Amigas contra el cáncer: tienen entre 3 y 6 años, se conocieron en el hospital y se curaron juntas

Se suele decir que las fotos dicen más que mil palabras, pero hasta que no te encontrás con una que lo compruebe y que "hable por sí misma", la oración sigue siendo tan sólo una simple frase armada.

Juana (3), Celina (5), Guillermina (6), Zoe (6) y Felicitas (6) se conocieron en la sala de oncología del hospital Privado y forjaron una hermosa amistad, que fue clave para transitar los dolorosos procesos personales que cada una debía afrontar.



“La foto va más allá de lo que expresa: haber sorteado una tremenda enfermedad”, afirmó a La Voz Andrea Negrette, la mamá de Guillermina. La imagen comunica sobre todo “ese sostén que les dio la amistad”, que se basó fundamentalmente en “estar atentas las unas con las otras”, contó.



“El bienestar que hoy gozan esas criaturas es milagroso”, dijo, y explicó que decidieron, junto con los otros papás, hacer la foto cuando les creciera el pelo, para dar cuenta de que “ya estaban bien”.



Una por una



Juana tiene tan sólo 3 añitos, es oriunda de Malagueño y, al año y medio, los médicos le diagnosticaron leucemia linfática aguda. Se trata de un tipo de cáncer hematológico y de la médula ósea que afecta los glóbulos blancos.



En el caso de Guille, luego de hacerse controles semanales y mensuales, Andrea Negrette, su mamá, contó a La Voz que “ahora esos controles son mucho más distanciados que antes, gracias a que los resultados de las resonancias están saliendo bien”. Sin embargo, para “olvidarse completamente del tema”, aún le quedan por delante cinco años de controles.



En tanto, Juana, Celina, Zoe y Felicitas se encuentran en instancias de controles. Todos los meses van al hospital a hacerse estudios en el laboratorio ya que, según explicó Negrette, una vez que terminan con la “quimioterapia de internación” continúan con otra vía oral.



La primera en terminar este tratamiento fue Zoe. Al resto le quedan unos meses más. Sin embargo, la enfermedad está controlada.



Como hermanas



“Cómo anda la vecindad”. Con esta frase, cada vez que las niñas jugaban en la sala –generalmente durante sus días buenos–, los doctores bromeaban sobre el hermoso vínculo que las había unido. “Cuando una escuchaba que otra estaba jugando en el pasillo, quería ir de inmediato para jugar con ella”, cuenta Negrette.



A pesar de su corta edad, las niñas dieron un fiel ejemplo de lo que es la fraternidad. A pesar del dolor y de los altibajos propios de su situación, decidieron transitar su enfermedad juntas.



“Se ayudaban, caminaban de la mano, compartían los juguetes, el compañerismo entre ellas era increíble. A pesar de ser tan pequeñas, siempre estaban pensando en la otra”, afirmó Negrette.



Incluso, en los momentos más difíciles, las niñas se apoyaron incondicionalmente naturalizando situaciones que, por ahí, a los adultos les cuesta un poquito más.



Guille" fue la primera en quedarse pelada. A pesar de la incertidumbre de cómo lo tomaría su hija o las demás, Andrea se sorprendió de su reacción: “No lo vivió como una tragedia. Incluso, me hizo creer que era momentáneo y que esto iba a pasar”, explicó.



A Zoe, "Celi", "Juani" y "Feli" recién después de un tiempo se les cayó el cabello, a raíz de la quimioterapia, y la alegría del encuentro fue superadora a todo lo que se podía esperar.



“¡Mirá, 'Guille', estamos iguales!”, el grito llenó la sala de ternura. A ellas no les importaba la mirada prejuiciosa, que nunca falta. Sólo querían ser como su amiga para poder seguir acompañándose de igual a igual, de corazón a corazón.



“Estas niñas nos enseñaron mucho. El niño sigue adelante siempre”, afirmó Andrea. Y agregó: “Era yo la que muchas veces me apoyaba en la cama de 'Guille' y me decía que todo iba a estar bien. Moría de dolor e igual sonreía. Siempre tenía sonrisas para su mamá”.



