Historias de Patagonia: El barco de los esqueletos

Aferrado al timón, aún con la casaca de capitán, el esqueleto comanda una tripulación de osamentas que el tiempo ha conservado después de 23 años. La historia rescatada en la región chilena de Magallanes se convierte en leyenda y fue inspiración para varias novelas.

*Mario Novack 



A la caída del sol, un día de octubre de 1913, el vapor británico “Johnson” (o Johnston), navegaba en las cercanías del Cabo de Hornos, afrontando un fuerte viento que le obligó a buscar refugio sobre la costa. El sol rojo sangre, a punto de sumergirse en el mar, parecía ser un signo premonitorio. Al superar una punta rocosa divisaron un velero con las velas hechas jirones a una milla de distancia. 



El capitán ordenó realizarle señales, pero los varios intentos no obtuvieron respuesta. A través de sus prismáticos podía apreciar el estado de abandono de la nave, pero que misteriosamente se mecía suave flotando en una especie de círculo de rocas que la protegía del furioso oleaje. El comandante del “Johnston”, al parecer era un buque militar, ordenó al primer oficial y seis marinos que lanzaran un bote para realizar una inspección del misterioso navío. 



Al acercarse al oscuro velero, los marinos enviados con el primer oficial alcanzaron a leer en la popa un borroso nombre: “Marlborough – Glasgow”. El informe del primer oficial relata*: “Por fin llegamos a sotavento del navío y no había ninguna señal de vida a bordo. Abordamos y cuando estábamos en cubierta todo crujía y parecía desmoronarse bajo nuestros pies. Lo que aparecía ante nuestros ojos era monstruoso. Al timón, yacía aferrado el esqueleto de un hombre, vistiendo aún la casaca de capitán. 



Caminando con cuidado sobre los puentes en descomposición, nos encontramos con otros tres esqueletos. Entre la cocina y la despensa encontramos los restos de diez cuerpos y otros seis yacían tumbados en el alojamiento. El musgo y la humedad cubría todo. Las cartas y documentos en la cabina del capitán eran ilegibles. 



Todos los cadáveres vestían aún restos de sus uniformes. Incluso el libro de registro en el que una espada oxidada estaba descansando, que era moho y parecía ilegible”. La tormenta y las noticias Esa misma noche se produjo una fuerte tormenta en la región. Desde entonces, no se ha vuelto a ver al “barco de los esqueletos”. 



Pero la noticia del hallazgo del “Marlborough”, 23 años después de su desaparición, estalló en la prensa de entonces. La descripción que se conoció fue la de un navío de apariencia fantasmal, en descomposición y con las velas desgarradas, conducido por un esqueleto de capitán y una tripulación de cadáveres. Una especie de nueva versión de “El Holandés Errante”.





 



La frialdad de los datos



Una vez que el buque inglés “Johnston” informara sobre el extraño hallazgo del “Marlborough – Glasgow”, las autoridades determinaron que el único registro de un barco con ese nombre y características correspondía a un buque desaparecido en 1890. El “Marlborough” era un clipper, (embarcación a vela del siglo XIX, de forma alargada y estrecha, de tres o más mástiles, y caracterizada por su alta velocidad). Medía 69 metros de largo y 11 metros ancho, portando tres mástiles de velas cuadradas y bauprés, que había partido del puerto de Lyttelton, Nueva Zelanda, al mando del capitán W. Hird, cargando lana y carne congelada con 29 tripulantes y 1 pasajero. La información se completaba con datos técnicos sobre su construcción en astilleros de Glasgow, Escocia. Había sido botada al mar en junio de 1876 perteneciendo, al momento de su desaparición, a la Albion Company. Entre su botadura y 1883, realizó al menos 14 viajes entre Inglaterra y Nueva Zelanda transportando inmigrantes y regresando con lana y carne congelada a Europa. 



La ruta habitual para esa travesía era desde Nueva Zelanda, pasando por el Cabo de Hornos (Sudamérica) y arribo a Inglaterra. Regresando por el Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), Australia hasta Nueva Zelanda. El mapa muestra la ruta habitual del “Marlborough”:



El 11 de enero 1890 el “Marlborough” dejó el puerto de Lyttelton en Nueva Zelanda, con su carga habitual de lana y carne congelada, un pasajero y 29 tripulantes. Un dato interesante es que el nuevo capitán W. Hird, abordó el barco a último momento luego de sortear algunos inconvenientes que no fueron especificados. 



El 13 de enero de 1890 fue visto por última vez navegando frente a la costa neozelandesa. La demora en arribar a Inglaterra generó una minuciosa investigación que concluyó con un informe donde se especificaba que la carga había sido realizada de manera profesional y el buque zarpado en perfecto equilibrio. Era un detalle muy importante en la época ya que la mala distribución y sujeción de la carga había ocasionado numerosos accidentes y hundimientos. Nada parecía indicar negligencia o presunción de delito, por lo que la famosa y severa compañía aseguradora inglesa Lloyd catalogó al barco como desaparecido.





