1956 y que de muy chico se fue a vivir a la lejana Río Gallegos porque su padre, peronista, se escondía tras el golpe al ex presidente Arturo Frondizi.
 
Unos de sus principales escrutadores, Luis Majul, quien le dedicó un capítulo en su libro El dueño, afirma que Lázaro ingresó como cadete al Banco Nación de Santa Cruz, que luego fue cajero del Banco Provincial de Santa Cruz, que en 1967 conoció al joven basquetbolista Néstor Kirchner, a quien 23 años después, le entregaría un secreto que le depararía a Lázaro la quimera del oro.
En 1990, por iniciativa propia, puso en manos de su conocido y entonces intendente de Río Gallegos "una lista de los deudores y clientes más poderosos del Banco de Santa Cruz, con el estado financiero y el movimiento de las cuentas. Así se ganó la confianza de Néstor".
 
En agradecimiento a semejante servicio, Kirchner, según las investigaciones, lo sacaría de su puesto de cajero para darle el manejo de la caja del banco y su representación ante los buscadores de metálico. En Río Gallegos decían "Lázaro es Néstor".
 
Y Néstor llegó a gobernador, lo que puso a Lázaro con un sueldo en la Secretaría General de la Provincia, a la que nunca asistió porque tenía otra misión.
 
Era la de comenzar a construir un entramado empresarial que sería la impensada plataforma de despegue cuando su jefe y mentor, se transformara, contra todos los pronósticos, en presidente de la Nación.
 
Las fechas son implacables, destacan otros cronistas: "El contrato social de Austral Construcciones se fechó el 8 de mayo de 2003. Néstor Kirchner asumió el 25 de mayo. El 23 de junio se inscribió la empresa ante la AFIP. De inmediato llovieron los contratos de obra pública" para la empresa de Lázaro, el resucitado.
 
En una década pasó a ser dueño de tres empresas, a monopolizar el 98,3% de la obra pública de Santa Cruz y el encargo de otras obras nacionales, a adquirir unas 25 estancias, una sola de ellas, de unas 184 mil hectáreas cerca de El Calafate, a poseer hoteles, negocios, condominios de departamentos y hasta una carnicería. Al final le contaron más de 200 propiedades.
 
Personaje enigmático durante los primeros cinco años del kirchnerismo, sólo señalado por el periodismo de investigación y algunos políticos de la oposición, recién en 2008 fue denunciado ante la Justicia por la diputada nacional Elisa Carrió.
 
La iracunda legisladora lo acusó de lavar dinero para el ex presidente Néstor Kirchner, de ser su testaferro para enriquecer a la familia presidencial con las arcas públicas y de conformar, con otros favorecidos, una flagrante asociación ilícita.
 
En 2013, Lázaro sería señalado por un gurú de la televisión como la principal autopista de "La ruta del dinero K" en la investigación de Jorge Lanata, quien entrevistaría a dos encomendados, Leonardo Fariña y Federico Elaskar, quienes contrariados por no estar conformes con el favor de su comendador, revelarían cómo se lavaba el dinero que se acumulaba en la fortuna de Lázaro.
 
A sus empresas le endilgaron también ante los tribunales la contratación de 923 plazas mensuales del hotel Alto Calafate, del grupo Hotesur, propiedad de la familia presidencial, reservas que al menos mantuvo durante los años 2010 y 2011.
 
Lo llamativo de esos contratos, según la denuncia de la legisladora nacional Margarita Stolbizer, es que las habitaciones no se ocupaban a pesar de estar reservadas.
 
Señalan que era una maniobra para lavar dinero injustificable o para evadir impuestos.
 
En su caída, Lázaro huérfano de milagros y hechizos, ni siquiera pudo evitar que fuera arrastrado su propio hijo Martín, "el hijo del patrón", como le decían en sus empresas. El joven también fue acusado como su padre por regentear los millones que se contaban en La Rosadita, aunque pudo evitar las rejas.
 
El hombre que supo convertir el plomo en oro se enfrenta a un futuro cada vez más plomizo. El Lázaro que vio la luz después de los 33 años quizá no pueda resucitar dos veces.
 

El calendario de una vida que empezó de muy abajo

Los principales hitos en la vida de Lázaro Báez:
-1956 El 1 de febrero de ese año, Lázaro Báez nació en Corrientes, en el seno de una familia peronista.
-1962 Se muda con su familia a Río Gallegos, Santa Cruz. Su padre escapa de la persecución iniciada por los militares después del golpe de Estado.
-1967 Con 11 años conoce a Néstor Kirchner, que era mayor que él.
-1984 Se casa con Norma Calismonte y tiene con ella cuatro hijos. Ya era cadete en el Banco Nación.
-1985 Ingresa como cajero a trabajar al Banco de Santa Cruz. Tenía un Ford Falcon modelo 1972.
-1990 Se contacta con Néstor Kirchner, intendente de Río Gallegos, y le entrega una valiosa nómina de grandes deudores del banco.
-1991 Néstor Kirchner se convierte en gobernador y pone a Lázaro Báez a cargo del manejo de los fondos del Banco de Santa Cruz.
-1995 Lázaro Báez cambia de casa, de auto y muestra un importante crecimiento patrimonial.
-2003 Néstor Kirchner es elegido presidente y contrata a la empresa de Lázaro para obras públicas.
-2010 Muere Kirchner. Lázaro Báez le construye un mausoleo.
-2016 Con el kirchnerismo fuera del poder, Lázaro Báez cae preso, acusado de evasión y lavado tras el escándalo de La Rosadita.
 
Ahora, preso y complicado por Fariña, el flamante arrepentido

Preso en la cárcel de Ezeiza desde el miércoles, en la provincia de Buenos Aires, y acusado por el juez federal Sebastián Cassanello por los delitos de evasión fiscal y lavado de dinero, el empresario Lázaro Báez enfrenta un futuro incierto y comprometido ante el Poder Judicial de la Nación.



Su situación empeoró este viernes como quizá nunca hubiese imaginado, luego de que uno de sus ex contadores, Leonardo Fariña, tras las rejas hace más de un año por la misma causa, decidiera tomar la figura del arrepentido para conseguir una ventaja procesal.



Fariña fue llevado el viernes a los tribunales de Comodoro Py en la Capital Federal y declaró durante casi 14 horas.



La importancia de su testimonio fue tal que el juez Casanello reimpuso en la causa el secreto de sumario.



Fariña ya lo había comprometido a Báez en 2013, cuando empezó a hacer revelaciones en el programa de Jorge Lanata.



Así, Lázaro Báez, hombre de máxima confianza del fallecido ex presidente Néstor Kirchner y estrechamente vinculado a su familia, pasa por su hora más oscura, detenido junto con su contador, Daniel Pérez Gadín, y con su hijo Martín, libre pero también acusado en la causa por evasión y lavado de dinero.
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