Historias de Patagonia: La matanza de Zainuco, a dos días de la libertad

 Los Estados Unidos esperaban al joven sudafricano radicado en la Patagonia Argentina. Aquel que por haberse apartado del grupo consiguió huir, salvándose no sólo de volver a la cárcel, sino de morir en el rancho del paraje Zainuco.

 *Mario Novack



Los Estados Unidos esperaban al joven sudafricano radicado en la Patagonia Argentina. Aquel que por haberse apartado del grupo consiguió huir, salvándose no sólo de volver a la cárcel, sino de morir en el rancho del paraje Zainuco. Martín Bresler no se enteró de muchas cosas luego de la sangrienta fuga del Penal de Neuquén.



No supo que su libertad estaba cercana, ya que las gestiones que su padre realizaba ante el gobernador  Elordi finalmente habían dado resultados y se le iba a otorgar el indulto para las festividades del 25 de Mayo de 1916.



Los presos que fueron recapturados culparon de casi todo al único evadido. Lo sindicaron como el autor de la muerte de uno de los guardias, del asesinato del hermano del ingeniero Plottier y hasta haber sido el ideólogo del motín.



Nada de eso supo Bresler, ni tampoco un desgraciado episodio que terminaría con la vida de uno de los más enconados investigadores de la fuga y posterior matanza de los reos.



Pero en Neuquén los acontecimientos y repercusiones continuaban su curso. El periodista Abel Chanetón desafiaba la versión oficial de la muerte en enfrentamiento de los evadidos, sino que sostenía que habían sido fusilados.



El gobierno de Eduardo Elordi se negaba a hacer una investigación oficial y avalaba la hipótesis de la policía del Territorio. Esto llevó a un enfrentamiento entre los diarios más importantes de la región.



Chanetón había llegado a Neuquén desde Córdoba, afincándose al principio en la localidad de Chos Malal, por entonces capital provincial de Neuquen, donde desarrolló varios oficios y ocupó cargos públicos. 



Luego se trasladaría a Neuquén, siendo elegido concejal y también presidente del Consejo Municipal, hasta que comenzó a desarrollar su pasión con el ejercicio del periodismo, fundando el diario Neuquén. 



Descreído de la versión oficial y con el testimonio de vecinos profundizó sus investigaciones acerca de la matanza de los presos en Zainuco. Lo sorprendente fue que quien por entonces era el Jefe de la Policía Territorial, Eduardo Talero, ante la negativa oficial de establecer la realidad de los hechos renunció a su cargo y se marchó a trabajar al diario “Neuquén”.



El otro diario de la zona llamado El Regional, de la localidad rionegrina de Allen,propiedad de Carlos Palacios, no sólo defendia la versión oficial sino que atacaba duramente a Abel Chanetón, el periodista que había osado desafiar al poder.



El encono entre el titular del  “El Regional” y Chanetón fue creciendo con el tiempo a la par de las agresiones publicadas en ese medio. Por eso es que la tragedia se iba acercando. 



Chanetón había aprovechado la noche para concurrir junto con su esposa al cine, un espectáculo que concitaba la atención de una multitud en ese pequeño poblado.



En el intervalo de la función uno de sus colaboradores, Cesareo Pereiro, le informó de la presencia de Palacios y su gente en el bar “La Alegría”, un tugurio de mala muerte, ubicado en cercanías de la sala de cine.



De nada valieron los ruegos de su esposa y el colaborador del diario, era tal el encono entre ambos que la sangre le hervía a Chanetón, que sentía había llegado la oportunidad de poner las cosas en su lugar con su colega y rival.



Chanetón rápidamente se aseguró de contar con su revólver que lo acompañaba permanente a partir de las múltiples amenazas contra su persona. Al ingresar al bar identificó rápidamente a Palacios que estaba con René Bunster, un colaborador y con el sargento Luna, a quien Elordi había designado como custodia por una supuesta amenaza de Chaneton.



 Palacios desenfundó su arma y disparó, pero no tuvo puntería. Lo mismo hizo Chaneton, pero con más suerte. Al menos dos balas impactaron en el director de El Regional, que cayó mortalmente herido. En el bar había gritos, confusión, gente tratando de escapar del tiroteo.