 



La opinión de los marinos



Además de las conclusiones oficiales sobre la situación del “Marlborough”, los marinos de la época consideraron como muy posible que el barco hubiera chocado con los grandes icebergs en deriva desde la Antártida. Casi la mitad de la travesía debía realizarse en zona de icebergs. Un mensaje transmitido desde el buque RMS Rimutaka, que navegaba en la misma zona del “Marlborough”, alertaba sobre grandes témpanos entre la isla Chatham (archipiélago del Océano Pacífico situado a 800 km al este de Nueva Zelanda) y el Cabo de Hornos (América del Sur), la misma ruta del “Malborough”. 



Pasaron 23 años hasta que fuera avistado desde el buque “Johnston”, al norte de Cabo de Hornos (América del Sur). Es muy difícil imaginar que una nave de 1.124 toneladas, tal como constaba en el registro, pudiera haber navegado a la deriva entre tormentas, témpanos, arrecifes y peligrosas restingas durante 23 años, para aparecer podrida y cargada de cadáveres pero aún a flote. Una teoría afirma que el barco pudo haber sido “capturado” por un gran témpano y congelado durante todo esos años. Al descongelarse el témpano, el buque se habría liberado hasta aparecer cerca del Estrecho de Magallanes. No se conocían otros casos en que eso hubiera ocurrido, salvo en la Antártida o Polo Norte, pero en esas situaciones el hielo terminaba invariablemente por destruir y hundir la nave.



Hipótesis, confabulaciones y nuevos misterios



Algunos investigadores señalaron que el “Marlborough” bien pudo haber estado en el mismo lugar en que fue hallado pudriéndose durante los 23 años que no se supo nada de él.        Afirmaron que resultaba muy extraño que nadie lo hubiera divisado ya que el lugar del hallazgo era de alto tránsito marítimo en esa época. Salvo que la superstición marinera indujera a ignorar al “barco fantasma”. En medios marinos, “encontrarse” con un cementerio flotante como el “Marlborough” era presagio de mala suerte y lo mejor era no hablar del tema. También, es posible, que el desgajado barco con su tétrica carga haya sido evitado por  temor a contraer enfermedades como el cólera, la fiebre amarilla u otras enfermedades comunes en la época y que diezmaban a las tripulaciones. No se conoce, no hay registros al respecto, si el navío presentaba indicios de haber sido saqueado y su tripulación asesinada. 



El profesor chileno Óscar Barrientos Bradasic publicó en 2013 una  novela denominada, justamente, “El barco de los esqueletos”, con datos interesantes e hipótesis sobre lo ocurrido. Lo notable de esta historia real, es que aún quedan memoriosos marinos habituados a navegar en las peligrosas aguas del extremo sur de América que afirman haber visto alguna vez, al atardecer, la oscura silueta del “Marlborough” navegando a la deriva en las inmediaciones del Cabo de Hornos.



“El Caleuche”



En Chile, particularmente en su región patagónica, al igual que en Argentina, está muy difundida la leyenda del “Caleuche” ese barco fantasma que sólo aparece de noche.  Tiene origen mapuche, siendo que “Caleuche” proviene del mapudungun “kalewtun” que significa “transformar” y “che” que significa “gente”; es decir ”gente transformada”, refiriéndose a los cambios de muertos a vivos, de afligidos a dichosos y muchas otras modificaciones que puede provocar este barco. También se lo llama buque fantasma o barco de los brujos y se dice haber sido visto en diferentes lugares de la zona.



Se dice que desde la cubierta de este fantástico barco suena una música increíble que llega hasta la costa, acompañada por ruidos de cadenas y fiestas interminables. Sólo se lo ha visto navegando de noche y ciertas condiciones de los días de neblina harían posible verlo iluminado en todo su esplendor. Podría navegar tanto en la superficie como en las profundidades, pero nunca a la luz del día.



Para algunos se trata de una visión incorpórea que hasta puede atravesar otras embarcaciones, otros señalan que puede desaparecer y hasta tomar las formas de otros objetos o animales para no ser visto, como lobos marinos o simplemente troncos.



En general la gente tiene miedo de ser llevada a bordo del Caleuche, por lo que se ocultan cuando lo ven pasar, se comenta que tampoco hay que mirarlo porque la maldición podría traer deformidades y transformaciones del rostro.



Con la misma velocidad con la que aparece, luego desaparece, borrado por la niebla espesa y sin dejar ningún tipo de huella.



Existe la creencia de que la tripulación del Caleuche hacía pactos con ciertos comerciantes asegurándoles prosperidad a cambio de ciertos favores o servicios, como prestar sus casas para alojar fiestas con los integrantes del barco, por eso en la zona de Chiloé cuando algún comerciante acumulaba una fortuna rápida, se rumoreaba que era por un pacto con el Caleuche; esta creencia sigue vigente hasta el día de hoy.


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