Historias de Patagonia: LAPA. Una tragedia mayor de edad

Una huella de fuego y muerte. El gesto de la muerte para los 65 pasajeros del vuelo de Líneas Aéreas Privadas Argentinas rumbo a Córdoba y tres personas más que cruzaron por la avenida.

* Mario Novack 



Un joven jardinero persa dice a su príncipe:



-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.



El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:



-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?



-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.”



EL GESTO DE LA MUERTE, un cuento de Jean Cocteau



Y allí estuvo como lo inevitable esa noche del  31 de agosto de 1999,  cuando un avión de la empresa LAPA en su alocada carrera rompía las barreras del Aeroparque, cruzaba la Avenida Costanera, embestía autos y se incendiaba.



Una huella de fuego y muerte. El gesto de la muerte para los 65 pasajeros del vuelo de Líneas Aéreas Privadas Argentinas rumbo a Córdoba y tres personas más que cruzaron por la avenida.



Fue la mayor tragedia aérea de la aviación comercial registrada en el Aeroparque Metropolitano. La fría crónica se detendrá en la impersonal del número de vÍctimas fatales, las causas probables y alguna que otra acotación.



Sin embargo, como siempre ocurre hay historias detrás de la historia y fundamentos que sostienen y señalan que esta tragedia pudo haberse evitado. Ese último día del mes de agosto, a las 20.54 el vuelo 3154 intenta, sin lograrlo, el despegue desde la pista del Aeroparque Jorge Newbery.



La aeronave se fue de pista, arrasó el terraplén del Aeroparque Jorge Newbery de la Ciudad de Buenos Aires, siguió avanzando mientras se incendiaba, cruzó la Avenida Costanera, arrastró los vehículos que circulaban por allí y terminó en un campo de golf lindante.



Ese siniestro ocurrió apenas dos años después de que un DC 9 de Austral se pulverizara en terrenos de la ciudad uruguaya de Fray Bentos, en lo que fue la peor tragedia de la aviación nacional -aunque fuera del país- y murieron sus 74 ocupantes.



La crónica del accidente de LAPA puede comenzar a narrarse desde la tarde del 31 de agosto de 1999, cuando el comandante Gustavo Weigel, de 45 años, arribó al aeroparque una hora antes del vuelo 3142 que debía trasladar 95 pasajeros y 5 tripulantes al Aeropuerto Ingeniero Taravella de Córdoba.





Junto a su copiloto Luis Etcheverry, de 31 años, hicieron un repaso de las condiciones meteorológicas, decidieron los aeropuertos alternativos y la cantidad de combustible necesario.



Según reveló luego la caja negra, el comandante, el copiloto y la comisario Verónica Tanto, comenzaron a conversar sobre infidelidades y amores fugaces mientras las dos auxiliares de a bordo acomodaban a los pasajeros.



La comisario se retiró y ambos pilotos comenzaron la lectura de la lista de control de procedimientos mientras seguían conversando de otros temas.



El imprescindible y obligatorio chequeo de rutina de los sistemas del avión, intercalado con charlas personales, los hizo omitir cinco controles: entre ellos un sistema integral de alarmas, las puertas de la cabina y los flaps (alerones ubicados en las alas, que dan sustentabilidad al despegue).



A las 20:53 comenzaron a ejecutar las maniobras de despegue en la cabecera norte de la pista 13 cuando una alarma se encendió en la cabina: los flaps no se habían activado y ese beep seco y repetido se los alertaba.



El comandante y el copiloto se preguntaron por el ruido pero no le dieron crédito -ya que había sonado erróneamente en muchas otras oportunidades-, mientras el avión comenzó una vertiginosa carrera de 35 segundos sonorizada por el loop de alarma.



Con los flaps retraídos, la aeronave superó la "velocidad de decisión" -durante la que es posible abortar el despegue- e intentó el salto imposible: apenas pudo levantar unos metros, volvió a caer, siguió su marcha, chocó con obstáculos, salió del aeroparque, aplastó a un vehículo que circulaba por la avenida Costanera y finalmente embistió contra un terraplén de la cancha de golf de Punta Carrasco.



Con sus alas partidas y derramando combustible, el Boeing 737 comenzó a incendiarse en su costado izquierdo, mientras que los pasajeros no podían abrir las puertas y empezaron a descender por una zona quebrada del fuselaje y por la puerta trasera izquierda que una auxiliar de a bordo logró abrir. Sólo pasaron segundos hasta que el avión estalló.



A diferencia de otras catástrofes nacionales como el estallido del autobomba en la sede de la AMIA en 1994, el operativo de rescate de los sobrevivientes fue correcto y eficiente.





A los cinco minutos del accidente llegó la primera ambulancia del SAME, los hospitales Fernández, Rivadavia, Argerich, Pirovano y el de Quemados estuvieron preparados para atender a las víctimas, los bomberos de la Policía Federal trabajaron con 16 autobombas, también participó la Prefectura y hubo un total de 16 ambulancias dispuestas en el predio.



A las 22:00 se juntaron en Punta Carrasco el presidente Carlos Menem, el ministro del Interior, Carlos Corach; el jefe del Gobierno porteño, Fernando de la Rúa; y el jefe de la Policía Federal, comisario Pablo Baltazar García.



