Historias de Patagonia: Cuando los chilenos quisieron ocupar Río Gallegos
“Los chilenos ocuparon Río Gallegos señor presidente”. Nervioso, agitado el canciller Carlos Tejedor informa a Domingo Faustino Sarmiento sobre un acontecimiento producido casi a finales del mes de febrero de 1873, en la actual provincia de Santa Cruz.
*Mario Novack
El controvertido mandatario argentino se queda en silencio mientras imagina que ocurrirá en el país vecino que tantas veces le sirvió de refugio en el pasado, en medio de las luchas intestinas que poblaron la historia del siglo diecinueve.
“Siéntese Carlos y dígame como ocurrió eso”, dice con tono de preocupación. El canciller Tejedor, es un reconocido abogado, jurisconsulto y experto en temas de límites, tema sobre el cual comienza a explayarse a pedido del presidente Sarmiento.
“En forma secreta llegó una expedición de colonos y soldados al Río Gallegos y se ubicaron en un lugar que los nativos llaman Keelek Aiken ( Killik Aike ) en la margen sur del río”. Eso, añade, amerita que reclamemos enérgicamente, puesto que aún no se ha definido la totalidad de los límites, pero está claro que no cederemos tierras que tengan costas en el Atlántico. Esta ocupación, lo único que hace es complicar la situación limítrofe, dice el canciller Tejedor.
Sarmiento tarda un instante en responder y cuando lo hace dice enérgicamente “ muy bien, entonces instrúyalo a nuestro embajador en Chile. Don Félix Frías sabrá cómo proceder, pero hágalo rápido sin pérdida de tiempo.”
En tanto en la zona de Killik Aike, los colonos chilenos que han llegado hace dos semanas trabajan febrilmente en la construcción del Fuerte, que no es otra cosa que un rancho de adobes, que servirá de refugio para el retén de soldados que custodiará el asentamiento.
Los recién llegados arman un corral con matas y piedras para encerrar a la caballada que han traído consigo, cuando zarparon en la balandra “Anita” cedida por el empresario de origen portugués José Nogueira a las autoridades de la entonces colonia de Punta Arenas.
El entonces gobernador deseaba fervientemente avanzar sobre la región de Santa Cruz, comenzando por Río Gallegos. Esa dotación de aproximadamente 30 hombres serviría de punta de lanza para la intención de llegar con posterioridad a Puerto Santa Cruz, donde ya existían asentamientos comerciales autorizados por el gobierno argentino.
La avanzada chilena era multinacional, dado que quien la comandaba era un ex comunero y revolucionario francés, llamado Celestino Bousquet, que con anterioridad había cumplido un rol importantísimo ante el ataque de un destructor peruano, ante la inminencia de la Guerra del Pacífico que enfrentaría a chilenos con bolivianos y peruanos.
También a mitad de camino, el lusitano Nogueira le comenta al comandante Luis Piedra Buena que “tomaremos posesión del Río Gallegos para ir avanzando en otras colonias sobre el Atlántico”.
El marino argentino lo escucha con suma preocupación y se fastidia cuando piensa en el escaso apoyo que brindaron las autoridades argentinas a la presencia soberana en la Patagonia.
Con el correr de los días el embajador argentino en Chile, Félix Frías al tomar conocimiento presenta una enérgica nota de protesta dirigida al canciller chileno Adolfo Ibáñez, que expresa:
“Acabo de leer con suma sorpresa en el diario “La Patria” de hoy, que acompaña a esta nota, una correspondencia de Magallanes echa del 18 del pasado en la que se asegura que la balandra “Anita” había partido hace algunos días al lugar llamado Río Gallegos, en la costa oriental de la Patagonia, conduciendo soldados, maderas y algunos útiles para la población que iba a fundarse en dicho lugar. El corresponsal del diario de Valparaíso agrega que el gobernador de Punta Arenas se preparaba a marchar por tierra para formar el trazado de la nueva población y levantar el acta de fundación. En cumplimiento de mi deber me apresuro a rogar a V.E. se sirva de darme una explicación respecto de ese hecho que importaría una violación del territorio argentino, tanto más inconcebible cuanto no ha mucho esta legación ha presentado al gobierno de V.E. los títulos incontestables del derecho de la República Argentina al territorio situado del lado oriental de los Andes y por consiguiente a la Patagonia en cuyas costas desemboca el Río Gallegos. No dudo que la explicación de V.E. estará conforme con la seguridad, que se me ha dado pocos días há, de que el gobierno de Chile no pensaba ocupar ese punto del Atlántico; y espero que un acto semejante no vendrá a alterar las relaciones amistosas, que felizmente existen entre las dos repúblicas. Aprovecho la ocasión para reiterar á V.E. la espresión ( sic ) de los sentimientos de distinguida consideración con que soy de V.E.
