Historias de Patagonia: Comisario en Chubut, cabo en Santa Cruz
“Este tipo nos tomó el pelo” decía el escribiente Julio Rodriguez a su compañero Pedro Gómez mientras transitaban el tortuoso camino, una huella en realidad que conectaba el Puesto policial de Piedra Clavada con Río Gallegos.
*Mario Novack
“Tenés razón, dijo Gómez al observar la cédula de notificación, “el milico se llama Bernardo y no Bernardino, como firmó acá”. El misterio y la desconfianza tenían sus razones, el notificado era ni más ni menos que Bernardo Arias comisario procesado y juzgado por abuso sexual en la localidad de El Bolsón.
Un julio caliente aquel del año mil novecientos once en la cordillerana chubutana y el hombre de la cuestionada Policía Fronteriza terminó denunciado por la viuda Margarita viuda de Rosas y otras jóvenes mujeres.
Ese fue el detonante para terminar con su grado de comisario, pero Arias seguiría en el servicio policial. Como los tristemente célebres comisarios Valenciano y Sotuyo años más tarde, la Policía del Territorio Nacional de Santa Cruz le abría sus puertas o sus filas. Y aquí vino soportando la pérdida de rango, de comisario a cabo.
El escribiente Rodríguez seguía relatando los pormenores del proceso al policía Arias sin convencerse de la falta de mérito que le había sido dictada por la justicia federal. Era, al igual que en otros casos, una de tantos fallos por atrocidades cometidas por los integrantes de la denominada “Fronteriza”.
Las apariciones de cuerpos policiales denominados “policías fronterizas” en la Patagonia en 1911,1918 y1930. Las “fronterizas”, como son llamadas habitualmente, fueron cuerpos de seguridad especiales que se destacaron por la violencia de sus acciones en los patrullajes dentro de los territorios y sobre la zona de frontera, así como por sus breves periodos de existencia.
Nos proponemos conocer las características de cada cuerpo en su contexto de aparición, así como sus potencialidades para hacer y marcar el territorio.
Cada experiencia produjo una cartografía particular que da cuenta de las proyecciones estatales y de sus políticas de seguridad hacia la Patagonia en la primera mitad del siglo XX.
A su vez,las fronterizas trazaron umbrales de pertenencia y exclusión dentro de geografías condicionadas de movilidad con importantes y perdurables efectos sociales.
Así define el accionar de estos cuerpos la docente e investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro, Pilar Perez, puntualizando los antecedentes históricos y los efectos que tuvieron en los Territorios Nacionales los cuadros de la Fronteriza en situaciones rayanas en lo parapolicial.
Así quedaba demostrado en la cantidad de informes que llegaban al Ministerio del Interior de la Nación por parte de los jefes de los escuadrones fronterizos, con el fin de justificar el accionar violento de sus efectivos, en contra de los pobladores del Valle del Río Chubut.
La crónica dirá que el comisario Arias fue recluído con prisión por espacio de casi un semestre, a causa de su conducta y se transformó en el segundo efectivo cesanteado en las filas de la “Fronteriza”.
El primero, con semejanzas, fue el caso del subteniente José Canavez, que fue “Pillado” ebrio en un “semiprostíbulo” de Trelew en la previa de su partida a la cordillera, traslado que finalmente no sucedió. Canavez fue sumariado y despedido de las filas policiales.
El jefe malo
La medida contra Arias, en cambio, no devenía de la rigidez moral del jefe Mateo Gebhard que no era un predicador y portaba frescas secuelas prostibularias que no supo evitar en el Chubut (según las memorias de Román Lucio Ramos Otero). Gebhard y Arias discreparon. Pero Arias, claro, lo pagó caro. Por lo menos hasta el 14 de junio del año siguiente (1912) cuando fue sobreseído y excarcelado.
Pero un mes antes, Gebhard viajó a Buenos Aires y entre otros asuntos gestionó y logró el reemplazo de Arias. La exoneración no quedó registrada -como se ve más adelante- quizás porque haber sido incorporado primero a la policía del territorio. Sin embargo, al año siguiente Arias aludiría a un decreto que lo defenestró.
Si la resolución existió, la sepultó el caos administrativo de superposición de jurisdicciones administrativas y descontro estatal. Además, era común que un policía echado por causa grave en un territorio, se alistara en los planteles de comisarías del territorio vecino. Fue el caso de Gebhard, y sería el de Arias. Reaparecerá años después en Santa Cruz.
Como sucedió con el policía Félix Valenciano, aludido en el tomo III de La Patagonia Rebelde de Osvaldo Bayer por sus crímenes en Santa Cruz (1922) mientras fue tenedor de la temida "libreta negra" del comandante Varela, después de liquidada la segunda huelga.
Y aunque Bayer sólo dice que Valenciano estuvo un año preso por una causa criminal en Chubut, se trata del Valenciano encarcelado por muerte a balazos desde su escondite en un cañadón cerca de Gan-Gan, sin dar voz de alto y pudiendo haber aprendido a la víctima poco antes en un boliche. Allí supo de su camino, se adelantó y abatió Elena Greenhill, la bandolera inglesa.
