Historias de Patagonia: Una calle para Julio
Julio es ese mes donde reina el frío en el extremo sur del país. Ese de días cortos y escarchas prolongadas y también el que muchas veces regalaba una nevada en tiempos pasados. Pero hace medio siglo, en un episodio todavía impune alguien decidía poner fin a la vida de Julio.
* Mario Novack
Se llamaba Julio Juan Langer y era propietario de la tienda “La Confianza”, ubicada sobre la avenida Julio Argentino Roca al 1.214, en el centro de Río Gallegos. El homicidio se registró entre la medianoche del 7 y la madrugada del 8 de julio de 1971, en el propio domicilio del comerciante, ubicado detrás del local de ventas.
Un crimen siempre es injusto y se torna doblemente injusto si además queda sin esclarecer, como ocurriera en este caso. Me vuelve a la memoria una charla que mantuve con Matilde “Bubi” Langer, hermana de Julio y que viviera en Río Gallegos durante muchos años.
“Julio llegó a la ciudad teniendo ocho años. Venía de un país lejano – Polonia – con un idioma y una religión distinta. Al otro día de su arribo mis padres lo mandaron al colegio. De pronto tomó en cuenta en forma dramática que estaba en otro país y otras costumbres”.
De inmigrante pionero a comerciante instalado, la vida de Julio transcurrió entre el comercio que su padre había instalado en nuestra ciudad y sus viajes a Buenos Aires, donde se habían mudado sus padres y hermana, en el barrio del Once. Allí también vivían su esposa e hijos, que viajaban a Río Gallegos, cuando llegaba el verano. La esposa se llamaba Nusia Baron y era madre de sus tres hijos Marcelo, Sergio y Esther, la menor, que ese 7 de julio cumplía siete años.
Para dar un marco de situación recordamos el artículo publicado en el Diario Nuevo Día el primero de julio de 2018 que dice así: “Nada parecería alterar la calma de la pequeña capital de Santa Cruz. Lo más destacado era la organización de los actos del día de la Independencia.
Santa Cruz estaba gobernada por Fernando Diego García y en Río Gallegos su intendente era Emilio “Pichón” Guatti, comerciante.
La ciudad atravesaba un frío invierno y pocos días atrás habían sido fijados los precios de venta del carbón mineral que abastecería a viviendas y comercios.
Los valores determinados por la Dirección de Comercio e Industria llegaban a 30 pesos la tonelada para el carbón con entrega domiciliaria. Así, ese espectáculo de chimeneas humeantes y el crepitar de salamandras y cocinas de fundición se extendía desde el centro a la periferia de la ciudad
Todo era tranquilidad en la capital, hasta que un acontecimiento brutal registrado en la medianoche del 7 de julio de 1971, provocaría - por sus características - la conmoción generalizada de la población.
Al bosnio Nikola Opacak, que tenía su negocio de fotografía en la avenida Roca 1.220 le llamó la atención que su vecino y amigo Julio Langer no cumpliera con el ritual previo a cada viaje que hacía a Buenos Aires, de dejarle previamente sus valijas para retirarlas del local.
Langer era propietario de la Tienda “La Confianza”, ubicado en el 1214 y tenían entre ambos una relación de vecinos y colegas que se había mantenido a lo largo del tiempo. Andriana Opacak recuerda que ese día su padre observó las persianas bajas, el negocio cerrado y comenzó a preocuparse.
Cerca de las 11 de la mañana Nikola Opacak tomó una escalera y se asomó al muro de su vecino Langer. Desde allí se veía la parte trasera de la casa. Dos detalles lo alertaron…la puerta de la cocina entreabierta y una escalera bordeando el muro de la casa, que alguien habría utilizado para entrar o salir del patio de la misma.
Opacak bajó, se dirigió a la casa y lanzó un grito mezcla de sorpresa y angustia. En el piso de la cocina yacía muerto a golpes Julio Langer, en un cuadro de sangre y vidrios rotos. La crónica registrada en el diario “La Opinión Austral”, detalla algunos aspectos relacionados con el hecho policial en sí.
