Historias de Patagonia: El crimen de Estancia Las Buitreras

 “Como que me dan 20 años de prisión doctor…?..yo pensé que sería una condena más baja.” El “chueco” Marcos Novas habla angustiado con su abogado al conocer la sentencia condenatoria por crimen y robo en la estancia “Buitreras”.

*Mario Novack



El abogado lo mira resignado y agrega..”bueno amigo vamos a apelar, no está todo dicho”. A pocos metros el sargento Solórzano escucha con un dejo de indignación y piensa para sus adentros “el tipo es un criminal que mató alevosamente a un paisano para robarle sus ropas y caballada.”.



Como adivinando, el juez Germán Vidal apoya su mano en el hombro del policía y le dice..”llévelo nomás a la Unidad Penitenciaria, este tiene para rato. Por más apelación que haya no zafa, ya se lo dije al defensor, usted trabajó para esclarecer el homicidio”, dice  despidiendo a los presentes, al momento de culminar la lectura del fallo.



El sargento vuelve a repasar como fueron los hechos que terminaron con “El Chueco” Novas tras las rejas. Inmerso en sus pensamientos no escucha que se acerca el oficial Méndez, a cargo del destacamento policial de Pali Aike, que fue la punta del ovillo para esclarecer el homicidio.



“Méndez, usted se acuerda de Arturo Begg Mundi un paisano que tenía varios caballos y yeguas. Hombre de monta y muy recto”. “Sí Solórzano, este tipo que condenaron - el “chueco”- es un malandra que vivía de la caza de guanacos en verano y zorros en invierno y nunca le conocimos que tuviera un trabajo fijo.





“Andaba siempre con el “loco” Pereyra, los dos se dedicaban a eso. Por eso andaba calzado con un Colt 44. “Caballos no tenía..?, interrumpe el sargento. “ Tenía uno de montar, no tantos como el finado Begg Mundi.”



“Esta gente deambulaba en los campos, entre la estancia “Paso del Medio”, “Las Buitreras” y “La Colorada”. Por eso se estima que el último día que vieron con vida a Begg Mundi fue el 7 u 8 de marzo de 1929, así declaran los testigos que tenemos, que son muchos”.



Las autoridades judiciales se han retirado y ellos deben conducir al reo a la Unidad 15. “Después le sigo contando Solórzano. Lo dejamos en la “pajarera” y nos volvemos a la jefatura, dice el oficial Méndez.



El camión que transporta a los reos a la cárcel es un vehículo que dejaron las tropas del Regimiento 10 de Caballería ocho años atrás, cuando la represión de las huelgas rurales terminara en una masacre de peones. Allí van policías y presos, al vaivén del empedrado natural del ripio en las calles de Río Gallegos.



La Cárcel de Río Gallegos, no es más que un barracón por donde cuelan los vientos patagónicos, seguridad no hay, pero es mayor el castigo de estar en ese lugar que en otra unidad carcelaria”.



“Sargento, tenemos que pasar por la carnicería de Beltrán, a buscar el encargue que el comisario hizo para el asado de mañana, supongo que estará enterado que van a invitar a la prensa”, dice Méndez con desgano.



 “Así es, va a estar Don Juan Lenzi, un excelente periodista…ha venido siguiendo el caso y se habla que está próximo a comprar el Diario “La Unión”, responde el sargento a quien le gusta participar de esos acontecimientos.





Ya de regreso en la Jefatura, Méndez, recostado en un butacón de la oficina del comisario le dice al sargento Solórzano…” la verdad se empezó a sospechar que había algo raro, don Arturo Begg Mundi no aparecía y de pronto llega el “Chueco” Novas con varios caballos para vender que era del desaparecido”.



“Eso quien lo atestigua?.. pregunta  el sargento?...”Resulta que don Alfredo Neil reconoció la ropa hallada cuando lo detuvimos a Novas y dijo que era ropa que le había visto puesta al muerto, además de un capote y unos mandiles del recado de Begg Mundi.