Bernardo Arias, excarcelado en 1912, aguardó pacientemente. No reclamó. Tampoco podía ventilar su pasado de Don Juan compulsivo y autoritario. Esperó que lo brutal de las policías fronterizas de Chubut y de Río Negro treparan escandalosamente a las páginas de los diarios nacionales. Que los abusos contra extranjeros, fueran chilenos, alemanes, turcos o italianos, gestaran reclamos diplomáticos de embajadas en Buenos Aires al ministro de Relaciones Exteriores Dr. Ernesto Bosch, en defensa de súbditos maltratados por las fronterizas de Gebhard y de Adrián del Busto, a lo que se sumaban las gestiones entre las cancillerías de Chile y Argentina.
Las fronterizas llegaron al resbaladizo terreno del desprestigio, pero Arias esperó también el cónclave de gobernadores de territorios con el ministro del Interior Indalecio Gómez -desde el 12 de marzo de 1913-, porque entonces se debatiría el escándalo e ineficacia de los escuadrones australes.
Semanas después de comenzada aquella convención, el ex policía Bernardo Arias pudo montarse sobre el diluvio de críticas descargadas en letras de imprenta que inundó a los diarios porteños. Entonces sí pidió al juez letrado de Rawson, Dr. Luis Navarro Carreaga, un testimonio del sobreseimiento que su antecesor le dictó en la causa y motivó su baja. El juez se lo expidió el 29 de abril y ya al día siguiente Arias lo adjuntó a la nota con estampillado fiscal de un peso que en cuatro carillas presentó al gobernador del Chubut con pedido de elevación al ministro del Interior. Solicitaba la reconsideración de su baja.
Arias aprovechó el desprestigio en el que había caído el entonces Jefe de la Fronteriza Mateo Gebhard. Dice en una nota que “ha pertenecido a la Policía Central (del territorio) "desde enero de 1911, bajo la Jefatura de Don Justo Alsúa. Que posteriormente fue agregado a la Policía Fronteriza, bajo las órdenes del mayor Mateo Gebhard".
Y maquilla su persona: "Mis procederes señor Gobernador, se encararon siempre dentro de lo justo y de lo humano; y, doloroso me es decirlo, no fueron del agrado del Jefe Gebhard, quien (y subraya) de palabra y nunca por escrito para salvar la responsabilidad de sus subalternos ordenaba que en la cordillera la Policía Fronteriza debía, en todos los casos, proceder con violencia contra todos, sin respetar sexo, edad, antecedentes, ni nada". Y evocaba agresivo: "...una vez le pedí, con el respeto que a un Jefe se adeuda, me ordenara por escrito el procedimiento a seguir, pues a mí entender operaba la Policía en territorio chileno". Fue mucho calibre para Gebhard. "Ante mi insinuación se exasperó insultándome con palabras que la decencia y el respeto a V.S. me impiden reproducir y en presencia de los agentes que formaban parte de la comisión, me dijo que ya pronto se libraría de mí como subcomisario y que para operar eficazmente con su Policía era necesario que ningún argentino ocupara puesto de alguna significación en esa Policía y que sólo con extranjeros sería posible llevar adelante la campaña".
Esa declamación chauvinista por el jefe pro gringo tapizaba algo de su pasado acosador: "En poco días más -agregaba Arias- encontró extranjeros que se prestaran para que desempeñaran el papel que Gebhard les había impuesto y no encontrando por dónde atacarme me fraguaron un sumario por abuso de autoridad y tentativa de violación". Invalidaba así -entre otros- los testimonios de los pioneros Hube y Tipp. Y se mostraba víctima. "Los vejámenes, los abusos, los insultos y las brutalidades que por causa del Jefe Gebhard he sufrido durante cinco meses, no merecen calificativos".
Arias el gran argentino
Ya "abrumado y abochornado" por las imputaciones y "las amenazas que se me hicieron por los empleados de Gebhard", éste sorprende "la buena fe del señor Ministerio del Interior, solicita y obtiene mi exoneración...". Pero en calidad de sobreseído pide reconsideración del decreto "fruto de la maldad y malquerencia de ese jefe Gebhard contra un argentino modesto...". Que además, "jamás recurrió a venganzas desleales para perjudicar a tercero".
¿Qué podría pasar con un recurso así? ¿Navegar en el mar de la burocracia sin timón? Comenzó el 30 de abril de 1913 y concluyó el 4 de diciembre de 1916. En el Ministerio del Interior formó el expte. 5329 y se le agregó el 4403 del año anterior. Arias salió de Chubut y recaló en Río Gallegos donde volvió a ofrecerse como policía. Recién el 7 de octubre de 1916 se pronunció el Dr. Isidoro Ruiz Moreno sobre la reconsideración: "Este es un caso raro, señor Ministro", resumió.
Repasó todos los antecedentes y anticipó que el "subcomisario no fue nunca exonerado". Se le nombró reemplazante, es cierto, pero nunca existió decreto de exoneración. El director de Territorios Nacionales revisó archivos, el Boletín Oficial y el registro de empleados. Negativo.
Conclusión: no se podía reconsiderar una exoneración inexistente. Sólo faltaba notificar al interesado que entonces era ¡cabo del territorio de Santa Cruz!. La notificación llegó a Río Gallegos el 6 de noviembre de 1916 y se mandó al comisario de Piedra Clavada, Julio E. Muriega, quien convocó al cabo Arias "a cargo del destacamento de Lago Viedma", para notificarse de la resolución, cuando ya llegaba al paraje un viejo Ford correo. Arias arribó a Piedra Clavada el 4 de diciembre, pero firmó con el nombre cambiado (Bernardino), como apareció y quedó en los registros de Santa Cruz.