Historias de Patagonia: Un periodista de armas llevar

El juez buscó desenfundar su arma pero el movimiento del otro hombre fue más rápido. Una descarga certera terminó con la vida de Conrado Otero, juez de Paz de Puerto San Julián. El periodista Carmelo Candeloro había actuado, según afirmaban los testigos, en defensa propia.

*Mario Novack 



La inquina entre ambos había surgido ni bien producida la llegada de Candeloro a esa pequeña localidad portuaria. El periodista que en realidad se desempeñaba como telegrafista en el Correo, acusaba en sus artículos escritos en el diario salteño “La Voz del Norte” el proceder despótico del juez Otero.



Carmelo Candeloro había llegado allí trasladado desde Mendoza, en donde había protagonizado un episodio violento en la oficina del jefe de la estación ferroviaria, de apellido Dávila. Una discusión que fue pasando de gritos a insultos entre ambos terminando en una balacera, milagrosamente sin víctimas ni heridos.



Pero, el jefe es el jefe y Carmelo Candeloro el irascible italiano terminó “castigado” con su traslado al Territorio Nacional de Santa Cruz. Se decía de él que era de ideología anarquista cosa que no pudo confirmarse, pero estaba muy claro que defendía las causas atacadas por la injusticia.



Esos tiempos en San Julián se iniciaba la organización de los sindicatos liderados por un tal Fernando Solano Palacio, asturiano que luego de incendiarle el campo a la familia Patterson fue detenido y deportado hacia España.



Los frigoríficos estaban en su auge y la poderosa compañía Swift extendía sus actividades a las localidades costeras de Santa Cruz. Río Gallegos, Puerto Santa Cruz, San Julián y Deseado eran los puertos por donde se exportaba la carne ovina fuente de jugosas ganancias para los establecimientos procesadores de la ganadería ovina.



La explotación y falta de condiciones dignas de trabajo eran moneda corriente en esos lugares, la prédica de Carmelo Candeloro tenía fundamento denunciando estos hechos y el proceder “injusto” del juez de paz Otero. 



El diario “La Unión” de Río Gallegos publica el crimen dando un desarrollo destacado a lo sucedido. “Muere asesinado luego de tenderle una fallida emboscada fuera del bar donde un tal Carmelo Candeloro se encontraba departiendo con conocidos”.



Lo que sigue es el procedimiento de rutina, procesamiento y detención. Candeloro pasa dos años como recluso en la Unidad Penitencia Nº 15, aún hoy conocida como la U15.   Años de privaciones para su familia que había quedado en el norte del país por decisión del propio Carmelo. 





“Que tenemos García ?” pregunta inquieto el juez letrado de Santa Cruz, Federico Badell, a quien le han informado acerca de la muerte violenta del juez de Paz de San Julián.



Antonio García el escribiente le informa en detalle sobre la muerte violenta de Conrado Otero y lo que se sabe del victimario. Además del informe obligatorio para las actuaciones haré una copia para mi. Quien sabe como seguirá la vida de este hombre”, dice.



Carmelo Candeloro sufrirá en la Unidad Penitenciaria de Río Gallegos la misma situación de hacinamiento que denunciaron los diarios locales y se salvó milagrosamente de la epidemia de tuberculosis que afectó a la población carcelaria.



Dos años más tarde fue trasladado a la ciudad de Buenos Aires y luego de alcanzar su libertad se afincó junto con su familia en el Territorio Nacional del Chaco. Allí siguió con su pasión de toda la vida: el periodismo.



Pero su capacidad investigativa, la  tozudez por indagar los episodios turbios que protagonizaban los funcionarios de entonces le generaron nuevamente conflictos y amenazas.



Luego de pasar por varios diarios de la ciudad de Resistencia Carmelo Candeloro cumpliría una de sus sueños: ser dueño de un periódico, al que bautizó como Palique. Conversación, charla sobre temas intranscendentes y cotidianos es la definición que figura en la Real Academia Española.





El día 13 de noviembre de 1932 aparecía el primer número del citado periódico. El periódico aparecía todos los sábados a la tarde y su primera tirada tuvo lugar en el año 1932. Junto a otros diarios de la época, el “Palique” “integraba un frente bravío de oposición al gobierno”. Candeloro no se limitaba  solamente a criticar al gobierno de turno, sino que usaba además una prosa descarnada donde ponía bajo la mirada pública todas esas cuestiones de las que no se solían comentar. 



“Que está leyendo García ?”, pregunta el juez Germán Vidal al eterno secretario del juzgado de Río Gallegos. “La semana pasada ordenando archivos apareció el caso del crimen del juez de Paz de San Julián, Conrado Otero y ahora a que no sabe lo que ocurrió señor?” pregunta Antonio García.