Y don Alfredo aseguró que el “breech” color kaki hallado con el cadáver, es el mismo que le vendiera a Arturo Begg en el mes de enero de 1929 cuando trabajaba como peón en la estancia Sofía y  que Begg, en esa oportunidad, le entregó el certificado de un caballo zaino.



“Y como encontraron el cuerpo..? se pregunta en medio del relato el oficial Méndez, “Eso es lo que resulta de interés..” No se hallaron entre las ropas objeto alguno ni documentos de identidad. En las proximidades se encontró: en una mata de calafate, a 30 metros, oculta entre las ramas, una bolsa de arpillera con manchas de sangre, a la misma distancia y en sentido contrario, una vaina de cuchillo, casi nueva de seis centrimetros de ancho por 20 de largo, a 80 metros en dirección a un molino en una depresión del terreno, un mandil de fieltro, color rojo partido en dos.”



“Además, se reconocieron una capa de cordero en regular estado y el peine con iniciales, como también las botas, el saco y chaleco azul y la “chompa”, todo del muerto Begg Mundi”.



“Me está recitando el expediente, interrumpe sonriente el oficial a su sargento. “En un primer momento no fue posible reconocer el cadáver del pobre Begg Mundi. El rostro estaba totalmente deformado por una chapa que le habían colocado encima y el avanzado estado de descomposición”, y entonces? vuelve a preguntar el oficial..



“Entonces los testigos confirman que las pilchas todas y los aperos eran del finado Begg, cuyo cadáver habían arrojado a un pozo cercano a un molino en un puesto de la Estancia “Buitreras”.



“Bueno, eso es por el crimen..pero también hubo robo de la caballada. ..”El chueco Novas” mostraba unos papeles y decía que era apoderado del muerto y así le fue vendiendo los caballos.”



A esta altura el oficial Méndez estaba totalmente entusiasmado por el relato de su subalterno. “El chueco le vendió a Neil una yegua cebruna, marca de Juan Doolan, en la suma de 60 pesos. Además de otros animales que fue negociando en Río Gallegos, cuando se alojaba en la Fonda “El Tropezón””.



“Bueno, con todo esto el “Chueco” está frito, pero dicen que van a apelar para llegar a las últimas instancias. Para eso, hacen falta tiempo y plata que seguro Marcos Novas no tiene”, sentencia el oficial Méndez.



Han transcurrido casi siete años y las instalaciones de la cárcel de Río Gallegos han cambiado notablemente. No existen ya los barracones y han sido reemplazados por sólidas construcciones de material. Allí está alojado purgando condena “El Chueco” Marcos Novas.



Es 29 de agosto de 1936, día frío en Río Gallegos. El detenido aguarda ansiosamente la llegada de su defensor mientras conversa con otros reclusos. “estoy esperando que me diga que pasó con la apelación que presentamos,” dice el reo.



“Todavía tengo la esperanza que se modifique el fallo y pueda salir antes se ilusiona “El Chueco”. El rostro tenso de su defensor lo volverá a la realidad. “Que pasó doctor ?, inquiere Novas..



“Malas noticias, la Cámara de La Plata, ayer confirmó el fallo y dice que el móvil del homicidio fue para encubrir el robo de los caballos, el dinero y la ropa de Arturo Begg Mundi”. Acá tengo el radiograma, lo firman los doctores Luis Zervino, Ubaldo Benci y Adolfo Lascano. No hay más que hacer amigo Novas.



“Eso que quiere decir, pregunta Novas. “Se ha confirmado la sentencia. Son 20 años de prisión. A este paso le quedarán un poco menos de 14 años para estar preso. Lo siento, culmina diciendo el abogado.



Afuera esperando pacientemente se encuentra Juan Hilarión Lenzi, ahora dueño del diario “La Unión” que ha seguido y el caso y espera hacerse del documento definitivo de la justicia.



Esta es la crónica del asesinato de “Las Buitreras”, cometido el día 8 de marzo de 1929 por parte de Marcos “el chueco” Novas, en perjuicio de Arturo Begg Mundi. Un crimen que también sacudió a la pequeña capital santacruceña, cuando aún no se habían acallado los ecos de “La Patagonia Trágica”.



 



 



 


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