Respecto a cómo están hoy, Andrea contó que “disfrutan desde lo más simple, porque ellas viven la vida de otra manera”. Y precisó: “No necesitan grandes cosas para ser felices. Los adultos somos los que nos quedamos anclados en el dolor”.



Las niñas no fueron las únicas que forjaron una hermosa amistad en las salas del hospital. Entre mate y charla, las noches en los pasillos del nosocomio dieron forma a un fuerte vínculo de acompañamiento entre los padres de las pequeñas.



“Siempre estaban atentos a la necesidad del otro”, contó Andrea y detalló que la clave del acompañamiento “está en las pequeñas cosas, y en el sentirte que solo ellos te entienden porque están pasando por lo mismo”.



Corazón de madre



“Hay cosas que no recuerdo de ese momento tan doloroso. Les expliqué a los médicos que no podía ser otra vez”, dijo Andrea recordando el día en el que diagnosticaron a su hija.



Siendo mamá de dos nenas perdió a su esposo hace tres años a causa de la misma enfermedad que le diagnosticaron a su pequeña de seis: un tumor cerebral.



“Cuando entré a la sala, estaba llena de médicos... Entonces, pensé lo peor”, recuerda. “Hay que operarla de urgencia”, le dijeron en aquella ocasión, pero cuando le nombraron al neurocirujano que se encargaría de la cirugía, se percató de que era el mismo que operó a su marido años atrás.



Durante su internación, Guille padeció muchas complicaciones, como la trombosis y la hidrocefalia. Y aunque los médicos le aseguraron que habían podido extraer el tumor en su totalidad, no fue así.



“No puede ser, hay una equivocación”, decía Andrea. La espera fue larga pero, finalmente, tras la siguiente operación, lograron sacarlo todo. “Fueron tantas las cosas que tuvo que pasar, y siempre ella con esa sonrisa. Ella era la que me daba fuerzas a mí”, asegura.



Pero la cirugía implicaba sólo el 50 por ciento para tratar de salvar a la pequeña, faltaba el tratamiento de quimioterapia.



En esa instancia, se decide el traslado al hospital Privado, allí nació la amistad con las demás niñas, que hacía rato que estaban internadas allí. Una vez en el nosocomio, la historia comienza a cambiar y la vida se hace más llevadera cuando hay un hombro amigo en el cual descansar.



Con relación a todo lo que tuvo que pasar junto a "Guille", sostuvo convencida: “Para mí, todo esto fue sentir el dolor en su máxima expresión. Pero ya no te puede quebrar más nada porque, si superaste esto, sabés que vas a enfrentar cualquier cosa”.



“Hoy 'Guille' hace actividades como cualquier otro niño común”, contó Andrea. Y agregó: “Ahí es donde uno cree que esto es milagroso; ella tenía un cáncer grado cuatro, lo más avanzado en la evolución de un tumor y, sin embargo, quedó sin ninguna secuela”.



Eterno agradecimiento



“En Córdoba tenemos excelentes médicos, y me saco el sombrero con todos los que me crucé en este proceso”, sostuvo Andrea.



Desde un saludo, una charla de pasillo, un café caliente, los profesionales de la salud estuvieron siempre acompañando a esta mamá en uno de los momentos más difíciles de su vida.



“Algunas de las doctoras que pasaban a charlar conmigo hoy las tengo de amigas y hasta fueron al cumple de 'Guille'”, reveló.



En todo este tiempo, en el corazón de Andrea se grabaron a fuego varios nombres a raíz de sus pequeños gestos de amor del cada día que hacían que ella se sintiera sostenida, como tantos papás que también tuvieron la dicha de conocer a esos profesionales. “Te hacen sentir que no es un caso más y que ellos también las quieren salvar, explicó.



“El doctor Espósito amó verdaderamente a mi hija y hoy disfruta de los avances en su salud tanto como yo”, aseguró . También nombró a la doctora Berreta: “Ella entregó su vida a esto, y el vínculo que creó con mi hija es excelente. Incluso, también se preocupaba por mi otra hija”.



Finalmente, concluyó: “El amor recibido de todas las personas que integran esos espacios, la ayuda de Dios; todo esto hizo que todo saliera bien”. “Ni leonas, ni superheroínas”: por qué el cáncer no es una guerra. lavoz.com.ar



 


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