La indigencia duele y se observa a diario en el vaciadero

A la espera de un traslado que lejos está de concretarse, el vaciadero municipal de Río Gallegos es escenario de mil y un historias de pobreza e indigencia que duele a simple vista. Además, la basura rebalsa y los vecinos y los “ocupas” ya casi forman parte del mismo paisaje. Muy triste.

 

Impacta desde la entrada. Basura no sólo dentro, sino afuera del vaciadero forman parte de uno de las imágenes más tristes que puede ofrecer la descuidada ciudad de Río Gallegos.

El camino, esos 70 metros que pueden haber desde la entrada al corazón del vaciadero da lástima, impotencia y preocupa, porque nadie parece verlo. Porque a nadie parece importarle.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es lo que se puede observar a lo largo de ese camino, donde las historias de indigencia comienzan a ofrecer postales que duelen en el alma.

A poco menos de 15 metros de ingresar, aparece una mujer, de unos 40 años, con un palo revolviendo entre la basura, en la búsqueda de lo que le pueda ser útil para vestirse o alimentarse.

La imagen impacta y no termina de sorprender tristemente antes de que otra igual o peor aparezca.

Se trata de un pequeño de no más de 10 años, que aparece solo, caminando en medio de la basura seguramente con el mismo objetivo de la mujer.

Busca, revuelve y recoge lo que puede para guardarlo en una bolsa, en una postal que duele de sólo imaginarse la vida que ese pequeño puede sobrellevar todos los días.

El ingreso al vaciadero no hace más que confirmar que todo lo feo que se puede observar al ingresar.

Ya en el interior del mismo, el panorama es igual, pero magnificado, porque las que buscan entre la basura en la estado y el olor inaguantable son familias enteras que llegan a pie, en bicicleta o en antiquísimos autos en el mejor de los casos.

 

Distribuidos en el predio, comienzan la búsqueda de comida, ropa o lo que puedan llevarse de otro día más en el vaciadero.

Por momentos, uno trata de pensar que se trata de gente que trabaja en el lugar, pero sólo nos segundos bastan para que la situación se refleje claramente y que impacte de verdad. Que duela de verdad.

 

Sobreviviendo

La retirada del lugar no deja de golpear a la realidad, porque en el camino de salida se cruza un hombre, de unos 50 años de edad, con una carretilla.

¿Qué busca? Lo mismo que el resto. ¿Qué encuentra? Una bolsa de acelga, entre otras cosas, con la que seguramente intentará alimentarse aún sabiendo que la misma está en pésimo estado.

La carretilla va cargada de otras tantas cosas que diferentes familias desecharon porque ya no les sirven o porque son alimentos ya imposibles de digerir. Imposibles para ellas, porque decenas de personas asisten casi inmediatamente para tratar de “salvar la comida del día” con algo que puedan encontrar.

La realidad que más duele se ve en el vaciadero, allí donde los funcionarios no llegan; allí donde la situación parece invisible para todos a la luz de los hechos.

 

Los vecinos

A todo esto, junto al vaciadero hay dos clases de vecinos que la pasan mal por igual, pero de distinta manera.

Por un lado, aparecen los denominados “ocupas”, quienes llegaron al lugar para usurpar un terreno e instalar su vivienda, quedando hoy por hoy pegados al vaciadero con todo lo insalubre que eso significa para ellos por el resto de sus vidas, al menos hasta que se retiren del lugar.

Por otro, aparecen los vecinos que viven justo a la salida del vaciadero, quienes le contaron a Nuevo Día que la situación es insostenible.

“Todos miran y se preocupan del vaciadero para adentro. Pero nadie mira para este lado, donde estamos nosotros, que vemos como la gente viene y tira la basura del lado de afuera sin tomarse el trabajo de entrar al vaciadero para tirar su basura. Entonces, ahora nosotros tenemos la basura en la esquina de casa todos los días y eso hace que también tengamos las ratas dando vueltas por acá todos los días”, le contó no de los vecinos al diario.

La insalubridad y el peligro de enfermedades por las ratas son consecuencias claras del estado en el que se encuentra el vaciadero en la actualidad y eso lo sufren por igual tanto los vecinos que viven de forma legal afuera del vaciadero como los que ocuparon un terreno de forma ilegal justo al lado de él.

 

El traslado

¿La solución? Mayor control y el traslado del vaciadero que el municipio tiene como prioridad, pero como obra a realizarse a mediano plazo, junto con los pluviales que evitarían que la ciudad se inunde apenas cae un poquito de agua.

Esas dos obras, tan necesarias para la gente, siguen postergadas en medio de la burocracia y la falta de capacidad de las autoridades para generar recursos y gestionar lo suficiente como para concretarlas.

Mientras tanto, el vaciadero no sólo sigue siendo lo que es, sino que empeora y es escenario de las historias más tristes que uno se pueda imaginar. (El Diario Nuevo Día)

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