Atento y seguro servidor
Félix Frías – Embajador de Argentina en Chile
Esta protesta y la decisión de no abrir un nuevo litigio, ya con el foco del conflicto con sus vecinos Bolivia y Perú, hicieron que el gobierno chileno desistiera de continuar con Puerto Gallegos. Las casas que se estaban construyendo en la colonia fueron desarmadas y reembarcadas a Punta Arenas junto con los pobladores, quedando en píe un rancho de adobes, como único vestigio de la fundación que duró apenas seis semanas.
Sin embargo, algunos como el francés Celestino Bousquet decidieron quedarse y sería años después un actor fundamental acompañando a exploradores y autoridades de la Gobernación del Territorio de Santa Cruz. Era presidente por entonces, Domingo Faustino Sarmiento, quien había escrito en 1849 artículos controversiales con relación a la soberanía de la Patagonia, otorgándole preferencia por Chile.
Sin embargo como suele ocurrir con la dirigencia política, se desdecía de estas afirmaciones tiempo después y argumentaba fervorosamente, tanto en diarios argentinos como El Nacional como en foros internacionales.
Lo cierto es que este episodio de la fallida fundación del Río Gallegos chileno, lo tuvo como protagonista fundamental, ya que ordenó las gestiones diplomáticas para desplazar a los trasandinos de las zonas ocupadas e inmediatamente comenzó el proceso de poblamiento de Puerto Santa Cruz y más tarde Río Gallegos.
Inmigrantes chilenos como Pedro Urbina, fueron también beneficiarios del otorgamiento de tierras fiscales para la explotación ovina. Un rastro que dejó la efímera ocupación del Río Gallegos y los originarios tehuelches que cambiaban de bandera con cada conflicto diplomático.
Surgieron en el curso de la presidencia de Sarmiento discrepancias con el gobierno de Chile que fueron indebidamente utilizadas por adversarios nada escrupulosos.
Alberto Palcos resumió y esclareció los antecedentes del debate, la actitud de Sarmiento, periodista en El Progreso de Santiago en 1843, su conducta desde el gobierno y hasta el fin de sus días.
La verdad es que ni en Santiago ni en Buenos Aires se tenía un conocimiento exacto de lo que significaba la Patagonia.
Hallándose en Perú, O'Higgins propicia en 1836 la colonización del estrecho de Magallanes y la instalación de un servicio de remolcadores a vapor en él para evitar los naufragios frecuentes de los veleros que lo cruzaban. La iniciativa se renueva en 1842, cuando la hace suya el marino norteamericano Jorge Mahon.
Comprende Sarmiento entonces, como el gobierno chileno, que si no se hace algo positivo, alguna de las grandes potencias marítimas intentará hacerlo en aquellos parajes despoblados e ignorados.
En 1843 el presidente Bulnes envía una expedición a bordo de la goleta Ancud para tomar posesión del lugar, dejando constancia de que con ello solamente se trataba de establecer el remolque de los barcos de tránsito por el estrecho.
Félix Frías
El presidente Sarmiento lo nombró embajador en Chile a Félix Frías en donde mantuvo una férrea postura de defensa de los intereses de su país en la soberanía sobre la Patagonia. La postura del gobierno chileno, y manifestada por su ministro de Relaciones Exteriores Adolfo Ibáñez Gutiérrez, era la de incluir la región patagónica en su totalidad en el arbitraje internacional realizado por el Reino Unido. Frías argumentó que "la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego, aunque contiguos, son territorios distintos".
Se vuelve sobre el tema en 1849 y Sarmiento lo hace desde La Crónica, en cuyos artículos habla de la cuestión del estrecho y no de la Patagonia. Entabló Rosas desde Buenos Aires una reclamación contra Chile, y su emisario Bernardo de Irigoyen, desde la Ilustración argentina, que se publica en Mendoza, califica al sanjuanino de traidor, el mismo Bernardo de Irigoyen que firmó con el plenipotenciario chileno Echeverría en 1881 el tratado que puso fin a la disputa reconociendo a Chile, Punta Arenas y más de la mitad de Tierra del Fuego, las islas vecinas al Pacífico y las dos costas del estrecho, que se declara internacionalizado y abierto a la navegación de todas las naciones.
Sarmiento no cedió al vecino país, que consideraba como su segunda patria, un metro de territorio argentino, y fue el que más se esforzó por fomentar la exploración de la Patagonia; en 1873 hizo recorrer las costas australes por el General Brown y al año siguiente por la goleta Rosales, a bordo de la cual viajó el naturalista Carlos Berg y el joven Francisco P. Moreno, que desde entonces fue el abanderado y el símbolo de la incorporación de la Patagonia a la vida del país.
Sarmiento se valió de todos los recursos, de sus amistades en la vecina república, para evitar que la disputa fronteriza degenerase en conflicto armado, como lo hizo Roca en su primera presidencia. Mantuvo en Santiago a un hombre tan celoso como Félix Frías y en relaciones exteriores a Carlos Tejedor, los dos demasiado poco dúctiles en diplomacia para prestarse a cualquier debilidad o concesión.