“No tengo idea, pero cuénteme, veo que además usted tiene los diarios que llegaron en el último vapor del año, ya que estamos muy cerca de las festividades navideñas y el fin de año”, responde el juez federal.



“Este hombre Carmelo Candeloro era una persona de mucho temple y coraje, había puesto en marcha su periódico y comenzó a denunciar la corruptela de los funcionarios, por eso comenzó a recibir varias amenazas de muerte”.



Dijo por ejemplo que “se instalaría en el Club Social de Resistencia una ruleta, bancada solapadamente por el gobernador Vrillaud y el Jefe de Policía Arturo Perazzo”. En la misma edición, acusaba a un policía de apellido Godoy como encargado de reclutar mujeres para ciertos funcionarios.



“Según cuentan los diarios cuando anochecía en una jornada por demás calurosa un coche estacionado a poca distancia de su casa lo esperaba, en la calzada de la Plaza Belgrano. Había dos hombres en el auto, uno era Rufino Godoy y el otro Tiburcio Casco, ambos policías del Territorio del Chaco”.



“Candeloro, que ya estaba alerta y andaba “calzado” llegaba a la casa acompañado de una de sus hijas. Le llamó la atención la presencia del vehículo y sus hombres. Uno de ellos el oficial Casco, que estaba de civil,  permanecía agachado fingiendo atarse los cordones de sus zapatos”.



Al pasar a su lado Candeloro y su hija, el policía Casco se abalanzó sobre el periodista golpeándolo con un hiero en la cabeza. Carmelo retrocedió aturdido buscando el arma de entre sus ropas. No alcanzó a disparar ya que su hija forcejeaba con el policía. Casi de inmediato el oficial sacó su revólver y disparó hiriéndolo en el vientre mientras que un segundo balazo ingresó en el muslo izquierdo del periodista. 





Carmelo logró extraer su arma y disparó varias veces sobre el policía que al ver su vientre sangrando emprendió la huida. Desde el suelo el periodista continuó gatillando con un balazo que le voló al oficial parte de una oreja y otro se alojo en uno de sus brazos.



Ambos por diversos caminos terminaron internados en el Hospital Regional (Hoy  Hospital General Julio C. Perrando), tan solo a unas pocas piezas de diferencia. Mientras su hija Lurlina era sometida a un interrogatorio informal en la Comisaria Primera y devuelta horas despues a su hogar.



Interrogado  Casco -ya hospitalizado- por el comisario Ernesto Correa Suárez, ajeno a este a la trama negra tejida por el jefe Perrazo y el Meritorio Godoy, este declaro que había sido agredido por Candeloro al ser -según el confundido con otra persona. Debido a la gravedad de las heridas de Candeloro este no pudo ser interrogado.



Se intentó hacer desaparecer el uniforme manchado de sangre e inventar que el hecho ocurrió durante una comisión oficial. No contaban los encubridores con la negativa de la esposa de Casco de participar en el encubrimiento.



Finalmente se intento tomar declaración a la viuda de Candeloro, cuando lo que en realidad se buscaba era obligarla a firmar una declaración previamente elaborada, su negativa a los gritos, desde la puerta de su casa junto a un acta labrada y rubricada por dos testigos sirven como documentos para reconstruir el caso.



Carmelo falleció horas más tarde – en la madrugada del martes 13 - postrado en la cama del sanatorio luego de una complicada cirugía. Su cuerpo fue velado en su casa en la Calle Ayachucho  y enterrado en el nicho 25, cuarta fila del cementerio de Resistencia. La ficha de la morgue declara la causa de su muerte: "herido por bala".



Tiburcio Casco, el policía, falleció unos pocos días después, entre agonía y confesiones a sus amigos: "Aquí me tiene, voy a morir porque así lo dispuso la superioridad".



Finalmente la justicia federal se hizo cargo pero a raíz de las dificultades del caso, de las interferencias políticas no se llego a un fallo único sino a varios por separado -se labraron varios expedientes- y ninguno concluyente.



El juez Germán Vidal y su secretario Antonio García permanecen en silencio luego de la lectura de los antecedentes del caso en San Julián y este dramático final de Carmelo Candeloro, el que no toleraba las injusticias ni los “aprietes”.



Información extraída del sitio “Bajo la Lupa Casos Policiales” recrea la tormentosa y dramática vida del Carmelo Candeloro, telegrafista y periodista a quien se recuerda aún hoy en San Julián.

  

 


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