Cita por ejemplo que el móvil del asesinato sería el robo, ante la presunción del retiro de una fuerte suma de dinero, previo al viaje de Langer a la ciudad de Buenos Aires. Señala también que se notó en distintos lugares de la casa y del comercio habían cheques y documentos los que al parecer fueron vistos y tocados por el o los autores del hecho sin hacerse de ellos, al parecer en busca de la fuerte suma.
Julio Langer cumplía con su rutina diaria de trabajo y cenaba todas las noches en la gamela de YCF, ubicada en Rawson y Alberdi y ese día no había concurrido al lugar que quedaba a poca distancia de su tienda.
Para situar a los lectores, en esa vereda se ubicaban el Hotel Covadonga, aún funcionando, la tienda “La Confianza”, Casa de Fotografía Opacak y el Hotel Colón, donde actualmente se encuentra Emmanuel Calzados, completando la Avenida Roca y Vélez Sarsfield.
Precisamente el comentario de esos tiempos relacionaba a un pasajero del Hotel Colón con la autoría del hecho y su rápida huida a Chile en los transportes de esa época. Incluso en la edición del 14 de julio se dá a conocer en forma extraoficial la detención de una persona de apellido Vera, apresado en Chimen Aike y que habría confesado el crimen.
Sin embargo, nada de eso sucedió y el crimen continúa aún impune. Pero como suele suceder en la mayoría de los casos, siempre hay una historia detrás de la historia y fue la búsqueda por saber que más acerca de la vida de su padre que iniciara Sergio Langer.
En junio de 2003, treinta y tres años después del asesinato de su padre, Sergio volvió a Río Gallegos. Caminó los lugares que había recorrido con su padre, volvió al sitio donde había estado la tienda, habló con los amigos, los vecinos, tratando de comprender ese mar de dudas que muchas veces lo ahogaba.
Confirmó que trabajaba como un burro, que su placer al final del día era comer, en la fonda del pueblo, una tortilla con seis huevos fritos. Removió cielo y tierra y, gracias a que ya era Langer, consiguió leer el expediente del crimen. Ahí estaban, frente a él, las declaraciones de su madre, los testigos, la policía. Y las fotos de su padre muerto y del hierro con el que lo habría matado Artemio Paredes, el sospechoso todavía prófugo.
Sergio regresó a Buenos Aires y a poco de su arribo lo llamaron por teléfono para decirle que habían encontrado el sospechoso del crimen. Sin embargo el optimismo de que el apresado era culpable se fue desvaneciendo y llegamos al día de hoy con ese crimen impune, uno de los varios que se cuentan en la provincia de Santa Cruz.
Existe un recuerdo afectuoso por parte de quienes conocieron y frecuentaron a Julio. Sarah Stout, hija del ex policía del Territorio de Santa Cruz, don Jaime Stout, menciona que en esas jornadas frías en que a su padre le tocaba patrullar caminando las calles de la ciudad, Langer le ofrecía el calor de la salamandra octogonal que tenía en su comercio y era esa una parada obligada del uniformado.
Después de publicar el artículo del homicidio – entre olvidado y negado por la sociedad de Río Gallegos – establecí un vínculo con la familia Langer y en mi interpretación consideré que la memoria de Julio merecía el reconocimiento con una calle que lo recuerde.
El encargado de llevar adelante la iniciativa fue el concejal Pedro Muñoz que en septiembre del año pasado presentó la iniciativa en el Concejo Deliberante de nuestra ciudad, obteniendo sanción el 6 de mayo de este año.
La promulgación por parte de la intendencia de la ciudad se concretó veinte días después. De este modo se denominará Julio
Langer a la arteria que nace en John William Cooke, entre las manzanas 1462 y 1463 de Río Gallegos.
No sabemos si Julio alcanzó a tomar contacto con Cooke en el año 1957, cuando éste estuvo detenido en la Unidad Penitenciaria Nº 15, luego que el peronismo fuera desalojado del poder por la Revolución Libertadora.
El año pasado en la misma jornada legislativa se había presentado el pedido de asignación de nombre a alguna arteria de la ciudad con el nombre de Vicente Maillo, víctima también de un brutal asesinato.