Historias de Patagonia: Harry Hilden, el gaucho que vino de Finlandia

El joven finlandés miró su tierra natal antes de abordar el barco que lo traería a la Argentina. Lo acompañaba su madre con la esperanza de encontrar al otro lado del mundo ese bienestar del que disfrutaban sus parientes en el continente americano.

*Mario Novack



Harry Johannes Hilden tenía poco más de 18 años y decidió encarar la aventura de vivir en tierras lejanas. Más de un mes a bordo de un buque de carga navegando el Atlántico para llegar a Buenos Aires y de allí rumbo a la Patagonia.



Siete años trabajó el joven nórdico para pagar su pasaje y el de su madre. Su alegría fue encontrar un lugar que le recordara al suelo donde nació. Los fiordos que adornan el Lago Argentino le recordaban aquellos paisajes que había dejado atrás al emprender viaje.





Sin embargo el nombre de Hilden está identificado con la actividad cumplida en los primeros años de este siglo, en un lugar que se volvió emblemático. Se trata del “Puesto Las Vacas” ubicado dentro del Parque Nacional “ Los Glaciares”.



Allí fue establecida una parada pintoresca por parte de una de las empresas de navegación lacustre llamada MarPat, con asiento en El Calafate.. Llegando a ese puesto se narra de historia de Harry y su familia que durante cinco años aproximadamente ocuparon el lugar capturando vacas bagualas de las que abundan en tierras del Parque Nacional.



Las vacas consideradas tiempo más tarde “ganado cimarrón” llegaron en un arreo en el año 1898 cuando el inglés Sixto Wallis decidió traerlas desde La Pampa para poblar sus campos adyacentes al Lago.



Un 11 de mayo de 1937 el gobierno del presidente Agustín Pedro Justo declaró reservas nacionales con destino a parques nacionales a 4 territorios de la Patagonia, entre los cuales estaba la reserva nacional de Los Glaciares en el Territorio Nacional de Santa Cruz.





En septiembre de 1942 mediante el decreto ley n.º 129 433 el área de la reserva de Los Glaciares fue ampliada con el margen costero sobre el canal de los Témpanos y la costa norte del lago Rico.



El decreto ley n.º 9504 de 28 de abril de 1945 de Edelmiro Julián Farrell transformó a las reservas nacionales de Lanín, Los Alerces, Perito Francisco P. Moreno y Los Glaciares en Parques Nacionales.  Por ser una norma de un gobierno de facto el decreto ley fue ratificado por ley n.º 13895, sancionada el 30 de septiembre de 1949.



Por esa razón los ganaderos que ocupaban tierras en esa jurisdicción debieron abandonarlas, marchándose a otros lugares. Sin embargo las vacas quedaron e iniciaron allí un ciclo de reproducción sin ningún tipo de regulación. Pronto el área del Parque Nacional fue dominado por el ganado vacuno, al igual que otras zonas despobladas. Estos animales fueron introducidos por los conquistadores españoles durante su llegada a la Argentina. Se trata del ganado bovino “criollo patagónico” con un altísimo valor desde lo biológico.



En la década del 80 el gobierno nacional adoptó la decisión de exterminar el ganado bagual que poblaba el Parque Nacional. Otras medidas fueron adoptadas por los gobiernos posteriores que buscaron capturar con vida a las “vacas del glaciar”.





El hombre que se encargaría de esta actividad era Harry Hilden a quien acompañaba su esposa e hijo. Hilden se había casado con Erna una mucama chilena a quien conoció cuando ella trabajaba en un hotel de Piedrabuena. Con posterioridad ambos fueron a trabajar en el Hotel Punta del Lago, a mitad de camino entre Calafate y El Chalten. Luego siguieron otros empleos siempre relacionados con el campo que el hombre había aprendido con los años.



Es así que Harry en los duros años del cambio de década armó un acuerdo con un concesionario de Parques, conocido como “el turco” Felix. Había que sacar las vacas, vivas o muertas. Vivas las prefería el finlandés y tenía un modo muy particular de atraerlas. Usaba panes de sal que atraen inmediatamente al ganado.





En un corral ganado al bosque nativo que tiene la península Avellaneda Harry y su hijo José fueron atravesando ese lustro trabajando en la captura de los bovinos. Se volvía dificultosa la actividad cotidiana, ya que Félix, el concesionario se tomaba su tiempo para llegar una vez al mes al puesto en lugar de la semana que estaba pactada entre ambos.



Su ingenio le permitió construir una balsa con tambores de combustible, para el transporte de los animales capturados. “No más de 15 animales” habría dicho Harry. Los concesionarios no le hicieron caso y subieron 30. El desenlace fue por demás previsible. La balsa navegó unos metros y se hundió en las aguas del lago con la carga de vacunos encima.



Entonces fue tomando forma la decisión de contar con un vehículo que independizara la actividad de Harry y su familia. A cambio de una lancha, a José, el hijo menor de Harry, le encomiendan desarmar unos galpones en Río Gallegos. Estos materiales fueron usados para la construcción de las instalaciones de la Sociedad Rural de El Calafate. 



Nadie imaginaría que en ese frío 7 de julio del 2004, en Río Gallegos, José Hilden, su hijo menor, perdería la vida al chocar de frente con un camión zeppelin de gas, mientras viajaba rumbo a Calafate en un camión Ford 350.



Este duro golpe que le asesta la vida a la familia Hilden motiva una decisión que con posterioridad se materializa. Abandonar el puesto “Las Vacas” y volver a Calafate sobreviviendo al dolor que la muerte de José había ocasionado.



Narda Hilden, la única hija mujer, nos cuenta cuando la entrevistamos en su casa que “fue un tiempo sumamente difícil, para todos, pero en especial para mi madre, por el impacto de la tragedia. 



Con posterioridad “ mi padre decide volver a Finlandia y eso fue muy difícil para mi madre que enfermó de angustia, al sentir el desarraigo, una cultura e idioma distintas y la distancia con sus hijos y nietos”.



A los tres meses la vuelta fue irremediablemente la opción elegida y así Harry y su esposa Ema se instalaron nuevamente en El Calafate, con la inquietud permanente del “gaucho” finlandés. 



Los últimos años de Harry trascurrieron entre el paisaje de los campos cercanos a El Calafate y la villa turística. Su esposa Erna fallece en el 2006, un 22 de diciembre, y sus cenizas fueron arrojadas al igual que las de su hijo José a las aguas del arroyo que pasa cercano a la casa de los Hilden.



La humilde casa de madera que ocuparon los Hilden sigue en pie, a metros de la orilla. Contiene apenas un rústico asiento, una mesa con botellas antiguas y huesos pelados a modo de decoración, un catre destartalado, la vieja cocina de leña con una tetera.



Conocí a Harry Hilden en el año 2013, en el verano, cuando se había instalado en el boliche de Río Bote, ese edificio de ladrillos que a la vera de la ruta era una escala obligada de los viajeros que llegaban o volvían de El Calafate.

Alambrador, ovejero, peón, capataz y encargado de los más diversos establecimientos de la cordillera santacruceña, el finlandés Harry Johannes Hilden dejó su huella y fue conocido cuando en las navegaciones del Lago Argentino se muestra el lugar donde durante cinco años se dedicó a la captura de las famosas “vacas del glaciar”.

 


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