Chaneton salió del lugar, pero afuera lo estaba esperando agazapado el sargento Luna. El periodista no atinó a nada porque el policía, que estaba de civil, le apoyó el 38 en el pecho y le disparó a quemarropa.



 La noticia de la muerte del periodista tuvo alcance nacional y en el pueblo causó una profunda conmoción. Los restos de Abel Chaneton fueron velados en el diario que tanto quería ante una multitud y luego fueron sepultados en el cementerio central de la ciudad.



Sus familiares lo recuerdan como un buen hombre, dedicado a encontrar justicia y contar verdades a través de su pluma, sin importarle las presiones del poder político, sin siquiera sentir el miedo a la muerte.



El día posterior a su muerte, Abel Chanetón estaba dispuesto a viajar a Buenos Aires para entrevistarse con el flamante presidente, Hipólito Irigoyen. Buscaba apoyo oficial para abrir una investigación que esclareciera la matanza de los evadidos de la Unidad Penitenciaria Nª 9 de Neuquén.





Crónica de una muerte anunciada



“Vea amigo Talero, en honor al aprecio que por usted siento le digo que no tengo duda que fue una matanza”. “Todos los reos tienen un balazo en el cráneo, solo uno de ellos recibió dos balazos en el pecho”. De este modo Abel Chanetón iba acercándose lentamente a su destino de muerte en ese fatídico enero de 1917.



Quien escuchaba al periodista era ni más ni menos que el Jefe de la Policía del Territorio de Neuquén, don Eduardo Talero, que rápidamente junto los testimonios y se dirigió presuroso a al despacho del gobernador para plantearle una rápida y exhaustiva investigación.



“De ninguna manera” respondió seco y cortante el mandatario Eduardo Elordi, añadiendo que creía y sostenía la versión de la policía, de un enfrentamiento armado entre guardias y presos. 



Eduardo Talero y Abel Chanetón se conocían de la histórica capital neuquina, Chos Malal. Allí habían tenido fluido contacto y encabezaron varios proyectos tendientes a mejorar la calidad de vida de los habitantes del joven Territorio, además de ocupar también varios cargos públicos. 



El periodista Chanetón asimismo había desarrollado el oficio de periodista y telegrafista, antes de radicarse en Nequen, donde fue intendente entre 1908 y 1911, por ello su trascendencia pública y su peso en la opinión de la ciudadanía neuquina.



El jefe policial Talero, tampoco era un hombre común. Era un reconocido poeta colombiano a quien la dictadura de su tío Rafael Nuñez había condenado a morir fusilado, bajo el cargo de conspiración.





Luego de ser indultado y deportado sin destino, el destino lo trajo a Chos Malal con la designación de Secretario de la Gobernación, cargo que ejerció durante varios años, ya que había sido nombrado el 25 de julio de 1903.



“Cuando aún resonaba en sus oídos la negativa a investigar los hechos de Zainuco, Eduardo Talero adoptó una decisión. No quería ver su nombre manchado por este hecho y consecuente con su actuación pública y personal renunció al cargo de Jefe de Policía y se marchó a trabajar con Abel Chanetón en el diario “Neuquén”.



La sentencia estaba dictada, ya la decisión de acabar con la vida del hombre que incomodó y desafió al poder desde la prensa estaba tomada. Por eso es que si no alcanzaba su objetivo su rival más enconado, Carlos Palacios director del “El Regional”, lo haría la policía designada como custodia, como finalmente sucedió. 



El disparo que terminó con la vida de Abel Chanetón acalló a muchos, entre ellos, el renunciante Talero, el poeta que decidió alejarse definitivamente del lugar y establecerse en Buenos Aires, donde murió poco tiempo después, en 1920.



  Los disparos de esa noche en el Bar “La Alegría” los escuchó también Martín Bresler el único fugado del Penal Neuquino. Pero no tuvo tiempo de pensar en eso, ya que se encontraba en el frente de batalla de la Primera Guerra Mundial, vistiendo el uniforme de las tropas estadounidenses.



Sólo cuando el ruido de los combates se silenció Martín comenzó a pensar en su esposa e hijos y su regreso a Neuquén, que será el capítulo de mañana en “Historias de Patagonia. 



  



  


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