Recién a la medianoche, la compañía aérea emitió un comunicado donde solo informó la hora del accidente y 20 horas después del accidente el presidente y dueño de LAPA, Gustavo Andrés Deutsch, dio una conferencia de prensa en la que defendió a cada una de las partes involucradas: "El piloto era uno de los mejores de la compañía" y el avión "tiene la seguridad necesaria; (pero) los accidentes pasan", dijo el empresario.



El lugar del accidente emulaba la peor escena cinematográfica: un caos de partes dispersas de la aeronave, de hierros retorcidos, sirenas constantes, canales de televisión buscando la primicia y cientos de personas que se acercaban a pedir información de las víctimas. Hasta aquí la crónica de recordatorio que publicaba el diario La Mañana de Neuquén, un 29 de agosto de 2009, al cumplirse una década de la tragedia.



Sin embargo, más allá de la nómina de víctimas fatales, fallecieron 63 de las 100 personas que iban a bordo -entre ellos, el comandante Gustavo Weigel; el copiloto, Luis Etcheverry; la primera oficial, Verónica Tantos-,mientras que las dos azafatas (Cristina Iglesias y María René Antolín) lograron sobrevivir y se registraron más de 40 heridos de distinta gravedad.



Las investigaciones efectuadas concluyen que si bien existió una severa culpa del piloto, no se puede adjudicar exclusivamente el accidente a un error humano, ya que la política de mantenimiento de aviones, el abaratamiento de costos, la falta de controles internos y la indisciplina estructural de LAPA -por ejemplo, el comandante tenía su licencia vencida-, como también la falta de controles de la Fuerza Aérea Argentina fueron partícipes necesarios para los pilotos actúen de ese modo.



Los puntos oscuros de la causa



A lo largo de los 15 años que duró, la causa que investigó la tragedia estuvo rodeada de hechos oscuros:



- Once familias recibieron cuerpos equivocados por un error en la identificación y debieron exhumarlos para intercambiarlos. Esa situación dio lugar a otra causa en la que se demandó al Cuerpo Médico Forense que actuó en las tareas de reconocimiento. –



 El cineasta y entonces piloto de LAPA, Enrique Piñeyro, envió dos cartas dirigidas a los directivos de la aerolínea relatando las irregularidades de las aeronaves. Renunció dos meses antes de la tragedia y en su carta de renuncia responsabilizó a Andrés Deutsch y Ronaldo Boyd, entonces presidente y vice de LAPA, por cualquier accidente o siniestro que pudiera ocurrir.



- Veinte días después de la elevación a juicio, en julio de 2005, el imputado de más alto rango de la Fuerza Aérea, Enrique Dutra, fue encontrado muerto en el interior de su auto. El vehículo estaba estacionado en el garaje de su casa y a su lado hallaron dos tiras de pastillas antidepresivas. La investigación determinó que se trató de un suicidio.





- La billetera del piloto fallecido Gustavo Weigel apareció en la base aérea de El Palomar el 31 de octubre de 1999, exactamente dos meses después de la tragedia. La Justicia no logró determinar cómo llegó al lugar ubicado a 30 kilómetros de Aeroparque.



- El 14 de septiembre de 2014 el ex presidente de LAPA Andrés Deutsch y su esposa murieron cuando la avioneta que él mismo piloteaba se estrelló contra la casa de la familia Blaisten, dueña de la cadena de materiales para el hogar, en Nordelta. Ocurrió a las 15 horas, 15 días después de que se cumpliera el aniversario número 15 de la tragedia. La casa estaba vacía. Fuente: Diario Perfil.



La causa prescribió y de manera escandalosa, como suele ocurrir en nuestro país la justicia no condenó a los responsables directos e indirectos de esta tragedia. El 2 de febrero de 2010, el Tribunal Oral Federal 4 condenó a Valerio Francisco Diehl, ex gerente de operaciones y a Gabriel Borsani, jefe de la línea 737, a tres años de prisión en suspenso por “estrago culposo agravado”. Además absolvió a los directivos de la compañía. Luego, la Camara Federal de Casación Penal resolvió la prescripción de la misma, lo que terminó con la acción penal.



Un 28 de agosto de 2014, La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la prescripción de la causa LAPA. El máximo Tribunal rechazó un recurso presentado por los familiares de las víctimas y de esta manera dio por concluidas las posibilidades de apelar.



Mientras escribo estas líneas recuerdo que esa misma noche, en tiempo record, un conocido de baja estatura que se ubicaba en la mesa contigua del Tenedor Libre “El Dragón Rojo”, popularmente conocido como el restaurant de “los chinos” anunciaba en tiempo record el acontecimiento. Sí, porque eran las nueve de la noche recién y él ya tenía la información.



 “Es que es de los servicios”, deslizaba mi amigo el “Negro” Ramón en voz baja cuando nos dábamos el gusto austero de los fines de mes en que concurríamos a cenar a ese lugar, en el difícil tramo del fin del siglo”. Algo habría, sin dudas.



Mañana seguiremos con tres historias ligadas a la tragedia aérea. Un automovilista arollado por el avión, dos que se salvaron de milagro y un tercer caso de un relato literario. Como siempre en “Historias de Patagonia”.


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